“El sistema político de los EEUU”, un ensayo del abogado de AD, Estanislao de Kostka, imprescindible para conocer la realidad norteamericana (X): La fundación de la república
Alerta Digital reproduce por capítulos el libro escrito por nuestro abogado jefe, Estanislao de Kostka, sobre el sistema político de los Estados Unidos de América, desde antes de sus orígenes hasta los inicios del siglo XXI.
Estanislao de Kostka.- En este capítulo describiremos la historia política de la nación estadounidense a través de las elecciones presidenciales y de los mandatos de los presidentes electos. Analizaremos cronológicamente todas las elecciones presidenciales hasta las primeras elecciones del siglo XXI, así como los principales acontecimientos políticos acaecidos durante cada Presidencia. El lector encontrará en las páginas que siguen, una descripción de los candidatos, un análisis de los resultados electorales y referencias a los principales hitos que marcaron cada campaña electoral presidencial, objetivo que se encuentra limitado, obviamente, por razones de espacio y metodológicas. De igual modo, se explica brevemente los acontecimientos políticos que han caracterizado cada Presidencia, deteniéndonos en las decisiones políticas del poder ejecutivo que contribuyeron en mayor medida a dar forma al sistema político.
LA FUNDACIÓN DE LA REPÚBLICA: S. XVIII
Ratificada la Constitución, proceso que vimos en el capítulo anterior, la primera sesión del Congreso de los Estados Unidos se celebró el 4 de marzo de 1789 en la ciudad de Nueva York. En ese mismo año se celebraron las primeras elecciones presidenciales, en las que sólo participaron diez de los trece estados. Carolina del Norte y Rhode Island no lo hicieron porque todavía no habían ratificado la Constitución y Nueva York debido a que su legislatura estatal no había elegido delegados al Colegio Electoral.
Los electores debían elegir entre candidatos todavía sin adscripción partidista a través de una Colegio Electoral integrado por 146 electores. George Washington obtuvo 69 electores, John Adams 34 y 35 electores se repartieron entre otros candidatos, mientras que 8 votos electorales no fueron emitidos. No obstante este resultado, George Washington fue elegido unánimemente por el Colegio Electoral el primer Presidente de la República de los Estados Unidos de América, jurando su cargo el 30 de abril de ese mismo año, en la por entonces capital de la nación Nueva York. En el balcón del Federal Hall de la calle Wall Street tomaba juramento como Presidente y, en sus propias palabras en carta dirigida a James Madison, “como el primero en todo, situación que servirá para establecer precedentes”.
George Washington lejos de buscar poder personal, dedicó su primer mandato político a fortalecer la unidad de la nación, a asegurar el funcionamiento de la nueva Administración y a instaurar la autoridad del nuevo Gobierno federal, desde una posición de respeto a la función legisladora del Congreso. Su primer gabinete, con quien se reunía ocasionalmente, estaba formado por colaboradores cercanos entre los que destacaban Thomas Jefferson, Secretario de Estado; Alexander Hamilton, Secretario del Tesoro; Henry Knox, Secretario de Guerra; y Edmund Randolph, Fiscal General. John Adams se convirtió en el primer Vicepresidente de la nación, al resultar el segundo candidato más votado, tal y como establecía la Constitución original. Entre los primeros actos legislativos de su mandato destaca la aprobación mayoritaria por el Congreso de la Carta de Derechos (Bill of Rights), integrada por las diez primeras enmiendas a la Constitución. Destacamos igualmente el Acta Judicial (Judiciary Act) de 1789, aprobada por el Congreso y firmada por el Presidente, en la que se establecían los tribunales de Distrito y Circuito y en la que se promulgaba que el Tribunal Supremo estaría formado por seis jueces, bajo el mandato de un Juez Jefe (Chief Justice).
El nuevo Gobierno debió encarar con celeridad los problemas económicos de la joven nación. Alexander Hamilton, encargado de las finanzas, emprendió una política económica bajo el principio enunciado por él a inicios de la década de 1780, de que el endeudamiento público era “una bendición nacional” que permitiría asentar las bases económicas con las que construir el futuro de la nación. Los objetivos de su política, que se plasmaron en la presentación al Congreso del denominado Programa Financiero, incluían instaurar la credibilidad nacional, fomentar la producción, sanear la moneda, crear un banco central, pagar las deudas de guerra contraídas , establecer aranceles proteccionistas y aumentar los impuestos.
