«El sistema político de los EEUU», un ensayo elaborado por el abogado de AD, Estanislao de Kostka, imprescindible para conocer la realidad norteamericana (III): El período del colonialismo
Alerta Digital reproduce por capítulos el libro escrito por nuestro abogado jefe, Estanislao de Kostka, sobre el sistema político de los Estados Unidos de América, desde antes de sus orígenes hasta los inicios del siglo XXI.
El período del colonialismo
Estanislao de Kostka.- La generalización de las exploraciones marítimas y los primeros asentamientos europeos en tierras norteamericanas, se producen de forma efectiva en los inicios del siglo XVI. Los territorios que hoy son los Estados Unidos de América habían sido descubiertos con anterioridad a los viajes de Cristóbal Colón y en el momento de su llegada había en torno a un millón y medio de nativos, aunque esta cifra varía dependiendo de las fuentes. Es difícil conocer el impacto de las tradiciones culturales de estos pueblos sobre los asentamientos europeos, sin embargo, existen indicios de que los indios norteamericanos ejercieron una influencia relevante en el conjunto en la civilización blanca, que va desde costumbres culinarias hasta métodos de cultivo y aportaciones culturales. Sí conocemos mejor el impacto de los asentamientos europeos sobre los pueblos nativos, especialmente el trato que se les dio y su casi continua expulsión hacia el oeste, a medida que crecían los asentamientos europeos. La mayor parte no sobrevivió a la presión de los colonos europeos, quienes, en muchas ocasiones con crueldad, ocuparon sus territorios, los expulsaron de las reservas, extinguieron sus recursos y los acosaron. Acontecimientos que se describen a menudo en la literatura estadounidense, como uno de los capítulos más trágicos de la historia de esta nación.
LOS PRIMEROS ASENTAMIENTOS COLONIALES
La colonización española de los territorios americanos y el establecimiento de asentamientos estuvieron motivados fundamentalmente por la necesidad de reforzar las reclamaciones españolas sobre los territorios, así como por el interés de asegurarse el control del oro y la plata allí existente. Los primeros asentamientos estaban formados mayoritariamente por oficiales gubernamentales, soldados, nobles, comerciantes y misioneros católicos. La decisión del Papa y el subsiguiente Tratado, asignó todos los territorios del nuevo mundo a España, excepto Brasil. España iniciaba así la colonización, fundando los primeros asentamientos en Cuba, Puerto Rico y la denominada Hispanolia, actualmente Santo Domingo. Desde estas colonias y una vez asentados, los españoles iniciaron una nueva etapa de colonización que incluyó México, América central y la mayor parte del sur del continente americano. Pero España también estableció colonias en territorios que hoy son parte de los Estados Unidos de América. En 1565 en la actual Florida fundó el asentamiento de San Agustín, la ciudad más antigua de esta nación y, años más tarde en 1605, fundaría Santa Fe en Nuevo México, asentamientos a los que siguieron otros en los actuales estados de California, Tejas y Arizona. Hacia el año 1600, antes de que los ingleses establecieran su primer asentamiento, los españoles ya contaban con aproximadamente doscientas mil personas habitando sus colonias.
España trasladó al nuevo mundo su cultura, su lengua y su religión, autorizando exclusivamente a los católicos a establecerse en sus territorios, donde los misioneros lograron considerable éxito en su pretensión de convertir al catolicismo a los indios nativos. Los españoles introdujeron entre otras muchas cosas trigo, cebada o ganado vacuno, así como diferentes árboles frutales. Pero también introdujeron el sistema feudal de propiedad de la tierra que imperaba en Europa, lo que fue posible a través de la cesión por parte de los monarcas de grandes extensiones de tierra a los nobles que allí se desplazaban. Tierras que eran inicialmente trabajadas por indios en un régimen de semiesclavitud y más tarde por esclavos procedentes de África . Políticamente las colonias españolas carecieron de capacidad de autogobierno, antes al contrario, la monarquía española ejerció un férreo control mediante el otorgamiento de un poder absoluto a los oficiales enviados desde España, para servir como Gobernadores Reales o Virreyes. En cuanto al régimen económico, los comerciantes sólo estaban autorizados a comerciar con la metrópoli, una restricción que se correspondía con la extendida idea mercantilista de que la finalidad de las colonias era enriquecer a la nación colonizadora. No en vano, durante los siglos XVI y XVII el oro y la plata extraídos de los nuevos territorios, sirvieron a España para ocupar una posición de supremacía. Tras la derrota de la Armada Española en 1588 frente a los británicos, España comenzó su lento declive como potencia, perdiendo en el siglo XIX todas sus colonias americanas, la mayor parte mediante procesos revolucionarios durante la era napoleónica y el resto como resultado de la guerra hispano-americana. Una vez finalizado el control español sobre los territorios americanos, esta nación dejaba toda una herencia que caracterizó las estructuras sociales, la posesión de la tierra, la religión y la lengua en muchos de los territorios americanos durante largo tiempo.
