El hombre de la ‘baraka’ y el Cid Campeador
Cuentan las crónicas de la época que el Cid Campeador, inspiraba tal miedo a sus enemigos, que lo ponían a cabalgar después de muerto y huían despavoridos. La cuestión es que don Rodrigo Díaz de Vivar, el más famoso y admirado mercenario de nuestra Historia, continuó ganando batallas y atemorizando a sus enemigos incluso después de muerto. Hay personas cuya influencia y circunstancias son tan notables, – sean en sentido negativo o positivo-, que se perpetúan más allá de su propia vida. Y esto parece estar ocurriendo con aquel “ Franquito”, que a sus treinta y dos años era el general más joven de Europa, gracias a su probado valor en las campañas y murió cuando le llegó su hora, como vulgarmente se dice con las botas puestas, aunque en su caso fuera una prolongada, inhumana y dura agonía entre cables y operaciones.
Ese hombre que salió airoso en el famoso y comentado enfrentamiento con Hitler, dueño absoluto de Europa entonces, librándonos de entrar en la segunda guerra mundial contra todo pronóstico. Algo que gobernantes contemporáneos y con interlocutores mucho más fáciles de capear, no han sido capaces y nos han metido y siguen haciéndolo en conflictos bélicos que en nada nos incumben y tanto nos cuestan en vidas humanas y recursos económicos. El mismo que a pesar del duro aislamiento internacional al que fue sometido, a la condena y rechazo de la ONU y la amenaza constante del comunismo internacional entonces pujante, continuó firme al frente de nuestra nave, sorteando las más procelosas aguas de un mundo soliviantado que aún sufría las secuelas de una terrible contienda mundial.
En contra de lo que muchos presagiaban y deseaban, su régimen se afianzó y uno tras otro, (los Estados Unidos, primero) , todos se fueron acercando a él y ofreciéndole su reconocimiento y amistad. Ese pequeño y terco militar gallego había vencido nuevamente una de sus más difíciles batallas. Y esto es Historia vivida, así como las numerosas visitas de los Jefes de Estado, que ayer le criticaban con saña, mostrándose ante el mundo sonrientes y satisfechos junto al odiado “dictador”.
Que fuera mejor o peor, más autoritario que indulgente, severo con sus enemigos y excesivamente controlador de los ciudadanos, es otra cuestión. No intento canonizar a nadie. En su tiempo tuve los únicos impedimentos de la censura por algunos de mis artículos que intenté publicar, entre ellos algunas entrevistas con Buero Vallejo, que quedaron inéditas, al ser entonces persona “non grata”, a pesar de que fue un hombre excepcional en toda la acepción de este adjetivo. Muchos cerebros privilegiados y científicos notables tuvieron que exiliarse ante la amenaza constante y el acoso gubernamental. Me gusta resaltar lo bueno y malo de todo cuanto expongo. Espero que en esta cacareada libertad y democracia me dejen expresar con entera libertad estas opiniones sin ningún tipo de represalias, aunque se trate de un tema tabú en los tiempos que corren.
Ni he sido franquista, ni le debo nada al franquismo, salvo un periodo de paz, de respeto cívico, trabajo, unidad nacional y dignidad, que no he vuelto a gozar desde entonces, ni tampoco me considero un anti franquista radical, aunque en muchas ocasiones no haya estado de acuerdo con sus métodos y excesiva tutela. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
Dicho lo cual, he de aclarar que me parece una cobardía cebarse con una persona muerta que ya no puede defenderse y a la que en vida temían y acataban como si fuera una especie de personaje mitológico y símbolo sagrado. Es fácil y al parecer queda muy “guay”, hacer ostensibles burlas y escarnios de un personaje, que quieran o no, pertenece a nuestra Historia e hizo cosas censurables, no lo vamos a negar, pero también logros y aciertos, que no debemos omitir y en mucha mayor medida y beneficio comunitario que nuestros actuales políticos tan empeñados en enlodarlo todo. Ni me emociona, ni me produce rencor la figura de Franco, pero si me infunde respeto y en algunos aspectos gratitud. Al menos no había tantos desahucios, ni parados, empresas en quiebra y gobiernos y políticos que mantener. Sí hubo en cambio pantanos, que hoy nos permiten asegurar el consumo de agua y energía eléctrica; la fundación del INI con su enorme aporte industrial de cara al mundo; prestigiosas empresas de fabricación de automóviles, camiones y otras clases de vehículos netamente españolas, como SEAT y PEGASO, que los nuevos jerarcas malvendieron en la primera oportunidad que tuvieron a empresas foráneas.
Asimismo, teníamos una industria en alza constante que nos llegó a colocar en el octavo lugar como potencia mundial, sin olvidar, por supuesto, la invención del Instituto Nacional de Previsión, con la Seguridad Social, el plan de sanidad y de pensiones y las cargas familiares o puntos para ayudar a incrementar la maternidad, que nos evitó tener que soportar esta incontrolada y masiva inmigración sin cualificación, ni beneficio para nuestra colectividad, que llega a diario a nuestras costas y la mayoría con sus vientres fertilizados. Ya no es cuestión de humanidad, sino de simple supervivencia y defensa de nuestra identidad nacional.