El inicio del primer mandato presidencial de George Washington coincidió con la Revolución Francesa de 1789 y, en política interior, con la necesidad de instaurar drásticas medidas económicas. Ambos hechos contribuyeron de forma sustancial a la división de la opinión pública política respecto a estos temas y a la formación de grupos de opinión diferenciados que, como veremos en el capítulo dedicado a los partidos políticos, se encuentran en el origen de las organizaciones partidistas en la nación estadounidense. Las polémicas decisiones económicas de Alexander Hamilton provocaron la formación de un grupo de opinión en el Congreso en contra de sus medidas, liderado por James Madison y con el apoyo de Thomas Jefferson, cuya fuerza se evidenció en el Congreso, pero que no tardó en extenderse a los distritos electorales. Así pues, los enfrentamientos sobre cuestiones financieras contribuyeron de forma sustancial al origen de dos protopartidos políticos diferenciados: los Federalistas, liderados por John Adams y Alexander Hamilton, que se considera el antecesor del partido Whig surgido a mediados del siglo XIX y del actual Partido Republicano. Y los Demócratas-Republicanos, inicialmente conocidos como Antifederalistas o Republicanos, liderados por James Madison y Thomas Jefferson, en el que encontramos la génesis del actual Partido Demócrata. La Revolución francesa y la declaración de guerra de la Francia napoleónica contra Inglaterra, España y Holanda, contribuyeron de igual modo a la división y a la configuración de facciones políticas claramente identificables: los Demócratas-Republicanos expresaron su apoyo a Francia y los Federalistas a Inglaterra.
En las segundas elecciones presidenciales celebradas en 1792 se presentaron cinco candidatos. Si bien no podemos hablar todavía de adscripción partidista de los candidatos, sí podemos identificar dos grupos políticos divididos en torno a cuestiones constitucionales o de política económica. George Washington y John Adams como Federalistas, y Thomas Jefferson, George Clinton y Aaron Burr como Antifederalistas. De los 270 votos electorales en disputa, 132 correspondieron a George Washington, 77 a John Adams, 50 a George Clinton, 4 a Thomas Jefferson y 1 a Aaron Burr, siendo 6 los votos electorales no emitidos.
George Washington declaró con frecuencia su preocupación por la división de la opinión pública estadounidense, especialmente frente al conflicto bélico que asolaba Europa. Su preocupación derivaba del Tratado de Alianza Franco-Estadounidense de 1778, que podía forzar a la nación norteamericana a la asistencia militar a Francia. El Presidente defendió la neutralidad estadounidense en el conflicto europeo y recibió el apoyo de Alexander Hamilton y Thomas Jefferson. Hamilton defendió incluso la invalidez del Tratado firmado, puesto que el acuerdo había sido con la Monarquía francesa y no con la República napoleónica. George Washington aunque no declaró inválido el Tratado bilateral, si realizo en 1793 una Proclamación de Neutralidad de la nación estadounidense que urgía a sus ciudadanos a mantenerse imparciales.
En ese mismo año tuvo lugar el llamado asunto Gênet (Gênet affair), que recibe su nombre del Embajador francés en los Estados Unidos Edmund Gênet, quien desafiando la Proclamación de Neutralidad del Presidente fletó buques armados privados para hostigar los navíos británicos. George Washington, temeroso de que los incidentes pudieran involucrar a la nación estadounidense en un conflicto bélico, exigió de Francia la retirada del Embajador. Un nuevo incidente político se produjo con la firma del conflictivo Tratado de Jay (Jay Treaty) en 1794. Los británicos habían decidido atacar los buques estadounidenses que llevasen suministros a puertos franceses, acto que fue interpretado como una violación de la libertad de navegación y del derecho de una nación neutral a suministrar a otra bienes de uso no militar, y que contribuyó a incrementar el sentimiento antibritánico entre los ciudadanos estadounidenses.