Francia, que había sido excluida del reparto territorial establecido por el Papa, inició su andadura colonizadora mediante la incursión marítima por los grandes ríos navegables del norte de los territorios americanos. En 1608 se estableció el primer asentamiento permanente en Quebec en el río de San Lorenzo y, entre 1681 y 1683, el explorador Sier de La Salle navegó todo el río Misisipi fundando a lo largo de su curso diversos asentamientos como Montreal, Detroit, San Luis o Nueva Orleans. Pero lo cierto es que la Nueva Francia mantuvo un reducido número de pobladores, en torno a 80.000 colonizadores blancos en 1750, debido fundamentalmente al rígido control político ejercido por la monarquía que impedía el desarrollo del autogobierno, a que los territorios conquistados por Francia carecían de metales preciosos, a que se restringía la inmigración a los católicos y a que el interés comercial con estos territorios se limitaba casi exclusivamente a las pieles. Finalmente, Francia perdió la posesión sobre los territorios colonizados, como resultado de la Guerra de los Siete Años y su homóloga norteamericana, la Guerra Francesa e India entre 1754 y 1763. Derrotada Francia, dejaba de ser un poder colonial, cediendo por medio del Tratado de París de 1763 a España todo el territorio al oeste del rió Misisipi y la ciudad de Orleáns; y a Inglaterra el este del territorio del rio Misisipi y Canadá.
Los primeros asentamientos holandeses en el norte de América son consecuencia inmediata del comercio de pieles. La Compañía Holandesa de la India fundó en 1621 la colonia de Nueva Holanda que incluía puestos comerciales a lo largo del río Hudson, como los establecidos en Albany y en Nuevo Ámsterdam, la actual ciudad de Nueva York. En 1621 el Gobernador Peter Minuit entregó bienes a los indios valorados en torno a veinticuatro dólares a cambio de la isla de Manhattan y la expansión desde entonces abarcó asentamientos en Long Island, Nueva Jersey y la anexión de Nueva Suiza, en el actual Estado de Delaware. Por entones Holanda era un país próspero y pocas personas estaban dispuestas a emigrar, por lo que las organizaciones comerciales se vieron obligadas a incentivar con concesiones territoriales la inmigración, a pesar de lo cual, la población de estos territorios en 1660 no superaba los 10.000 habitantes. La rivalidad colonial y comercial entre Holanda e Inglaterra se hizo patente una vez que los territorios holandeses significaban un obstáculo al deseo de expansión inglés por la costa norte del Atlántico. Como consecuencia de ello, en 1664 la fuerza naval inglesa se incursó en Nueva Ámsterdam, obligando al Gobernador Peter Stuyvesant a entregar la Colonia.
Como es sabido, la colonización inglesa asentó las bases de la construcción de la actual nación estadounidense. Inglaterra fundó diez colonias a lo largo de la costa atlántica norte y formó tres colonias más en los territorios capturados a los holandeses. Durante el siglo XVII Inglaterra estuvo sometida a fuertes tensiones políticas como consecuencia del enfrentamiento entre el Parlamento y el absolutismo de la dinastía Stuart, que desencadenó la guerra civil entre 1642 y 1645, la decapitación del Rey Carlos I en 1649, la dictadura militar puritana de Oliver Cromwell entre 1649 y 1658, la restauración de los Stuart en 1660 y el derrocamiento final del gobierno de esta dinastía en la Revolución Gloriosa de 1688. Pero el siglo anterior, el XVI, no estuvo exento de acontecimientos trascendentales en el devenir inglés, especialmente la brecha producida entre el monarca Enrique VIII y el papado de Roma en 1534, que significó la independencia de la iglesia anglicana. Durante el reinado de su hija la Reina Elisabeth I entre 1558 y 1603, el anglicanismo se fortaleció como religión predominante. Los católicos, los protestantes disidentes, los puritanos y los cuáqueros sufrieron persecuciones que les obligaron a emigrar en gran número en busca de libertad religiosa a los nuevos territorios colonizados.
