Europa se rinde
La noticia sobre la inscripción en el registro civil de la bebé nacida en Argelia, en tránsito a España desde Camerún, y llegada en patera, puede ser considerada como simple anécdota, pero tiene más profundad y alcance de lo que puede parecer con una primera lectura. Hay que decir que el juez no hizo más que cumplir con las leyes internacionales sobre emigración, que se han ido promulgando a lo largo de los últimos años. Aun así, el hecho muestra, una vez más, la compleja situación que estamos viviendo en los últimos años, agitada por los efectos llamada: un espacio Schengen prácticamente sin restricciones, unos planes de agrupación inadecuados, y una política de refugiados sostenida por un “buenismo” que practica la discriminación a favor del recién llegado y hace la vista gorda ante delitos espeluznantes, como la violación y el asesinato; todo ello, coronado por leyes promulgadas a espaldas de los ciudadanos, que desconocen lo que se cocina tras bambalinas, sobre el andamiaje de sus ingenuos y poco reflexivos votos.
Este tipo de noticias que, de pronto, nos hacen reaccionar, nos invitan a buscar el origen y a plantearnos un análisis desde mucho más atrás y vislumbrar los hilos que manejan toda esta estrategia. Nada es casual. Todo ocurre de acuerdo a un programa ideado cuando la mayoría de nosotros aún no habíamos nacido.
Para entender medianamente lo que está ocurriendo en el mundo, hay que hacerse eco de documentos programáticos, como “los Protocolos de los sabios de Sion”, el “Informe Iron Mountain”, o el “Plan Kalergi”. Este último fue concebido expresamente para Europa. Es, posiblemente, el más disparatado del mundo de la conspirología. Sin embargo, sin admitirlo en su totalidad, hay que decir que la mayoría de los puntos propuestos en el plan Kalergi se están cumpliendo. Para nuestro mal.
Antes de entrar en materia, veamos quién es este personaje llamado Richard Nikilaus Coudenhove-Kalergi, quien como muchas personalidades del mundo político a lo largo de los tiempos, tiene dos versiones de sí mismo, algo así como un doctor Jekyll y un míster Hyde.
Este político, dentro de la oficialidad, es considerado como el fundador del primer movimiento popular para la Europa unida. Publicó La lucha por Paneuropa en tres volúmenes y Cruzada por Paneuropa; fundó la Unión Parlamentaria Europea y defendió la idea de un mercado común con moneda única para que Europa ocupara el lugar que le correspondía en el mundo. En 1950 recibiría el Premio Carlomagno por haber contribuido a una Europa unida y en paz. Todo perfecto y empaquetado con lazo para regalo. Así hace las cosas la masonería. No obstante, la letra pequeña de todo esto ilumina de realidad macabra de la estrategia migratoria de los del turbante.
Este aristócrata político, masonazo hasta la médula, que parecía luchar por Europa y los europeos, escondía un plan diabólico que nos hace recordar el cuento de Hansel y Gretel, los niños seducidos por una bruja malvada que los hace prisioneros y los engorda para comérselos. Kalergi no puede tragarse a Europa porque falleció hace casi medio siglo, pero ha sentado las bases para que la Europa milenaria de Carlomagno y Aquisgrán desaparezca, y renazca con una estética distinta, una antropología diferente y una concepción cosmogónica muy lejos de su esencia y valores. Veamos qué es el Plan Kalergi y sus aviesos fines.
Este plan destructor está basado en el modelo de los animales de granja, que son domesticados y dominados debido a su escasa inteligencia. Kalergi lo publicó en 1923, mucho antes que las obras que acabamos de citar. Consiste en una serie de estrategias para que los judíos puedan gobernar Europa y el mundo. Cuando hablamos de los judíos, no nos referimos al judío del pueblo liso y llano que practica su religión, sino a los fanáticos sionistas, autores de miles de tropelías y conspiraciones.
En el texto, expuesto en 28 tesis, Kalergi alude constantemente a la supremacía del pueblo judío, a la raza noble judía, a la raza superior y a la “Herrenrrase”. Curiosamente, este término que utiliza Kalergi para reivindicar la superioridad de la raza judía, también fue empleado por Hitler para referirse a la raza aria.
Kalergi reconocía la superioridad de la raza blanca y su capacidad de organización. Pero él no buscaba la perfección aria como, unos años después, perseguiría el Tercer Reich, sino su destrucción, para que los judíos, llegado el momento, pudieran ejercer su dominio. Por eso ideó un plan para depauperar la raza blanca: una especie de conquista silenciosa, de genocidio sin sangre, que consistía en el mestizaje y en la emigración de personas no blancas a Europa. El objetivo era –según sus propias palabras— crear una raza mestiza pasiva, indolente y manipulable, de menor inteligencia, sin capacidad para organizarse y rebelarse, por lo cual ni se darían cuenta de que estaban siendo esclavos. Esta circunstancia facilitaría que la aristocracia judía pudiera ejercer como los únicos dueños del mundo.
¿Pero, por qué el mestizaje? Algunas tesis apuntan a las bondades del mestizaje, y solemos resaltar el que se produjo en América a raíz del Descubrimiento. Sin embargo, Kalergi tomó de Joseph Arthur Gobinau las ideas que tanto habrían de influir en el pensamiento nacionalsocialista para conformar la ideología nazi. En su obra Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, en el que Gobinau propone la supremacía de la raza blanca, expone cómo, en el mestizaje, cada raza pierde sus talentos más importantes dando lugar a una subraza degenerada, menos inteligente y capaz. Según el filósofo, la superioridad del ario es evidente frente a otras familias raciales. Así, dota a los negros de “energías groseramente potentes”, y escribe al respecto: “Si sus facultades intelectuales son mediocres o hasta nulas, él posee en el deseo […] una intensidad a menudo terrible”.
