¿Es culpable Ucrania?
Hoy se cumplen veintiún días desde que Rusia empezó a invadir Ucrania. Veinte días desde que Vladimir Putin ordenó la sistemática destrucción de las principales ciudades e infraestructuras de su vecina nación. Como en todas las guerras, la opinión pública se pregunta quién es el verdadero culpable de la tragedia. Para la extrema izquierda socialista ha sido muy difícil pronunciarse, su proverbial estupidez a la hora de elegir amigos es harto conocida por todos. Por otra parte la ultra izquierda comunista no tiene ese problema, vienen pronunciados de fábrica. Para los que no militamos en ninguna de esas opciones la respuesta es fácil, pero hay discrepantes. Lo que muchos ignoran es que la agresión de Rusia a Ucrania no es algo novedoso, sino todo lo contrario. A lo largo de su extensa historia Rusia nunca tuvo fronteras exteriores asentadas o delimitadas durante mucho tiempo, este aspecto daría origen a un debate tan largo como farragoso, que por supuesto no cabe en un artículo que pretende ser corto y escueto.
Ciñámonos a su historia más inmediata. Tanto la antigua URSS a lo largo de su dictatorial trayectoria como la Rusia actual con su vecina Ucrania han empleado siempre el mismo sistema en lo referente a cuestiones territoriales con otras naciones, repúblicas o micro repúblicas, como gusta denominarlas al propio Putin. El sistema es algo burdo, pero tremendamente efectivo, y siempre les dio resultado.
No es mi intención simplificar un tema tan trascendente, doloroso y terrible como lo es una guerra, guerra en la que ya han muerto demasiadas personas, donde siempre mueren los mismos, población civil y soldados. Para ello aportaré varios hechos que guardan un más que cierto paralelismo. Viene reflejado en la Historia, está a disposición de todo aquel que quiera leerla y estudiarla, y luego poder pronunciarse con conocimiento de causa.
Los hechos acaecidos hace más de ochenta años no son opinables. Se desarrollaron en Europa, exactamente lo mismo que está sucediendo ahora. Cambia el país invadido, pero no las circunstancias, ni el método, ni el país agresor, hasta el casus belli es idéntico. Hay que reconocer que en ese aspecto no son muy innovadores. La debilidad europea es la que ha hecho fuerte a Putin. Hoy esa Europa ridícula, buenista y acomodada ha vestido de verde sus defensas, cayendo en la trampa que desde hace decenios han venido tendiendo los regímenes comunistas ruso y chino a los patéticos dirigentes europeos. Estos piernas han desarmado energéticamente a sus países, pasando de ser solventes en energía, a ser dependientes del régimen que financió todo tipo de movimientos ecologistas que han tenido como consecuencia que dependamos en un porcentaje muy alto de Rusia. Sólo los estúpidos que nos metieron de cabeza en este laberinto siguen sin darse cuenta de ello.
El concepto alemán Lebensrraum, válido también para Rusia, es el mismo en ambas épocas: anexionarse tierras, o naciones, bajo el pretexto de la defensa de ciudadanos afines, o nacionales cuya pertenencia a una u otra nación está en discusión. Invadir y arrasar la nación con la que se tiene el contencioso nunca debería ser la única opción, pero para la diplomacia rusa al parecer todo movimiento debe pasar irremediablemente por el estruendo de sus cañones.
Si cundiera el ejemplo estaríamos en guerra permanente, pues siempre habrá países con más poderío militar para zanjar sus contenciosos a base de cañonazos.
Esto no puede ocurrir bajo ningún concepto, no hoy día, no en Europa, no en occidente, ni en ningún otro rincón del mundo de hoy. Europa nunca empezaría un conflicto bélico contra Rusia, no sabiendo que sería su suicidio, ni tampoco por los principios que establecen sus democracias.