En su lucha por la supremacía, Inglaterra entró en conflicto con España, inicialmente como consecuencia de las incursiones de John Hawkins y Francis Drake, hasta que en 1588 estalló la guerra entre las dos potencias. La derrota de la Armada Invencible española significó la emergencia de la nación inglesa como potencia, lo que ineludiblemente iba unido a la promoción de nuevos asentamientos en los territorios coloniales. Analizaremos brevemente el origen y los primeros pasos de las treces colonias que establecieron los ingleses, germen de la futura nación estadounidense.
En 1607 un grupo de colonizadores ingleses estableció un pequeño asentamiento comercial en Jamestown, en el actual Estado de Virginia. Se trataba de una iniciativa empresarial formada por un grupo de comerciantes, unidos bajo el nombre de la Compañía Virginiana de Londres (Virginia Company of London). Portadores de una cédula del Rey Jaime I de Inglaterra, fundaron la primera colonia inglesa que logró sobrevivir. De los primeros 105 colonos de este asentamiento, 73 murieron de hambre y enfermedades en los primeros siete meses, debido fundamentalmente a los errores de los colonizadores, no sólo porque incluían pocos granjeros y muchos caballeros nobles, sino también porque el primer asentamiento se estableció en un área infectada de mosquitos portadores de la malaria. Inicialmente los colonos se dedicaron a la búsqueda de metales preciosos, más que a asegurarse el alimento, situación que duró hasta que el soldado John Smith asumió el control de la colonia, garantizó el suministro de alimentos por parte de los indios y forzó a los colonizadores a construir medios de subsistencia. La colonia prosperó y pronto descubrieron la riqueza agrícola de estas tierras, enviando siete años después de su fundación las primeras cosechas de tabaco a Inglaterra. En el año 1619 se fundaba en Jamestown la primera asamblea representativa en suelo norteamericano, la denominada Cámara de los Burgueses (House of Burguesses) y, en el año 1624, Virginia se convertía en una colonia real. Aunque comercialmente la Compañía de Virginia quebró, el territorio sobrevivió como asentamiento colonial formado por entonces por 1.200 habitantes.
En Nueva Inglaterra, la región noroeste de lo que hoy es Estados Unidos de América, los puritanos ingleses establecieron varias colonias. Así denominados porque deseaban purificar la Iglesia Anglicana de la influencia de la Iglesia de Roma, pensaban que la iglesia de Inglaterra había adoptado demasiadas prácticas de Roma. Al ser objeto de continua persecución interna, decidieron huir a los territorios del norte de América, con la intención de fundar una colonia basada en sus propios ideales religiosos. El primer grupo de puritanos, conocidos como los peregrinos, cruzaron el Atlántico en un barco llamado Mayflower. Aunque habían recibido autorización de la Compañía de Londres para asentarse en sus territorios, fueron expulsados hacia el norte, estableciéndose en Plymouth en el actual Estado de Massachusetts en 1620. Asediados por el frío, el hambre y las enfermedades, tan sólo la mitad de los que llegaron consiguieron resistir el invierno. Sin embargo, bajo el liderazgo de William Bradford y con la ayuda de algunos indios, la colonia consiguió sobrevivir y en el invierno de 1621 los peregrinos supervivientes celebraron un día de gracias a Dios, instaurando desde entonces la actual festividad de Acción de Gracias (Thanksgiving Day). Pero Plymouth no consiguió atraer a nuevos colonos y finalmente fue absorbida por la Colonia de la Bahía de Massachusetts (Massachusetts Bay Colony).
