El tercer sexo y los problemas de identidad de género en la infancia
Magdalena del Amo.- Conviene abordar un problema real y preocupante, en el que ni las autoridades ni los medios de comunicación han reparado, salvo como titular de un día que se olvida al siguiente. Desde hace unos años, en España y en otros países han empezado a aparecer niños de corta edad que sorprenden a sus padres al decirles que no pertenecen al sexo por el que están siendo tratados, que quieren cambiar de nombre y vestir en consonancia. En estos casos, al carecer de un protocolo psicológico adaptado a los tiempos, debido a la dictadura sobre el género y la transexualidad, los sorprendidos padres suelen acudir a uno de esos chiringuitos “expertos” en género. A partir de ahí, cumpliendo con unos postulados ideológicos y políticos sin ninguna base científica, empieza el despropósito: disfrazan al niño de lo que quiere ser, le compran ropa de acuerdo al sexo elegido y le cambian de nombre por uno de su elección. Los problemas empiezan a llegar cuando en el colegio el niño vestido de niña reclama utilizar el aseo de las niñas. Es una irresponsabilidad poner a nuestros niños en manos de estos colectivos que implementan la nueva ingeniería social.
Hacia el mes de septiembre del 2013, varias madres empezaron a hacer el recorrido por emisoras de radio y cadenas de televisión exhibiendo su problema, muy bien acompañadas de la inefable Laura Antonelli y alguna otra persona del lobby denostador de la antropología natural. No queremos que se nos entienda mal, y vaya desde aquí nuestro máximo respeto hacia las personas que se enfrentan a este problema, que en el tema de los niños es mucho más grave. Por eso no se puede permitir que los utilicen de conejillos de indias, como se hizo con los hermanos Reimer en Estados Unidos en un experimento vergonzoso con final trágico.
La anticientífica teoría del “constructo social” se desvanece
Las niñas tienen inclinación por el color rosa, las muñecas y su ropita, las cocinitas, ponerse tacones, pintarrajearse con el pintalabios de mamá y vestirse de princesas. A los niños les gusta el fútbol, los coches, las grúas y la lucha. Simplificado, pero así es cuando no se los manipula. Sin embargo, una de las madres de los niños a los que hemos aludido decía que su hijo siempre se había sentido niña y relataba todas las preferencias que acabamos de enunciar, y añadía que su niño había vivido el día más feliz de su vida cuando le llenó el armario de vestiditos de niña y le compró un traje de princesa y prendedores de colores para el pelo. Estamos hablando de un niño de seis años, admitido en el colegio con nombre femenino, que utiliza el aseo de las niñas, aunque con genitales masculinos. Otra de las madres, en este caso de una niña, también con género reasignado, declaraba que su hija nunca había querido muñecas y le gustaba jugar con los chicos. Él no quería camiones y ella no quería muñecas, es decir, actuaban siguiendo sus impulsos naturales, contrariamente al rol que se esperaba que desempeñasen, lo cual echa por tierra la teoría del “constructo social” tan cantado por las feministas. ¿Dónde queda el mito del patriarcado?
Encubrimiento sobre los disruptores endocrinos
Al problema anterior, hay que sumar que en varios lugares están naciendo niños con sexualidad ambigua. No hemos podido establecer un censo de casos, pero el problema existe y podría ir in crescendo si no se toman las medidas oportunas. Desde el 2018, en Alemania, los niños que nacen con estas características pueden ser inscritos en el Registro Civil bajo la categoría de “otro” o “diverso”, susceptible de ser modificado en un futuro. Es el tercer sexo que algunos colectivos de transexuales venían reclamando. Llama la atención que este cambio en la legislación se haya hecho sigilosamente, sin debate político.
Lo más preocupante de este extremo es que existen investigaciones que apuntan a que estas anomalías sexuales podrían estar causadas por los disruptores endocrinos, una serie de agentes químicos —pesticidas, fungicidas, herbicidas, metales pesados y otros— que pueden alterar el sistema endocrino de los animales, incluido el hombre.
Algunas poblaciones animales ya han sufrido las consecuencias de los disruptores hormonales. Se ha constatado disfunción tiroidea en peces y aves; disminución de la fertilidad en peces, aves y mamíferos; nacimientos con malformaciones; feminización y desmasculinización de peces, aves y mamíferos machos; por el contrario, se ha detectado un proceso de desfeminización y masculinización en las hembras. ¿Está ocurriendo esto en los humanos?
Consecuencias de los plaguicidas en los cultivos intensivos
Los disruptores endocrinos también pueden afectan a los seres humanos. En zonas de cultivo intensivo de la provincia de Granada, donde se emplean abundantes plaguicidas, entre ellos el endosulfán, se han registrado cientos de casos de criptorquidias (testículos no descendidos) o penes muy pequeños.
Se atribuye a los disruptores hormonales ser los causantes de la disminución del número de espermatozoides y del descenso de la calidad de los mismos. Aparte de estas alteraciones, según los estudios, los disruptores endocrinos serían a su vez responsables de la incidencia de cánceres relacionados con el aparato reproductor, tanto en mujeres como en hombres.
Es urgente un cambio de conciencia. Por un lado, es evidente que están naciendo niños raros, unos con anomalías genitales y otros con disfunciones psíquicas, consecuencia quizá de lo primero. Por otro, parece que existe una relación causa-efecto entre estas anormalidades y determinados agentes que se están incorporando al medio ambiente. ¿Qué hacer ante esto? Investigar más sobre los disruptores endocrinos, lo primero; y permitir que se publiquen los estudios, lo segundo. Paralelamente, hay que reclamar una industria con principios morales y órganos de control competentes que vigilen las barreras que no se deben traspasar. Hoy ocurre lo contrario. Ni existe ética en la industria, ni hay transparencia en la comunicación. Muy al contrario, se ocultan los datos para mantener a la sociedad en la ignorancia. ¡Y todo por la perversa ambición!
Mientras tanto, Alemania y otros países, como Australia, Nepal, Nueva Zelanda, India, Kenia y algunos estados de Estados Unidos se han apuntado a la intersexualidad para paliar el desaguisado. Si no podemos confiar en los políticos ni en las instituciones, es necesario un despertar de la conciencia colectiva si queremos evitar nuestra destrucción y la del planeta.
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¡Ay del mundo por los escándalos…Es forzoso, ciertamente, que vehgan los escándalos. Pero, ¡ay de aquel hombre por quien el escándalo viene!
(Mateo 18, 7 )
Las élites por encima del negocio que hacen promoviendo el escapismo psicológico, la complacencia, quieren un monopolio total de ideas.
Por tanto, más allá del afán por saber la verdad, de otros tiempos donde todavía no existía la cultura de la cancelación. Importa creer las mentiras que el emperador quiere que creamos.
Y no importa cuantos monumentos sagrados tengan que destruir. La ciencia, las artes, la educación, la historia, la religión, la cultura, etc.
El fin justifica los medios.
Lamento que haya quien tenga problemas psíquicos, pero que no nos metan a los demás en sus movidas.