Otro asunto de enorme interés e importancia fue la fundación de la ONCE para la protección de los ciegos y discapacitados, siendo la primera nación europea y creo que sigue siendo la única, que se ha preocupado de ellos, aunque pocos de sus protegidos tengan la honestidad de reconocerlo. Años en que se valoraba en su justa medida e importancia la integridad de la Patria, que hoy nos parece una entelequia, el respeto y la veneración a nuestros símbolos y tradiciones y un largo etcétera que haría exhaustiva esta relación. Todo se ha perdido en nombre de esta sacrosanta democracia, que nos permite largar y despotricar a nuestro albedrío, -por eso lo hago-, aunque nos cueste no poder encontrar trabajo, ni vivir seguro y dignamente bajo un techo. Hasta Marruecos nuestro exigente y nunca satisfecho vecino, -ante el que se inclina servilmente nuestro nuevo candidato a presidente y actual vicepresidente primero cuando se halla ante él-, le mostraba su sonrisa más complaciente y actitud más amistosa porque creía que ese hombre tenía “baraka”. Confundían los atributos masculinos con las veleidades de la fortuna. Su cambio de actitud se produjo en el mismo instante en que nuestro “generalito” agonizaba en un hospital, con esa falacia de la “marcha verde” y se ha ido recrudeciendo con los gobernantes que han llegado posteriormente.
Me parece absurdo y nada ético que se menosprecie únicamente a Franco, mientras se ensalza y ennoblece a otros personajes a mi entender más siniestros y dignos de repulsa, que hablan de dictadura franquista cuando ellos fueron artífices de nuestros años más nefastos bajo la dependencia de la dura dictadura estalinista. No obstante, éstos que ayer se hallaban escondidos en los “paraísos del proletariado”, por puro miedo y otros que lucieron entorchados e insignias de alto rango, son hoy los más exaltados detractores de un régimen gracias al cual sus padres y ellos mismos se dieron la gran vida. Hay apellidos muy sonados en este aspecto. Yo que en toda mi vida recibí un simple apretón de manos de las jerarquías de entonces, me enervo y sublevo contemplando tanto cinismo e hipocresía. Ni los propios nietos del llamado “dictador” salen a la palestra para defender al abuelo que tan bien situados les ha dejado. En eso Zapatero ha demostrado ser más coherente respecto al suyo.
Sé que este artículo no caerá bien a muchos lectores, incluso familiares, pero quiero llegar al final de mis días con la cabeza alta y libre de sonrojos. Ya no es hora de cambiar de postura, aunque tampoco lo haría si me quedaran otros muchos años de vida. Cuento y comento lo que sé por experiencia y no a través de textos leídos e historias oídas, ya que pueden estar escoradas a la diestra o a la siniestra y ninguna de ambas tendencias me interesan lo más mínimo. El hombre debe ser fiel a sus principios y morir con la dignidad y la satisfacción de haber dicho siempre su verdad sin ambages.
No sé qué nos pasa actualmente que al no poder vivir como Dios manda, nos dedicamos a remover las sepulturas intentando soliviantar el merecido sueño eterno de los caídos en nuestra guerra. ¿Para qué?. ¿ No es mejor dejar a los muertos descansando su paz eterna, que andar exhumándolos para volverlos a enterrar?. Con la creciente incineración se evitarán estos problemas. Tengo encomendado que mis cenizas las echen al viento de mi bahía gaditana y si no pudiera ser en cualquier otro lugar donde el aire las esparza en todas las direcciones. Sólo quiero que perdure mi recuerdo entre aquellos que me quisieron y que recen una oración, si tienen fe, por si me hiciera falta esta influencia. Lo demás carece de importancia, pura parafernalia y sacaliña de dinero.
Ahora a todos les ha dado por hablar del cadáver de Franco y aunque lleva treinta y seis años muerto, no se ponen de acuerdo donde lo quieren trasladar. Como si fuera ese jarrón, regalo de la suegra, que se cambia de sitio, para que se vea lo menos posible. A todos parece molestarle de repente donde está enterrado el que durante cerca de cuarenta años rigió los destinos de España. Hasta Fernando VII el “indeseable”, descansa tranquilo en su tumba y nadie se ha preocupado en cambiarle de lugar? ¿Por qué este hombre causa tanto pavor y recelo a sus adversarios? ¿Es un caso similar al de nuestro Cid Campeador que citaba al principio de mi artículo? ¿ Tanto le temen y odian para llegar al extremo de ensañarse con sus restos, ya convertidos en ceniza? ¡Qué proeza y machada ganar la batalla a un muerto! Me estoy acordando del libro de mi inolvidable y admirado Fernando Vizcaíno Casas :“Y al tercer día resucitó”. Es de vergüenza ajena. ¡Déjenlo en paz de una vez, aunque sólo sea por el respeto debido a todo cadáver!. .Preocúpense de los vivos y sus problemas, que son los que verdaderamente necesitamos los recursos públicos y atenciones gubernamentales para dejar de ir como “zombis” por la vida, ya que vamos a terminar por comernos los unos a los otros, como en la famosa tragedia de los Andes.