Un grupo formado por mil puritanos, organizados como la Compañía de la Bahía de Massachusetts, consiguieron un Estatuto (Charter) del Rey Carlos I de Inglaterra que les permitió en 1630, liderados por John Winthop, asentarse en el área de la Bahía de Massachusetts. La nueva colonia prosperó rápidamente creando asentamientos en Cambridge, Salem y Boston, alcanzando su población los 20.000 colonos en 1640. Los regidores de la nueva colonia, formada por puritanos, apoyaron exclusivamente a la iglesia Puritana y no permitieron dentro de su territorio desavenencias con las creencias y las prácticas de esta iglesia. Las colonias puritanas se caracterizaron desde el principio por un moralismo frecuentemente intolerante, ya que sostenían que los gobiernos debían hacer cumplir la moralidad de Dios y castigar severamente a los bebedores, los adúlteros y los herejes. Como consecuencia del radicalismo religioso en estas colonias, el derecho de voto se restringió a los miembros de la iglesia y no se permitían comportamientos ajenos a la moral que promulgaba. Se producía de este modo una clara identificación entre el incipiente gobierno de la colonia y la iglesia, hasta el punto de que el sustento de los ministros de la fe se pagaba con las aportaciones de los colonos.
Producto de la intolerancia religiosa de Massachusetts, se fundaron nuevas colonias integradas por grupos que huían de la rigidez político-religiosa. Roger Williams, un puritano que no estaba de acuerdo con las decisiones de su comunidad, defendió que los gobiernos no debían intervenir en cuestiones religiosas, por lo que fue obligado a abandonar Massachusetts en 1635, fundando la vecina colonia de Providence en Rhode Island. En 1644 Roger Williams y sus seguidores, lograron el otorgamiento de un Estatuto del Parlamento británico, para formalmente establecer la Colonia de Rhode Island y crear un gobierno que garantizara la libertad religiosa y la separación del Estado y la iglesia, lo que atrajo a numerosos colonos. En 1636 el pastor de la iglesia de Cambridge condujo a su congregación a Hartford, en busca de un gobierno menos restrictivo que el de Massachusetts y de mejores tierras agrícolas. Este territorio en 1662 recibió un Estatuto Real por el que se fundaba Conética y se concedía a sus colonos ciertos derechos de autogobierno. En 1638 se estableció la colonia de New Hampshire formada principalmente por colonos que habían huido de Massachusetts por motivos religiosos, políticos y económicos. Inicialmente New Hampshire estuvo bajo control de Massachusetts, pero en 1679 recibió su propio Estatuto como Colonia Real.
George Calvert, un converso al catolicismo, consiguió una concesión real de tierra en la Bahía de Chesapeake estableciendo la colonia de Maryland. Fue la primera colonia en propiedad (proprietary colony), ya que la concesión real le otorgaba la propiedad privada de las tierras. La colonia se constituyó como refugio de católicos y supuso una fuente de ingresos para la familia Clavert, que alquiló tierras a los colonos. En 1634 llegó el primer grupo de colonos, convirtiéndose rápidamente en una productiva área agrícola de tabaco que atrajo tanto a católicos como a protestantes, al garantizar la libertad religiosa a todos los cristianos.
En 1663 un grupo de colonos recibió concesiones reales de tierra en Carolina del Norte y del Sur. El norte fue ocupado fundamentalmente por pioneros de Virginia, mientras el sur lo ocuparon colonos procedentes de las islas británicas y otras áreas de Europa. Estas dos colonias prosperaron rápidamente con plantaciones de arroz y tabaco, con producción naval, con el comercio de madera y con el comercio de pieles con los indios. Los pobladores de las carolinas se opusieron a fórmulas de gobierno en propiedad y demandaron mayor autogobierno, por lo que los propietarios iniciales de los asentamientos hubieron de renunciar a su posesión, convirtiéndose ambos territorios en Colonias Reales.
