AD. La noche electoral no disipará la oscura neblina que domina el panorama político en Cataluña y por ende en el resto de nuestra maltratada España. La aparición de VOX y la congénita debilidad del PP han escanciado el resultado de cualquier elección: la derecha española no es ya alternativa de nada ni de nadie. A lo único que podemos aspirar es que algunas actas de diputados no pasen a engrosar las filas del rojerío. Sin embargo, el resultado será siempre el mismo: la hegemonía de una izquierda que vampiriza la profunda división de una derecha cainita incapaz de construir un verdadero discurso de renovación moral frente a las propuestas neo marxistas del “capitalismo inclusivo”, asumido con alborozo por el mismo papa Francisco.

El PP equivocó desde el principio su estrategia electoral en Cataluña coqueteando y apoyando durante años al corrupto Pujol cuando ya no alcanzaba la mayoría. Jugó al catalanismo trasnochado del millonetis Cambó y del beatorro arzobispo Torras y Bages. Se les rieron a la cara… por no decir algo peor. Vapuleados y despreciados por los convergentes, los peperos continuaron mendigando una influencia que nunca tuvieron. Con la única excepción de la legislatura de Vidal Cuadras, que se enfrentó directamente al spaguetti western catalanufo de Jordi Pujol, el PP catalán ha ido languideciendo y agonizando sin que nadie le llore.

La campaña electoral del PP en Cataluña ha sido prácticamente inexistente, a pesar del buen hacer y de la honradez de su candidato. El perfil bajo que ha mostrado la formación política, muchísimo más preocupada de evitar el sorpasso del PP que de enfrentar el independentismo, ha transmitido una imagen de profunda desolación y desesperanza ante el tsunami del soberanismo radical.

Ignacio Garriga, cual caballero andante en un torneo perdido de antemano, ha querido recoger las migajas que caen de la mesa del PP sobre todo y, también, de Ciudadanos, con un discurso vagamente patriotero y, eso sí, tímidamente identitario, denunciando la creciente islamización de Cataluña.

“Alea jacta est”, como diría Julio César. Un parlamento catalán absolutamente fragmentado donde sólo el independentismo más gamberro acabará gobernando ante la mirada aterrada del PP y de VOX refugiados, cómo no, en el burladero de sus crecidos sueldos. Vengan días y caigan panes. Los demás, que somos muchísimos, ¡a fastidiarse!

El PSC gana las elecciones de Cataluña pero el independentismo refuerza su mayoría

El PSC se impone como el partido más votado de los comicios del 14-F con 33 escaños. No obstante, el independentismo renueva su primacía en Cataluña con ERC, Junts y la CUP sumando una amplia mayoría. Así, los de Oriol Junqueras obtienen a esta hora 33 escaños, casi los mismo que suman los neoconvergentes de Carles Puigdemont, que se quedarían con 32 diputados.

Con estos resultado, Salvador Illa sería el ganador de las elecciones celebradas este domingo al lograr sumar 17 escaños al montante que obtuvo Miquel Iceta en 2017. Con todo, será difícil para el socialistas engrasar una mayoría alternativa a un independentismo que apenas pierde fuelle en escaños y que solo reequilibra, levemente, su correlación de fuerzas a favor de Esquerra, que pasa de segundo a primer puesto en el bloque soberanista.

El recuento también confirma a esta hora la caída sin precedentes de Ciudadanos, que pasa de 36 a seis escaños y la irrupción de Vox, que entra en el Parlament con once escaños. La CUP también sube de forma notable, al pasar de cuatro a nueve escaños, mientras que los comunes se quedan igual con ocho. El PP, a su vez, pierde un diputado a esta hora y se queda con tres mientras que el PDECat no obtiene representación a pesar de estar muy cerca de lograr un escaño.

Por bloques, el independentismo conserva y refuerza su mayoría. No en vano la suma de Esquerra, Junts y la CUP alcanza los 73 escaños. A su vez, la suma de republicanos y comunes con los socialistas, el denominado «tripartito» de izquierdas, obtendría a esta hora un escaño más, con un total de 74 de 135.