Tampoco es admisible el pretexto ruso de delimitar su defensa, manteniendo un colchón de cientos de kilómetros entre una alianza y otra. El razonamiento es ridículo, como si hoy en día fuese necesario estar a cien o mil kilómetros del enemigo para poder aniquilarle. La guerra moderna se puede librar desde centenares de kilómetros, miles en el caso de los misiles intercontinentales, y salvo excepciones, a nadie le interesa invadir naciones enteras en las que habría que poner sobre el terreno a centenares de miles de soldados. No se haría cuando los estados mayores pusieran sobre la mesa a sus gobiernos las cifras de los muertos que tal acción provocaría. En cambio sí que lo haría una nación cuyo respeto por las personas deja mucho que desear.
Estos son los precedentes más recientes. Rusia trató de invadir Finlandia, lo hizo el 30 de noviembre de 1939 (la II Guerra Mundial había comenzado tres meses antes). A raíz de la agresión a Finlandia, la Unión Soviética fue expulsada de la Sociedad de Naciones el 14 de diciembre de ese mismo año. El 13 de marzo de 1940 terminó el enfrentamiento con la firma del Tratado de Paz de Moscú. En el tratado Finlandia perdió el 11% de su territorio y el 30% de su economía al estar gran parte de su industria en la zona usurpada por Rusia. El casus belli ocurrió el 26 de noviembre de 1939 cuando la artillería soviética bombardeó la pequeña población rusa de Mainila, situada al norte de San Petersburgo, culpando del ataque al ejército finés. Los hechos fueron contrastados y verificados por la Sociedad de Naciones. El método funcionaba, era muy simple. Stalin no tenía que rendir cuentas a nadie, ni siquiera de las bajas propias (200.000 muertos propios). De los más de 25.000 finlandeses, para qué hablar. Y ahora surge la misma pregunta ¿Debió ceder Finlandia ante los bolcheviques, para evitar la guerra que no había provocado?
Al término de la II Guerra Mundial la URSS dominó de facto toda la Europa del Este, incluidas varias repúblicas de Europa Oriental. A saber: Armenia, Bielorrusia, Estonia, Kazajistán, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia, Tayikistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Ucrania, las no reconocidas Nagorno Karabaj, Abjasia, Osetia del Sur, Transnistria y un largo rosario de micro repúblicas que, aun estando bajo la órbita de la Rusia de los zares, siempre habían sido independientes. Lo hizo durante cuatro décadas bajo un común denominador: el Pacto de Varsovia. Una vez disueltas las repúblicas ex soviéticas, unas volvieron a ser independientes, otras siguieron bajo la óptica de Rusia y el resto se asimilaron de facto a la dependencia total de Rusia.
Desde que Vladimir Putin accedió al poder no tardó mucho en arrebatar territorios a otras naciones, y lo hizo bajo los más variopintos motivos, ninguno plausible, lo hizo y punto. Además de Donetsk y Lugansk en el este de Ucrania, a partir del año 2000 empezó a anexionarse por la fuerza Transnistria, Osetia del Sur y Abjasia. En el año 2014 lo hizo con Crimea dejando la semilla de la agresión a Ucrania para años después, concretamente a este año que estamos viviendo. La añagaza siempre fue la misma, desde tiempos inmemoriales han existido bolsas de rusos étnicos o rusos parlantes en todas las naciones o regiones próximas a la Rusia actual. Lo primero es crear un movimiento de liberación, de claro corte independentista, cebando de armas a los insurgentes que previamente ha alimentado. Al país “invadido” se le acusa de masacrar a los ciudadanos que apoyan la secesión armada y, cuando el plato está lo suficientemente cocinado, acude en ayuda de sus aliados reconociendo su independencia. Las tropas ingresan en la región en socorro de la población rusófona y asunto concluido. Pone a una marioneta en el gobierno prorruso, y hasta la próxima vez cuando el jerarca quiera volver a las andadas.
El ejemplo de Georgia es el más conocido. Después de disolverse la Unión Soviética en 1991, Osetia del Sur se declaró unida a Osetia del Norte, que había quedado integrada en Rusia. Estados Unidos apoyó al gobierno de Eduard Shevardnadze y Osetia del Sur al de Rusia. El reconocimiento de Osetia del Sur por parte de Rusia se produjo en el año 2008. El resto es historia, otra vez el mismo sistema. Si seguía funcionado, ¿para qué cambiarlo?
