Europeo sub 21.- A semifinales por la puerta grande (3-0)
D.A.- La Selección tuvo una genésis olímpica. Se montó para acudir a unos Juegos y salió plata. Allí, en Amberes, nos abrimos paso hacia el podio a base de furia, que primero se escribió con minúsculas y luego con mayúsculas. Noventa y un años estamos a punto de coger la antorcha de nuevo, aunque a Londres, si ganamos a Bielorrusia en semifinales, nos habrán conducido el toque, la combinación, la paciencia, la posesión y el buen gusto. Un estilo para los que están y para los que vendrán. De Belauste a Thiago hemos recorrido varias galaxias, pero estamos en un mundo definitivamente mejor y más bonito, aunque suene menos emocionante y racial.
Ante el pelotón de fusilamiento se colocó ayer Ucrania y nos duró un suspiro. Y eso que aparentaba ser un equipo de grandes dimensiones, con siete internacionales absolutos y dirigido por Yakovenko, centrocampista de aquel Dinamo de Kiev de Lobanovski que redujo a chatarra al Atlético en la final de la Recopa del 86. No le dio tiempo ni a ponerse de puntillas ante esta estupenda selección de Milla, que está más en la onda de la que Luis patroneó en la Eurocopa que de la que nos llevó a la gloria en Sudáfrica, aunque sean primas hermanas. Un solo mediocentro, Javi Martínez, de cemento armado y capaz de regar muchas hectáreas, y cuatro ardillas por delante, en constante movimiento, a un toque, yendo y volviendo. Cloroformo para cualquiera, también para Ucrania. Y sobre esta montaña de talento, Thiago, pieza única en el campeonato, quizá también en el mundo entre los de su edad. El cruce entre el tiqui-taca y la samba, que no hay mejor música de baile en el fútbol, pero sin salirse del plan, sin poner en peligro el bien comun.
Los goles
Ucrania contempló como una figura de cera el centro-chut al palo de Dídac a los tres minutos y cayó como un saco ante su primera equivocación. Nadie supo cortar un pase en diagonal de Ander Herrera que Mata tramitó en boca de gol con un remate raso e imparable. Los dos mediocentros ucranios, Chesnakov y Biliy, resultaron poca cosa entre aquel ballet rojo que ocupaba todo el escenario: Mata sorprendiendo, Herrera conduciendo, Thiago de sabelotodo, Muniain soltando sopapos en la izquierda y Adrián desempaquetando los regalos. No hubo dique que los detuviera. Tampoco un Zavarov o un Blokhin de última generación que invirtiera la situación.
Hasta los laterales blanquearon el juego, porque fue Montoya quien asistió a Adrián en el 0-2, aunque el invento hay que atribuírselo a Thiago, con un envío profundo y sobre la marcha que desartículo a la zaga amarilla. No fue un pase, fue una estocada.
El marcador nos quitó el apetito al final. El marcador y los seis jugadores advertidos (alguien debería investigar por qué andamos así sin pegar una patada). Esa amenaza también la salvamos. La Selección fue frenándose camino de la meta y Ucrania equilibró la posesión sin cargar de trabajo a la zaga española. A lo más que llegó fue a intercambiar penaltis y en portero tampoco estuvieron a nuestra altura. Marcó Mata el suyo y paró De Gea el que lanzó Konoplyanka. Sólo faltó el gol de Thiago, que se perdió por dos dedos. Estamos a un paso de Londres y celebrarán tenernos allí. España mejorará sus Juegos. Será después de ganar esta Eurocopa.