Estudio de Harvard: Los cierres han aplastado a la clase trabajadora y han dado poder a las élites
Un nuevo estudio de la Universidad de Harvard muestra que los cierres han aplastado casi por completo a la clase trabajadora mientras consolidaban silenciosamente el poder y la riqueza de las élites del mundo.
Los resultados revelan que las órdenes de bloqueo del gobierno han devastado a las clases trabajadoras y han dejado a las clases altas en una situación mucho mejor.
El análisis examinó los niveles de empleo en enero de 2020, antes de que se aplicaran las órdenes de bloqueo y otras restricciones a la economía. Los comparó con las cifras de empleo del 31 de marzo de 2021.
El empleo de los trabajadores con salarios más bajos, definidos como los que ganan menos de 27.000 dólares anuales, se redujo en un enorme 23,6 por ciento durante el período de tiempo. El empleo de los trabajadores con salarios medios, definidos como los que ganan entre 27.000 y 60.000 dólares, se redujo en un modesto 4,5%. Sin embargo, el empleo de los trabajadores con salarios altos, definidos como los que ganan más de 60.000 dólares, aumentó un 2,4% durante el periodo de tiempo medido, a pesar de la agitación económica del país.
Algunos críticos sostienen que la pandemia, y no los cierres gubernamentales, son la verdadera fuente de esta coacción económica. Aunque no cabe duda de que el propio virus desempeñó algún papel, los cierres gubernamentales fueron sin duda el factor más importante. Es bastante intuitivo pensar que ordenar a la gente que no frecuente los negocios y criminalizar los medios de vida de las personas, perjudicaría a la economía. Esta intuición está confirmada por datos y estudios que así lo demuestran. Y no hay que olvidar el hecho de que los estados con fuertes medidas de bloqueo han tenido sistemáticamente tasas de desempleo mucho más altas que los estados que adoptaron un enfoque menos restrictivo.
Otros podrían insistir en que la mitigación de la propagación del COVID-19 lograda por los cierres justifica estas consecuencias económicas. Pero este argumento no tiene en cuenta los numerosos estudios revisados por expertos que demuestran que las órdenes de cierre no frenaron eficazmente la propagación de la pandemia, ni el hecho dolorosamente inconveniente de que la mayor parte de la propagación del COVID-19 no se produjo en los lugares de trabajo, los restaurantes o los gimnasios, sino en los hogares. (Lo que hace que las «órdenes de permanecer en casa» parezcan un error asombroso en retrospectiva).
Así pues, todo lo que parece haber conseguido el bloqueo es, en el mejor de los casos, un leve retraso en la trayectoria de la pandemia a cambio de una serie de consecuencias letales imprevistas, como una crisis de salud mental y un aumento vertiginoso de las sobredosis de drogas. Y, como sabemos ahora, unas consecuencias económicas altamente regresivas para la clase trabajadora.
Por supuesto, es casi seguro que los investigadores de la Ivy League no tenían la intención de exponer los fallos de las políticas pandémicas del gran gobierno cuando se dispusieron a catalogar los datos de empleo. Pero, como dijo Adams, los hechos son cosas obstinadas.