Poco después de que los británicos se hicieran con Nueva Holanda en 1644, el monarca inglés Carlos II asignó estos territorios a su hermano el Duque de York, quien rebautizó la colonia bajo el nombre de Nueva York. El Duque, no obstante, reconoció los derechos de los colonos holandeses a mantener sus tierras, continuó la práctica holandesa de gobernar el territorio sin una asamblea política, observó su religión y llegó a hablar su lengua. Cuando Jacobo II fue nombrado monarca en 1685, Nueva York se convirtió en una colonia real y, tras su derrocamiento por la Revolución Gloriosa, se instauró la primera asamblea política. Inmediatamente después de adquirir Nueva Holanda, Jacobo II concedió el área entre los ríos Hudson y Delaware, que ya poseía algunos asentamientos, a dos de sus amigos: Lord John Berkeley y Sir George Carteret, pasando a denominarse desde entonces Nueva Jersey. Los nuevos propietarios ansiosos de obtener rentas de las tierras alentaron la llegada de nuevos colonos, sin embargo, dificultades de gestión provocaron que terminaran vendiendo los territorios a grupos cuáqueros, quienes pretendieron hacer de la colonia un reducto religioso. Finalmente en 1702 Nueva Jersey se convirtió en colonia real.
William Penn recibió en 1681 un Estatuto por el que se le concedían tierras como compensación a una deuda contraída con el Rey Carlos II, territorios que desde entonces pasaron a denominarse Pensilvania. Penn concibió sus territorios no sólo como una fuente de negocio, sino fundamentalmente como un refugio para sus compañeros de creencias, los perseguidos cuáqueros. Un año más tarde en 1682 William Penn llegó a sus territorios y durante dos años supervisó personalmente la formación de la colonia, a la que calificó de “experimento santo” y “ciudad de amor entre hermanos”, fundando la ciudad de Filadelfia. Pensilvania se convirtió en una colonia reconocida por su libertad religiosa, con asamblea política electa, en la que se respetaba a los indios y con unas tierras fértiles, lo que sin duda contribuyó a que se trasladaran a ella numerosos europeos, especialmente alemanes y suizos cuáqueros, menonitas y amish, convirtiéndose en la colonia más próspera de los territorios norteamericanos.
William Penn también recibió concesiones de tierra en Delaware, donde ya existían asentamientos de holandeses y suizos, pero estos pobladores no desearon estar sometidos a la legislatura de Pensilvania, por lo que en 1701 William Penn les concedió su propia asamblea representativa. En 1732 James Oglethorpe, encabezando un grupo de filántropos, consiguió un Estatuto del Rey Carlos II para los territorios situados más al sur, formando la colonia de Georgia. Inicialmente se configuró como un puesto militar defensivo contra la colonia española de Florida, en el que se podían asentar los deudores honestos empobrecidos. De igual modo, en un principio se prohibió la importación de esclavos y se repartió la tierra entre los pequeños agricultores, pero rápidamente Georgia se transformó en una colonia caracterizada por las grandes plantaciones que demandaban el uso de mano de obra esclava, convirtiéndose en 1752 en una colonia real.
Hasta que se vislumbran los primeros signos de independencia, las colonias se caracterizaron por la pluralidad de formas de organización económica, cultural, religiosa y étnica. Pluralidad que se fue diluyendo a medida que se desarrollaron el progreso económico, el comercio y se formaron grupos sociales adinerados.
LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA COLONIAL
Si los fundamentos jurídico-políticos sobre los que se asentaron los nuevos territorios partían de las tradiciones llevadas por los ingleses, parece lógico que los colonialistas pensaran como ingleses y sus ideas sobre la política, sobre la religión y sobre el derecho, tuvieran un claro componente anglosajón. No en vano, como veremos, cuando los colonialistas se rebelaron contra el Gobierno británico y reclamaron sus derechos, en realidad estaban reivindicando los derechos que poseían los ciudadanos ingleses. Las trece colonias, pese a variar la naturaleza jurídica de su fundación, adoptaron formas de gobierno análogas a la metrópoli, con un poder ejecutivo y legislativo, pero sin representación en el Parlamento de Westminster. La corona inglesa estableció dos tipos básicos de control sobre las colonias: los organismos reales con base en Inglaterra y los oficiales reales asentados en Norteamérica, ambos responsables de controlar el cumplimiento de las regulaciones comerciales del Imperio, pero también de vigilar los asuntos internos de las colonias.