Éste se debía fundamentalmente a que los británicos aún mantenían puestos militares en territorios del noroeste y a que muchos estadounidenses sostenían que los británicos apoyaban a los indios, para que se sublevasen contra los nuevos pobladores. Ante estos acontecimientos, George Washington envió al Juez Jefe John Jay a Londres, con el objetivo de negociar un Tratado que pusiese fin a las hostilidades. Gran Bretaña, consciente de que los Estados Unidos de América no entrarían en guerra firmó un Tratado con escasas concesiones, aunque sí se retiraban las tropas del noroeste y se acordaba la formación de comisiones que pusiesen fin a las reclamaciones económicas entre ambas naciones. La firma del Tratado incrementó el resentimiento estadounidense, ya que ni garantizaba la libertad de navegación y ni ponía fin a los ataques a sus buques, a pesar de lo cual obtuvo los votos mínimos para su ratificación en el Senado, gracias a la defensa del mismo realizada por George Washington y por Alexander Hamilton. Lo cierto es que a pesar de que el Tratado se calificó de fracaso por los medios de comunicación y por la incipiente opinión pública, contribuyó a formalizar la paz con Gran Bretaña y a mejorar las relaciones políticas entre las dos naciones.
La firma del Tratado de Jay alarmó a España, temerosa de que las dos naciones hubieran firmado un pacto secreto para asediar los territorios españoles de Florida y Luisiana, forzando las negociaciones entre España y los Estados Unidos de América en los numerosos contenciosos existentes. El resultado de estas negociaciones fue el Tratado de Pinckney (Pinckney Treaty) firmado en 1795 entre ambas naciones, por medio del cual se fijaba el río Misisipi como la frontera oeste y el paralelo 31 como la frontera sureña de la nación estadounidense, al tiempo que se garantizaba la navegación del río Misisipi a los estadounidenses y la salida al océano de bienes sin el pago de tarifas a los españoles, lo que constituía un notable éxito norteamericano.
La formación de facciones político-ideológicas, las críticas recibidas del incipiente grupo político Demócrata-Republicano, especialmente las derivadas de la firma del tratado del Juez Jay con Gran Bretaña, así como acontecimientos como la Rebelión del Whisky, hicieron a George Washington no presentarse al tercer mandato, lo que se convirtió desde entonces en un precedente presidencial. En su discurso de despedida, redactado con la ayuda Alexander Hamilton, el Presidente saliente denunció la nueva política partidista como divisiva y peligrosa, sosteniendo que los partidos carecían de objetivos nacionales. Igual de taxativo fue en política exterior, sugiriendo a la nación que estableciese relaciones comerciales con todas las naciones, pero sin firmar alianzas. En palabras del propio George Washington: “Nuestra política es mantenernos libres de alianzas permanentes”. Este discurso influiría de manera decisiva en la política de aislacionismo que caracterizó los inicios de la República, lo que se puede justificar también por la lejanía física de Europa, por la división de la opinión pública en política exterior y por el escaso poder militar y naval de la nación estadounidense, que podría suponer la pérdida de la independencia de la nación.
En las terceras elecciones presidenciales de 1796, el Federalista John Adams venció al candidato Demócrata-Republicano Thomas Jefferson y al también candidato Federalista Thomas Pinckney, en una ajustada votación en el Colegio Electoral de 71, 68 y 59 votos electorales respectivamente. En estas elecciones se dio la circunstancia política de que los electores federalistas eligieron como segunda alternativa al candidato Demócrata-Republicano, por lo que Thomas Jefferson se hizo con la Vicepresidencia, a pesar de pertenecer a una grupo político distinto del Presidente electo. Se trata de la figura electoral que conocemos como voto dividido (split ticket), que consiste en votar a un candidato de un partido y a otro candidato de otro partido en la misma elección. Era la única vez que esto ocurría en el sistema electoral, ya que la Enmienda XII requerirá listas separadas para el Presidente y para el Vicepresidente, eliminándose el sistema de que el segundo candidato con más votos electores se convertía automáticamente en el Vicepresidente de la nación.
Una fuerte oposición interna y los conflictos exteriores en Europa hicieron difícil la labor del nuevo Presidente. En política interior, debido a las consecuencias de la aprobación por el Congreso en 1898 de las cuatro Actas de extranjeros y sedición. Los Federalistas, de quien partió la iniciativa legislativa, sostenían que su objetivo era asegurar la nación frente a los enemigos, sin embargo, el propósito último era debilitar las posiciones de los Demócratas-Republicanos. El Acta de Nacionalización (Naturalization Act) incrementó de 5 a 15 los años de residencia de un inmigrante para convertirse en ciudadano norteamericano, lo que perjudicaba los intereses electorales de los Demócratas-Republicanos, ya que la mayor parte de los inmigrantes votaban a este partido. El Acta de Extranjeros (Alien Act), permitía al Presidente deportar a cualquier foráneo que se considerase peligroso para la nación y, el Acta de los Enemigos Extranjeros (Alien Enemies Act), su detención en tiempo de guerra. Si bien estas tres actas no fueron aplicadas por John Adams, lo cierto es que provocaron la salida del país de algunos extranjeros.