No se puede negar que la raza negra es mucho más sensual que la blanca, mejor dotada para el deporte, más emocional y bachatera y dada al baile y al jolgorio. Sin embargo, también es evidente su falta de capacidad organizadora.
En definitiva, para que la raza judía no tenga parangón, es necesario frenar la evolución de los blancos, y eso se consigue transformando a los pueblos racialmente homogéneos en una masa mezclada de blancos, negros y asiáticos. En estos mestizajes primarían las características del pueblo inferior y menos civilizado. Kalergi les atribuye indolencia, crueldad, infidelidad, y “otras características que es necesario fomentar” para que así relumbre el pueblo judío y pueda gobernar y manipular a sus anchas.
Curiosamente, entre sus apoyos se encontraba el banquero Max Warburg, que puso 60.000 marcos a su disposición e incluso Winston Churchill y otros políticos, algunos de los cuales fueron más tarde genocidas del Tercer Reich, como Edward Benesch.
Kalergi, a pesar de que su nombre suena mucho menos que los de Adenauer o De Gasperi, jugó un importante papel como agente doble, cuya influencia llega a nuestros días y nos pesa como espada de Damocles. Es el elector del color azul de la bandera europea y el creador de la Europa multicultural, multirracial y cosmopolita, es decir, el ideólogo de la destrucción del Viejo Mundo. Es asimismo el ideólogo de la restricción del poder ejecutivo de los parlamentos y los gobiernos. Es decir, la pérdida de soberanía de los Estados, nuestra conversión en meros esclavos de Bruselas, se la debemos a este masonazo de tomo y lomo que debió pactar con el diablo esta situación, mucho antes de que viéramos escrito el nombre de Maastricht.
Todo esto explica la situación europea y la calidad y el talante de nuestros políticos y su inclinación de cabeza ante “Europa”, como se hace ante un amo. En realidad, somos tan solo los peones del Plan Kalergi. Casi todos los políticos son masones, y entre ellos se homenajean con galardones y premios. El canciller Helmut Kohl recibió el “Premio Coudenhove-Kalergi” por contribuir a la consecución de su plan.
Se suele decir que la democracia es el menos malo de los sistemas de gobierno. Kalergi considera que los hombres son incapaces de gobernarse a sí mismos. Solo considera a la aristocracia judía capaz de dirigir. Por eso promueve un Nuevo Orden Mundial, una dictadura sin libertad. Él impulsa un pacifismo buenista entre las naciones, pero admite la violencia para el pueblo judío, para imponer su liderazgo y supremacía. Quiere que la pólvora, el oro y la tinta estén en manos de la “raza superior judía”, es decir, el poder militar, las finanzas y la prensa.
Lo cierto es que los objetivos Kalergi se están cumpliendo al pie de la letra, igual que los Protocolos. Lo hemos expresado unas líneas más arriba: con movimientos migratorios en masa, planes Schengen, mestizaje, debilitamiento y desmembramiento de los estados y pérdida de soberanía, leyes buenistas en exceso garantistas, crisis económicas, revueltas y terrorismo. La conclusión es un caos dirigido donde en las masas de manipulados brota lo más básico y primario de su esencia animal.
Esta situación, creada artificialmente en un despacho de caoba, tiene como agravante la manipulación del corazón de las personas buenas y solidarias, entre ellas las cristianas, cuya religión manda compartir, dar posada al peregrino y dar de comer al hambriento. Decimos esto por los mensajes de la Iglesia para que se acoja a los refugiados. No queremos decir que los no cristianos no colaboren. La ciudadanía siempre responde positivamente en estos casos.
Por eso es aún más denigrante que nos presenten imágenes falsas de niños muertos, que se hacen virales, que han sido creadas para manipular nuestras conciencias y que abramos los brazos a la avalancha de refugiados –aun a costa de nuestros intereses—, para cumplir con el plan de destrucción de Europa. En muchos casos nos toca padecer el “síndrome de Viridiana”, llevado a su mayor extremo. Está habiendo demasiados casos de mujeres agredidas y violadas por refugiados a los que habían dado cobijo y cariño. Incluso algunos casos de asesinato.
Que hay una conspiración para acabar con la raza blanca, parece evidente. Y nosotros somos sus cómplices, sus tontos útiles. Llama también la atención lo fácilmente que hemos interiorizado las bondades del llamado multiculturalismo y las excelencias de ser negro, gitano o árabe. Así, se habla del “Black Power”, como algo digno de ser resaltado y nadie se escandaliza, ni ve en ello un acto de racismo. Pero si hiciéramos alarde del “White Power”, con la misma dosis de orgullo, nos llamarían racistas, y si me apuran, podríamos ser llevados a los tribunales y condenados por inducir al racismo y a la xenofobia o por cualquier otro de los nuevos decretos progres.
Para ello ha habido que destruir el elemento aglutinador, el colágeno de las naciones: un cristianismo unificador trufado de latines y cantos gregorianos, que igualaba al español y al alemán y los unía bajo una misma bandera. Esta riqueza milenaria está quedando diluida en las constituciones y obeliscos masónicos y demás parafernalia laicista.
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Claro, directo y contundente…
El artículo viene firmado por don Armando, pero encabezado con la foto de una señoa rubia, de muy buen ver, además.
¿Hay algún error…?
Dicho lo cual, el artículo es magnífico, de sobresaliente cum laude, y lo suscribo íntegramente, de la a a la z.
ADMINISTRADOR: Llevaba usted razón y gracias por el apunte. Se ha tratado de un lapsus. El artículo ha sido escrito por Magdalena del Amo, y compartimos su valoración del mismo. Buen día, amigo.