Lo cierto es que la política de la metrópoli hacia las colonias norteamericanas se vio inevitablemente afectada por la situación interna de esta nación. La inestabilidad que caracterizó la política inglesa de los siglos XVI y XVII se trasladó a las colonias, donde fue evidente la falta de una línea política clara y definida. Durante el primer medio siglo de colonización, las dificultades de Inglaterra para establecer una política colonial se incrementaron por la propia carencia de organización en las colonias. Resultaba imposible para el Reino de Inglaterra determinar qué papel jugarían Virginia, Maryland, Massachusetts, Conneticut y Rhode Island en el esquema global del Imperio, debido fundamentalmente a la diversidad de los objetivos y de las estructuras gubernamentales de las colonias.
Hacia 1660, sin embargo, Inglaterra había adoptó las primeras medidas para reorganizar su Imperio de una manera más eficaz. El Acta de la Navegación de 1660, que en realidad era una modificación y amplificación de una serie de actas provisionales aprobadas 1651, establecía una serie de regulaciones sobre el comercio que limitaban, por ejemplo, que los productos que se transportasen a Inglaterra o a cualquiera de sus colonias debían hacerse en navíos británicos, que tres cuartas partes de los marineros de estas naves debían ser ingleses, o que determinados productos como el azúcar, el algodón o el tabaco, no podían ser enviados a terceras naciones.
Esta última provisión tuvo claras repercusiones en colonias como Virginia y Maryland, que a pesar de beneficiarse del monopolio del comercio de tabaco, su producción era superior a la demanda que podía asumir la isla inglesa. El Acta aprobada en 1660, enseguida demostró ser inadecuada para salvaguardar los intereses comerciales del imperio del Reino de Inglaterra, por lo que hubo de aprobarse nuevas actas que fortalecieran el sistema comercial. En 1663 y 1673 el Parlamento inglés aprobó dos nuevas actas: la primera requería a todos los navíos con bienes europeos con destino a las colonias que pasasen por los puertos ingleses para pagar derechos de aduana y, la segunda, prohibía que las mercancías fueran a destino diferente de territorio inglés. Finalmente, en 1696 el Parlamento estableció un Consejo de Comercio (Board of Trade) encargado de controlar las relaciones comerciales del Imperio, desarrolló mecanismos que permitían a los gobernadores controlar este comercio, e instauró tribunales con competencias sancionadoras en violaciones de las actas de navegación. En general, este esfuerzo por controlar y regular el comercio entre las colonias y la metrópoli fue efectivo. Aunque existían relaciones comerciales que escapaban a los controles, lo cierto es que los ingleses consiguieron regular las relaciones comerciales y establecer cierto orden político en sus colonias, desde finales del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII.
Pero a pesar de los controles, las debilidades de la autoridad real sobre estos territorios eran evidentes, especialmente en las colonias de propiedad privada durante toda su existencia, al igual que en las colonias corporate de Nueva Inglaterra durante el siglo XVII, en las que la autoridad real a través de la figura del gobernador era inexistente. La ausencia de un gobernador real tuvo efectos evidentes en la falta de aplicación de las regulaciones de comercio. De hecho, la inexistencia de mando real sobre las actividades políticas y comerciales de Nueva Inglaterra, impulsó al Consejo de Comercio inglés a derogar la denominada Carta Constitucional de la Bahía Massachusetts (Massachusetts Bay Charter) en 1684, dejando a algunas colonias de Nueva Inglaterra, bajo la autoridad inglesa. La decisión provocó una crisis de autoridad de la metrópoli sobre los colonos, ayudados por la situación generada por la Revolución de 1688 en Inglaterra, que obligó a la corona a designar un gobernador real en Massachusetts con la finalidad de proteger sus intereses.
La corona se vio forzada, so pena de perder el control político sobre las colonias, a establecer un mecanismo que le asegurase la ejecución de su política colonial, por lo que promulgó el llamado Concilio Privado (Privy Council), en el que se fijaba la autoridad del gobernador y se definían claramente los límites de la autoridad provincial. Los gobernadores reales pasaban a tener competencias teóricas casi absolutas sobre las asambleas provinciales, capacitándoles para decidir cuando se convocaban, cuando se prorrogaban o cuando se disolvían, así como para vetar cualquier legislación que fuese aprobada. De igual modo, el Gobernador tenía amplios poderes sobre otros aspectos de la estructura política de las colonias reales, con autoridad en los nombramientos de los oficiales provinciales más importantes y con gran influencia sobre los órganos políticos y judiciales locales, al nombrar también a los miembros de los tribunales de Condado.