Por último, el Acta de Sedición establecía multas y prisión para aquellos que escribieran ataques “falsos, escandalosos y maliciosos” contra el Congreso o el Presidente, lo que provocó miedo a criticar públicamente a los Federalistas. La Ley era rechazada por el Vicepresidente Alexander Hamilton, ya que dejaba sin sentido la Primera Enmienda sobre la libertad de prensa, a pesar de lo cual entró en vigor y fue usada para juzgar a diez editores que apoyaban a los Demócratas-Republicanos. Estas acciones lejos de debilitar al Partido Demócrata-Republicano lo fortalecieron, al percibir los ciudadanos que el Partido Federalista amenazaba sus libertades civiles. Ante esta situación James Madison y Thomas Jefferson instaron a las legislaturas de Virginia y Kentucky a aprobar una resolución que declarase la inconstitucionalidad de dichas leyes. Las cámaras estatales aprobaron las denominadas Resoluciones de Virginia y Kentucky, en las que se invocaba la doctrina de la soberanía estatal, cuyo principio promulga que el Gobierno federal lo crea los estados para servirles en sus necesidades, pudiendo ser declaradas inconstitucionales por las legislaturas estatales, las decisiones aprobadas por el Congreso que contravengan dicho objetivo. Las mencionadas resoluciones se configuraron como un conjunto de medidas destinadas a establecer mecanismos de control de los poderes federales, como consecuencia de las decisiones que habían adoptado los federalistas.
En política exterior la Presidencia de John Adams se caracterizó por las difíciles relaciones con Francia, por entonces en guerra con Gran Bretaña, derivadas de la política exterior de neutralidad de George Washington y de la ratificación por el Senado del Tratado de Jay. Ambas cuestiones encendieron los ánimos de los franceses e iniciaron una campaña de asedio a los navíos estadounidenses. Estas acciones extendieron el sentimiento antifrancés en Norteamérica y provocaron que los Demócratas-Republicanos reclamaran la declaración de guerra a Francia. Tras algunas negativas previas para recibir a los enviados estadounidenses y algunas hostilidades marítimas, los franceses recibieron y negociaron el cese de las hostilidades. El envío de esta misión de paz a Francia enfrentó fuertemente al Presidente John Adams y al Vicepresidente Alexander Hamilton.
Con el siglo XVIII acaba también el período político conocido como era federalista. En las elecciones de 1800 los Federalistas perdieron el control de los brazos ejecutivo y legislativo y, tras estas elecciones, se disolvieron como partido político, aunque sus ideas permanecieron en la sociedad y presentaron candidatos con los mismos ideales hasta las elecciones presidenciales de 1816. Entre las causas que pueden explicar el derrumbe electoral Federalista cabe destacar: la expansión por todo el territorio norteamericano, especialmente en el oeste, de los principios de la democracia; la rivalidad partidista interna entre John Adams y Alexander Hamilton; la política exterior Federalista a favor de Gran Bretaña; la oposición popular a las medidas económicas implantadas; y, finalmente, el rechazo a las medidas legislativas contra los extranjeros. Los Federalistas habían controlado el poder ejecutivo desde la misma fundación de la nación y, tomando como base la Constitución, durante doce años dejaron una impronta política reconocible, que consolidaba el nuevo sistema político. Entre éstas cabe destacar que implementaron el nuevo sistema de gobierno que recogía la Constitución; legitimaron las nuevas instituciones políticas; incrementaron la prosperidad económica de la nación; crearon un sistema judicial; demostraron la capacidad del Gobierno de hacer cumplir la Ley; consiguieron mantener a la nación fuera de la guerra; y, lo más importante, construyeron las estructuras y las instituciones políticas de la nueva nación, muchas de las cuales todavía hoy permanecen inmutables.