Existe una constante en el devenir de los sucesos protagonizado por Putin: la restauración de la antigua URSS. Bajo ningún concepto es razonable que, en pleno año 2022, una nación agreda a otra con la impunidad y el descaro que lo está haciendo Putin. Que es un dictador nadie lo pone en duda, como mucho la izquierda atrofiada en el pasado lo edulcora hasta límites obscenos. Solo basta echar un vistazo a las naciones que le disculpan sus acciones, lo más selecto y florido de las satrapías, dictaduras bananeras… y China.
Arrasar un país y a su población civil, por muchos lazos que le unan con ella, es un genocidio. Que alguno vea en ello algo épico es deprimente, obsceno, y que lo vea la iglesia ortodoxa rusa demuestra en qué manos está. Claro que si miras a Roma, lo que ves y oyes te mueve a la tristeza más absoluta, como tránsito corto a la total indiferencia.
Qué hay de épico o patriótico en bombardear hospitales maternos infantiles, derruir con cohetes barrios residenciales, asesinar a bombazos a un grupo de ciudadanos haciendo cola delante de una panadería, masacrar ancianos, mujeres y niños refugiados en los sótanos de un teatro, arrasar colegios y hasta cementerios como hemos visto en las imágenes de tv. No hay nada valeroso en reducir a cenizas ciudades enteras, dejando en la puta calle a millones de personas, hombres, mujeres y niños. No, no hay nada de valeroso ni épico, más bien todo lo contrario.
Lo hemos condenado cuando lo ha hecho la basura del Isis, o cualquiera de sus franquicias ¿Y ahora no lo vamos a hacer porque es Putin y nos cae muy bien por su lucha contra algunos colectivos, que dicho sea de paso le son antipáticos a la mayoría de la ciudadanía?
Hasta hace unos días había sido una guerra sin muertos. En los medios de éste gobierno no salía ni uno, pero los había, los veíamos en medios serios, eficientes y libres, no en estos cubiles de chequistas empesebrados. Esta guerra está abriendo los ojos a muchos ciudadanos, ahora sabemos que políticos son basura y quiénes no, y a que amo sirven los primeros.
Me pregunto cómo reaccionaríamos si un día Marruecos decide arrebatarnos Ceuta y Melilla. Lo que tengo claro es dónde estaríamos muchos y a quienes no quisiéramos tener al lado.
Hagan una reflexión. La pregunta que subyace es la siguiente ¿Es culpable Ucrania por defenderse con uñas y dientes del agresor ruso? La respuesta solo puede ser una, la mía es no.
Ucrania no es culpable, pero Zelensky, lameculos de la OTAN y del NOM, sí es culpable pues ha llevado a Ucrania a la guerra. Zelensky es el culpable de la muerte de varios miles de ucranianos que habitaban en el Donbass por sentirse o ser simpatizantes de Rusia. Es culpable también del exilio de miles de habitantes del Donbass que han tenido que huir a Rusia y ésta les ha auxiliado asentándolos en su territorio. Ha perseguido y matado a muchos ucranianos cuando trataban de huir a Rusia. Ha bombardeado ciudades del Donbass y destruido bloques de viviendas y escuelas.… Leer más »
He leído su artículo. De acuerdo con lo que dice de Putin. Pero las cosas no son blancas o negras, hay matices. ¿Por qué no hablamos de Joe Biden? ¿Por qué no hablamos de los laboratorios de armas bacteriológicas de EEU en Ucrania? y ¿que decir del hijo de Joe Biden, Hunter Biden, propietario de una de las empresas exportadoras de gas más importantes de Ucrania? cuando se está delante de un individuo como Putin no hay que echar más leña al fuego, con la que hay es más que suficiente, no hay que provocarle, sobre todo si se tiene… Leer más »