La gran distancia geográfica entre Inglaterra y las colonias norteamericanas, las presiones ejercidas por los norteamericanos sobre los oficiales ingleses y la ineficacia de la burocracia, contribuyeron a debilitar el poder real y a fortalecer a los líderes provinciales en sus respectivas colonias. A lo largo del siglo XVIII las legislaturas coloniales fueron incrementando sus competencias parlamentarias, alcanzando la responsabilidad primaria en la legislación impositiva, en materia de defensa y, finalmente, incluso sobre los salarios de los oficiales reales. Los líderes de las provincias fueron también asumiendo los poderes de los gobernadores y, aunque en teoría el Gobernador continuó controlando los nombramientos de los oficiales locales, en la práctica seguía las recomendaciones de los líderes locales. De igual modo, los consejeros del Gobernador, en teoría agentes de autoridad real, llegaron a estar dominados por prominentes líderes provinciales que defendían los intereses manifestados por las legislaturas, en vez de los intereses representados por el Gobierno real inglés.
A mediados del siglo XVIII el poder político estaba concentrado en mayor medida en los líderes locales que en los oficiales reales británicos. Estos líderes representaban los intereses de sus electores con mayor ahínco que los oficiales británicos, pero todavía sus prácticas no respondían a mecanismos de poder democrático. En general, el prestigio social y el poder político estaban en buena medida determinados por la posición económica, lo que sin duda tuvo su reflejo en la composición de las asambleas coloniales. Se produjo una extraordinaria concentración de poder en manos de un reducido y acaudalado grupo, a pesar del alto porcentaje de población adulta, masculina y libre que participaba en el proceso político. Aunque la evidente concentración de poder respondía a criterios escasamente democráticos, lo cierto es que los ciudadanos de las colonias, especialmente de Virginia y Maryland, estaban satisfechos con el gobierno de sus líderes locales.
Pero el progreso generado en el siglo XVIII extendió la riqueza y el prestigio social a más hombres, igualándose en cierta medida la estructura social entre las colonias. Aunque sí es posible en este siglo hablar de tendencias de homogeneización social entre los territorios bajo dominio británico, no así en cuanto a la organización política, especialmente entre los territorios del norte y del sur. La estructura política de las colonias del norte era menos oligárquica que la de los territorios del sur. Colonias como Nueva Inglaterra pronto introdujeron nuevos mecanismos de gobierno democrático, que incrementaron la participación popular, frente al escaso poder democrático de las cámaras legislativas del sur. Aunque en los procesos en los que se elegía a los miembros de las asambleas participaban casi todos los varones adultos libres, lo cierto es que un reducido grupo de hombres siguió dominando los gobiernos de Nueva Inglaterra. Mientras en el sur, en el que el poder político estaba formado por cualificados hombres de Estado y con prestigio social en sus colonias, en Nueva Inglaterra la élite política estaba formada fundamentalmente por comerciantes, abogados y en menor grado clérigos.
El propio progreso social, económico y político pondrá de manifiesto las divergencias en cuanto a necesidades e intereses entre la metrópoli y las colonias, convertidas ya por entonces en importantes centros económicos y comerciales, con características culturales peculiares y políticamente cada vez más alejadas de la metrópoli. La formación de una clase media autóctona con intereses comerciales propios, inevitablemente condujo al deterioro de las relaciones y la vinculación con la metrópoli, que antecedió al inicio de movimientos sociales contrarios al sometimiento al Imperio Británico.
(CONTINUARÁ)
¿Qué la derrota de la Armada Invencible significó el ascenso de Inglaterra como potencia y que se disputaba la hegemonía con España en el siglo XVI? A partir de ahí he dejado de leer…
Administrador: Es una verdad incontrovertible con la que coinciden todos los historiadores.