S. Corniero.- Mi madre se quedó viuda, triste y sola. Somatizó su dolor y le dio un ictus, por lo que su deterioro físico fue rápido, hasta el punto de convertirse en dependiente.

Cuando llegué a su casa y a su vida para acompañarla en su final, me la encontré muy abatida y sin ningunas ganas de vivir. Entonces puse en marcha la cariñoterapia, y los besos y caricias fueron borrando esas lágrimas y expresión de tristeza para dibujar sonrisas y momentos mágicos.

Un día me dijo lo más bonito que nunca me ha dicho nadie: “Hija, yo quería morirme, pero ahora ya no quiero, porque quiero estar contigo”

Qué fácil es conseguir que un anciano quiera morirse. Sólo hay que hacer que se sienta abandonado y solo.

Con esta ley de eutanasia sólo habrá que hacer una llamada al médico para que cumpla con tu deseo de acabar con tu vida. Si tú no puedes tu familia se encargará de hacerlo. Y el médico, cobrando del estado por el trabajo, se convertirá en tu verdugo, gratuito y “salvador” .

Es la forma más sencilla y barata de quitarse de enmedio a miles de ancianos, inútiles ya para la sociedad y muy caros de mantener.

Los políticos que han aprobado esta ley intentan hacernos creer que es una ley humanitaria que vela por nuestros derechos, el derecho a morir cuando queramos y dejar de sufrir.

Insisto: Qué fácil es hacer que una persona mayor sufra, para que automáticamente quiera dejar de sufrir. Sólo hay que hacer que se sienta sola, abandonada y un estorbo.

Es mucho más sacrificado conseguir que quiera seguir viviendo, que se sienta protegida, mimada y querida, que se sienta feliz.

Pero sobre todo es mucho más caro, tan caro que no es sostenible para un gobierno al que le gusta vivir tan bien y con tantos amigos subvencionados. No queda dinero para los mayores. Hay que eliminarlos y maquillarlo de humanidad y de derechos humanos, poniendo en marcha el gran negocio de la muerte.