José María Íñigo y la leyenda de Uri Geller
EM.- Corría el año 1975. José María Íñigo ya era un presentador consagrado de la televisión de aquella época. 6 de septiembre de 1975, sábado por la noche, más de 20 millones de españoles (entonces sólo existían dos canales) permanecían expectantes frente a su televisor para ver la entrevista que el presentador iba a realizar en el programa Directísimo al mentalista israelí Uri Geller, el doblador de cucharas, el arreglarelojes.
Este sábado ha muerto José María Íñigo y, sin duda, una de las cosas por las que se le recordará, entre otras muchas, fue por el momento televisivo de Uri Geller, la cuchara y todo lo que vino después. Así se gestó la leyenda.
“Durante este programa van a ocurrir muchas cosas extrañas”, comenzó Íñigo el histórico programa. Las azafatas recorrían los asientos del público recogiendo los relojes estropeados de los que esperaban impacientes los poderes paranormales de Geller.
“Les pido la máxima atención. Silencio”, suplicaba íñigo mientras Uri Geller sostenía entre sus manos una cuchara sopera. Iba a doblarla, iba a partirla sólo con sus manos. El periodista y el mentalista hicieron que la respiración de millones de españoles se contuviera ante el espectáculo que se estaba a punto de producir.”Es fundir el metal… Siente que está comenzando, aunque en más de una ocasión me ha repetido que cuando lo tiene que hacer por orden o mandato… Dice que el metal se está calentando y que la cuchara se convertirá en algo así como plástico”, traducía Íñigo al mentalista.
La noche Uri Geller y José María Íñigo
Las caras del público se entremezclaban entre la sorpresa y la incredulidad. ¿Cómo era posible que un hombre fuera a partir una cuchara sólo con su mente? “No hay calor. Dice que se va romper, que se funde el metal”, y la cuchara se partió. “Insisto a los espectadores que no hay calor aquí”, retransmitía un sorprendido Íñigo mientras Uri Geller sostenía el trozo de cuchara partido entre sus manos. Los aplausos retumbaron en todo el plató de los estudios de la cadena pública. La cuchara se había partido, la había partido la mente de Uri Geller.
“Un momento, un momento… A una mujer se le ha partido también una llave”, decía Íñigo advertido por el propio Geller. Lo había conseguido el mentalista y lo había conseguido media España. Cientos de españoles siguen jurando hoy en día que aquella noche su cubierto se partió.
El espectáculo no había acabado. Geller cogía uno de los relojes y lo frotaba con fuerza con la otra mano. ¡El reloj volvió a funcionar! El mentalista pedía al público de casa que hicieran lo mismo (“tienen que creer con fuerza que sus relojes van a andar”), que iban a arreglar sus relojes, y que llamaran, que telefonearan a RTVE para contar su experiencia. Y la gente lo hizo, y la gente juró y perjuró que lo habían conseguido, la centralita de la televisión se colapsó y cerca de 500 personas se presentaron en los estudios de Prado del Rey esperando que Geller les curara. El poder de la mente.
El momento ya formaba parte de la historia de la televisión en España. A la mañana siguiente cientos de españoles creían poder hacer lo mismo que Uri Geller. El mentalista, que aseguraba tener poderes que le permitían roper cubiertos y arreglar relojes sólo con la mente, había demostrado sus capacidades paranormales. Tenía todos los ingredientes para ser un éxito televisivo.
No fue sólo el hecho en sí, no fue sólo que lo lograra en la televisión española, no fue sólo que nadie había visto algo igual antes… Fue la magia y el truco de la televisión. Geller lo había intentado dos años antes en la televisión estadounidense en el programa de Johnny CarsonTonight Show. Fue un desastre. El mentalista no consiguió nada de lo que aseguraba poder hacer. Lo logró en Directísimo y se convirtió en un mito.
Todos doblaron cucharas
Íñigo, RTVE y los españoles le convirtieron en una leyenda. En las casas, colegios, bares y trabajos sólo se hablaba de lo que había hecho Geller y de las ensoñaciones de quien lo había intentado y juraba sobre la Biblia que lo había conseguido. La entrevista a Geller causó tal impactó que decenas de especialistas en Parapsicología se unieron para desmontar al mentalista.
Cuenta María Casado en su libro Historias de la tele que un día antes de que Íñigo llevara a Geller al programa, el realizador del mismo y el propio presentador fueron a ver al mentalista al hotel donde se alojaba.
Al parecer, Íñigo le dijo que quería saber cuál era el truco “para no destripárselo” en directo. A Geller no le hizo nada de gracia. “Se encendían y apagaban las luces y se movían los muebles. Se fueron corriendo…”, contó la periodista durante la presentación de su libro rememorando lo que Navarrete le había contado.
Pese a que fueron muchos los que intentaron demostrar que de poder mental no había nada, Geller y sus cucharas dobladas ya formaban parte de la Historia de España. Habilidades especiales, poder mental, uso excepcional de las leyes de la física… Íñigo le creyó, siempre le creyó, incluso llegaron a hacerse amigos.
“La CIA llegó a reconocer sus poderes”, recordó hace poco el presentador en el programa Hora Punta, donde de nuevo, pero esta vez de la mano de Pablo Raijenstein, Íñigo volvió a ser testigo directo del poder de la mente. E Íñigo hizo historia de la televisión, con Geller y con mucho más.