¿Huele a pescado podrido?
No tenía ningún infiltrado en la reunión de la Ejecutiva socialista madrileña que analizó los resultados en las recientes elecciones a la Asamblea de esa comunidad y, por lo tanto, no puedo alcanzar a saber si de puertas adentro también repitieron las mismas majaderías que esparcieron por doquier para explicar el motivo de su fracaso. Tal vez, cuando no hay micrófonos delante, la honestidad analítica haga que los diversos expertos traten de encontrar la verdad y ejerciten la autocrítica imprescindible para entender la desafección de la gente, pero puede que ni por esas y que la autocomplacencia sea indestructible, de tal manera que acaben echando la culpa a Franco, a los nazis o a las latas de conserva.
Con una soltura intelectual propia de la más sólida estulticia, Carmen Calvo, que es a la que sacan de procesión para que se sepa lo que piensa Pedro Sánchez sin necesidad de que lo diga él, administró una suerte de explicaciones propias de plantas alucinógenas para acabar riñendo a los votantes madrileños por haberles dejado en una muy honrosa tercera posición. La especie de desprecio intelectual por la mayoría de electores de Madrid mostrado por la vicepresidenta evidencia un estado de rabia que no augura nada bueno para los habitantes mesetarios, pero mucho menos para este partido socialista que, a decir de históricos como Leguina o Antonio Miguel Carmona, no es el PSOE, sino una agrupación sanchista cualquiera.
Mientras en La Moncloa no entiendan -o no quieran hacer ver que lo entienden- que el voto ha sido un castigo directo a Pedro Sánchez, no sabrán aplicar las terapias adecuadas y exclusivamente serán miembros de un coro embobado que solo se cree sus propias mentiras. Los votantes de Madrid han castigado a quien les ha maltratado, a quien les ha despreciado, insultado, engañado, utilizado y amenaza con seguir haciéndolo. A Pedro Sánchez y un gobierno sostenido por los alfileres de la anti-España. Bastaba que enfrente tuviesen una persona aguerrida y con claridad en el manejo de ideas -quizá no muchas, pero sí sólidas- para que le soltaran este aviso a navegantes en forma de bofetón. ¿De veras esperaban cautivar a los madrileños menospreciándolos con invectivas del estilo de José Félix Tezanos y sus desvaríos tabernarios? ¿De veras quieren ganarse su favor escupiendo reflexiones sobre el nazismo o acerca de la simpleza de un electorado que vota a Ayuso por dejarles beber vino en los bares? ¿Cuándo huyó despavorida la sindéresis de la sede del sanchismo convirtiendo sus silogismos en pescado podrido? ¿De veras creen que la única explicación posible es que el votante «se ha radicalizado»? ¿Se ha radicalizado el votante y no el PSOE de este impostor corrosivo que oxida cuanto toca?
Se consolarán echándole las culpas a Gabilondo, al que han mareado y maltratado en campaña de una forma inopinada, pero cuanto más tarden en reconocer que la culpa no es de este hombre, más progresará el gusano que poco a poco va comiendo la maleza que rodea el palacio y que acabará desalojando a tanto óxido radical.