La Navidad también
La Navidad es una fecha de vocación universal en la que se transmite buena voluntad, al menos es el mensaje primigenio. Celebraremos en unos días el nacimiento en Belén del niño Dios que fundó nuestra era -por eso los años se contabilizan a.C. y d.C.- Y bien es cierto que no es obligatorio creer, pero también lo es que el consenso occidental del añorado siglo XX consistió en hacer de estas fiestas conmemorativas del nacimiento de Jesús de Nazaret una oportunidad para la hermandad y los buenos deseos de la Humanidad. Algo nada despreciable, dadas nuestra agresividad y propensión a los conflictos, las injusticias y la violencia. Naturalmente no todos compartimos creencias, pero sí que todo el mundo admite poseer un amplio deseo de justicia, igualdad y concordia. Quizá ese instinto iconoclasta tan humano hace que también muchos movimientos hagan votos y gestos contra la fe y la tradición que de estas fechas una inmensa mayoría hace gala, en vez de respetar y hasta participar de la alegría y los buenos deseos que a los creyentes nos gustaría transmitir.
A lo largo de la historia moderna no cabe duda de que la Navidad ha sido usada también como un convencionalismo comercial. Pero ello no debiera ser óbice para intentar ser parte de todo lo bueno que trae o debe traer el mensaje original del espíritu navideño. Ese “paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad” no es ni siquiera discutible. Y si puede achacarse cierta hipocresía de muchos de los que de él dicen participar, ¿por qué no cada cual puede poner su granito de arena para hacerlo cada vez más real?
Cada uno de nosotros es el protagonista de sus propios interrogantes y hasta de sus acotadas y puntuales zozobras, no es justo quererlos contagiar a nadie. De la misma forma que buscamos salidas para continuar con nuestras vidas, siempre y en todo caso, trasladar nuestro mejor espíritu a los que nos rodean es un acto de positiva energía de la que poder disfrutar.
Con nieve, lluvia, viento o sol radiante, la Navidad no es sólo una o mil bellas canciones, pero también. El cava o el champán, el turrón o un alfajor, son tradiciones de alegría y nostalgia y estas fiestas son la inevitable ocasión de recordar la niñez de los que no son niños y aquellos que se nos fueron y queríamos que nunca lo hubieran hecho. La felicidad y la tristeza van de la mano, casi tanto como de la serenidad para recordar con una sonrisa los buenos y malos momentos de cada vida.
Vamos a recoger lo que buenamente se nos dé, nuestro paso por aquí es temporal y querer a los que nos quieren o admitir cuánto echamos de menos a muchos nuestros sólo es el ejercicio de vivir. En el fondo, ser generosos y sencillos nos da un respiro y nos hace sentir mejor, si es para unos días, bien, si puede ser más tiempo o más sostenido, mejor. A todos, sean, crean o quieran, hagamos brillar los espíritus, Feliz Navidad.