En las elecciones presidenciales de 1800 el candidato Demócrata-Republicano Thomas Jefferson resultó vencedor, enfrentándose a su viejo amigo John Adams, en una campaña en la que los primeros permanecieron unidos, mientras los Federalistas se presentaron divididos. Pero la contienda electoral no le aseguró la Presidencia de forma inmediata. Los candidatos Demócratas-Republicanos Thomas Jefferson y Aaron Burr obtuvieron 73 votos electorales, mientras que los candidatos Federalistas John Adams y Charles C. Pinckney 65 y 64 respectivamente. De acuerdo con la Constitución original cada elector en el Colegio Electoral debía emitir dos votos. El candidato con más número de votos se convertía en Presidente, mientras que el segundo más votado se convertía en Vicepresidente. Al haber votado todos los electores un voto por cada candidato el resultado fue el empate, por lo que se trasladaba la decisión de la elección presidencial a la Cámara de Representantes. Esta Cámara, elegida en 1798, en realidad representaba el viejo espíritu Federalista, por lo que estuvieron a punto de llevar la elección del candidato presidencial a un punto muerto, tras treinta y seis votaciones. En la votación trigésimo sexta un grupo de Federalistas decidió abstenerse con la intención de facilitar la elección presidencial de Thomas Jefferson, decisión que fue facilitada por la intervención de Alexander Hamilton, quien a pesar de las discrepancias políticas lo consideraba mejor candidato que Aaron Burr. En votación de un Estado un voto, Jefferson obtuvo 10, Burr 4 y 2 votos no fueron emitidos, por lo que el primero se convertía en Presidente y el segundo en Vicepresidente. Como consecuencia de los problemas derivados de estas elecciones y de las celebradas en 1796, se promulgó la Enmienda XII, que como ya vimos requirió en el Colegio Electoral listas separadas para el candidato presidencial y vicepresidencial.
Thomas Jefferson comenzaba su mandato con una clara defensa de la unidad frente a la división partidista de la nación, al afirmar en su primer discurso que “todos somos Republicanos y todos somos Federalistas”. Bajo esta concepción, en el ideario del nuevo Presidente no se concebía como permanente un sistema bipartidista, sino que se trataba de una situación coyuntural provocada por una visión enfrentada de los temas de actualidad política. Ideológicamente, Thomas Jefferson consideraba la democracia como la mejor forma de gobierno, pero sostuvo que ésta podía funcionar mejor en sociedades pequeñas, agrícolas y con gobiernos limitados. En su discurso inicial el Presidente Jefferson se comprometía a limitar los poderes del gobierno y a desarrollar la Constitución de la que se habían dotado los estadounidenses. Compromisos que pronto se vieron sometidos a las exigencias de la diplomacia exterior y la lucha política partidista.
En el cargo, uno de los principales problemas a los que hubo de hacer frente Thomas Jefferson fue la falta de reconocimiento constitucional para el ejercicio efectivo del poder ejecutivo, de ahí que a medida que ejercía el poder fuese asentando nuevas formas de hacer política presidencial, desde una perspectiva e interpretación amplia de la Constitución. Como Jefe del Ejecutivo, Thomas Jefferson:
• Revocó buena parte de las medidas legislativas adoptadas durante la era federalista. En concreto restableció el período de cinco años para obtener la ciudadanía, dejó sin vigor las actas de sedición y extranjeros, derogó el Acta Judicial y sustituyó cargos, incluidos jueces del Tribunal Supremo que habían sido designados en la anterior etapa política.
• Se enfrentó con los miembros del poder judicial, muchos de los cuales habían sido designados por John Adams, especialmente con el Juez Jefe John Marshall, que fue la última designación del Presidente Adams. Sin duda, el caso más polémico y de mayores consecuencias para el poder ejecutivo fue Marbury Vs. Madison en 1803, en el que el Tribunal Supremo estableció por primera vez el ejerció del poder de revisión judicial de la legislación aprobada por el Congreso. Una decisión que en realidad limitaba claramente también al poder ejecutivo y no exenta de implicaciones en la configuración del sistema político estadounidense.
• Mantuvo algunas medidas adoptadas con anterioridad y así, salvo la eliminación del impuesto sobre bebidas, continuó con el programa económico de Alexander Hamilton que incluía el pago de deudas y permitía que el Banco Nacional continuase operando, al considerarlo una necesidad de la nación. En materia económica Thomas Jefferson redujo la deuda nacional un tercio y recortó el presupuesto, especialmente los gastos militares.
• Continuó la política exterior de neutralidad iniciada por George Washington. Cuando llegó al cargo la crisis con Francia ya había concluido, lo que le permitió reducir los gastos militares. Fue en su segundo mandato, cuando trató de mantener a la nación neutral ante las guerras napoleónicas.
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