Los católicos de Francia, golpeados de nuevo por el odio fanático
Los católicos franceses vuelven a sentir la zarpa del terrorismo islamista. El atentado que costó ayer la vida a tres personas en una iglesia en Niza podría haber sido parte de una estrategia coordinada con otros ataques en diferentes partes del país, desarticulados por la policía, y con el atentado contra el consulado francés de Arabia Saudí, en el que resultó herido un guardia de seguridad. Es el dramático epílogo al asesinato de hace dos semanas del profesor Samuel Paty.
El presidente Macron puso en la mira a varias organizaciones islámicas responsables de promover actitudes extremistas, lo que derivó en una campaña internacional de boicot contra productos franceses. Buena parte de la responsabilidad recae en el presidente turco Erdogan, que ha inflamado esas protestas como colofón a varios desencuentros geopolíticos con Francia. La ausencia siquiera de una mención empática al profesor asesinado desenmascara el tipo de islamismo político que promueve Ankara como puro instrumento de poder, para el que los derechos humanos poco o nada significan.
Son los católicos franceses nuevamente quienes sufren el odio fanático, a pesar, o precisamente quizá, por ser ellos quienes podrían actuar de puente entre las nuevas comunidades musulmanas y el viejo laicismo republicano, claramente obsoleto para responder a los retos de la convivencia en el siglo XXI.
Que vuelva los vendeanos con Santa Juana de Arco y San Luis. Son los únicos que puede salvar Francia