«Alexa»: La Revolución Digital
Alexa es un asistente virtual de voz facilitador de tus necesidades diarias relacionadas con la meteorología, la música, recetas, lecturas, noticias, emisoras e incluso video llamadas. Yan Leccun, director de FAIR, la división de inteligencia artificial de Facebook matiza que “todos los asistentes virtuales por voz (Siri, Alexa, Google Asistan) siguen guiones preparados por humanos para el reconocimiento de palabras, lo que da a la Inteligencia Artificial una comprensión aún muy superficial del sentido de las palabras.”
Esto no es más que un ejemplo de la gran revolución digital que se inició hace ya más de medio siglo, cuando Neil Armstrong, pisó por primera vez la luna en 1969. Conviene recordar que con esa conquista se inició una nueva era de la humanidad, que ha tenido su origen en la misiones de la NASA en el espacio. Internet, el uso del GPS o los Smartphone, son el producto de años de minuciosa investigación del hombre y de su espíritu creativo y descubridor.
No hay duda que las nuevas tecnologías están mediatizando nuestras vidas y comportamientos personales. El mundo de las comunicaciones; la inmediatez de la información; las relaciones laborales; la globalización de la economía, de la política e incluso de la salud están condicionando muy seriamente tanto al desarrollo de la sociedad mundial como a las conductas y relaciones interpersonales.
La era digital es un nuevo salto en la vida de la humanidad. El problema es que su desarrollo va a una velocidad mucho mayor que la formación cultural y humanística del hombre por lo que existe un peligro de ser “robotizado”, reduciendo su capacidad de reflexión y decisión.
Henry Kissinger hizo una importante reflexión en The Atlantic sobre la Inteligencia Artificial (IA): “La era de Internet en la que ya vivimos prefigura algunas de las cuestiones y problemas que la IA no hará sino complicar más. El objetivo de Internet es ratificar el conocimiento mediante la acumulación y manipulación de cada vez más datos. El conocer humano pierde su carácter personal. Los individuos se vuelven a los datos y los datos mandan”
El mismo Kissinger hace una serie e inteligente advertencia sobre el predominio de lo radical sobre lo reflexivo, uno de nuestros crecientes males: “Inundados de opiniones por medio de las redes sociales se debilita la fortaleza que exige formar y mantener convicciones. Como el énfasis digital en la velocidad inhibe la reflexión, favorece el predominio del radical sobre el reflexivo”
No cabe duda que en los albores de este nuevo año, la epidemia del coronavirus, las alteraciones climáticas y el caos político que padecemos, nos están arrollando desde un torbellino de acontecimientos, datos e informaciones que están superando nuestra capacidad de asimilar las causas de tanto mal y los riesgos que comportan. La salud, el clima y la política, cabalgan hoy digitalmente sobre nuestras cabezas cual jinetes del Apocalipsis.
Parece que el coronavirus, en algunos aspectos, se ha convertido en aliado de la avanzada tecnología. Antes de la epidemia, el teletrabajo, por ejemplo, se veía más como una posibilidad de ir modernizando el proceso de producción de una empresa que como una necesidad inmediata.
Hoy se ha invertido la tendencia en España. Según un estudio de Randstad de un total de 18,6 millones de ocupados, el 16,2% trabaja ya habitualmente desde sus casas, un porcentaje que ha crecido en el último año, ya que en 2019 el peso de estos profesionales era solo del 4,8%. Es evidente que esta solución de emergencia ha sido positiva para mantener los puestos de trabajo en aquellas empresas privadas o públicas que lo permiten, para no disminuir su productividad e incluso facilitar la conciliación familiar.
Esto abre un debate sobre su incidencia en el mercado laboral y en si el distanciamiento físico del trabajador de la empresa repercute en un mayor grado de deshumanización, o de confianza y empatía con los objetivos a alcanzar, además de un aislamiento del entorno social.
Un riesgo añadido de las nuevas tecnologías lo encontramos en el uso de redes tan populares como Google, Facebook, Twitter o YouTube. En sí mismas estas revolucionarias herramientas de información y comunicación responden a un notable avance para el desarrollo de la humanidad, como lo fueron en su día el descubrimiento de la electricidad, el teléfono o el aeroplano.
Pero el uso inadecuado de ellas por parte de sus usuarios e incluso de las autoridades gubernamentales pueden suponer una forma indecente e incluso inmoral de manipular a las personas y a la sociedad. La proyección de imágenes con escenas de violencia o pornográficas, la propagación de noticias falsas o fake news o la manipulación de datos personales de Facebook como la que utilizó la consultora Cambridge Analíticas para las elecciones de los EEUU o para el referéndum del Brexit, vienen siendo algo habitual. Una vez más se abre el debate en cómo buscar un equilibrio entre seguridad y libertad.
Este afán controlador, y no precisamente para velar por la limpieza de las redes, es lo que le ha sobrevenido también al gobierno socialcomunista que padecemos. No nos olvidemos que al hilo de controlar los “bulos o fake news ordenó monitorizar las informaciones que le molestaban, como anunció el General José Manuel Santiago, asegurando que la Guardia Civil trabajaba para minimizar “el clima contrario” por su gestión de la crisis. Una evidencia más de la inseguridad de privacidad que padecemos.
Cansado de tanta manipulación le pregunté a «Alexa»: Alexa, ¿tú me controlas?. Respuesta de Alexa : Lo haré cuando me programen para ello. Ese es ahora mi temor…