Las ambiciones neo-otomanas de Erdogan llevan a Turquía a virar hacia Oriente
Por Burak Bekdil.- Las ambiciones neo-otomanas de su presidente, Recep Tayyip Erdogan, han llevado a Turquía a un aislamiento internacional sin precedentes. En el último lustro, Turquía ha conseguido ser el único país del mundo en ser sancionado por EEUU, Rusia y la UE. Las negociaciones para su pleno ingreso en la UE se han interrumpido y el Consejo Europeo ha iniciado un procedimiento de infracción contra el único miembro musulmán de la OTAN. Obsesionado con revivir los días de gloria imperial, Erdogan está virando Turquía hacia el este a fin de crear una alianza estratégica pantúrquica islamista en la que se integren Turquía, Azerbaiyán y Pakistán, con alianzas parciales y tácticas con Irán, Qatar y Bangladés.
La idea, sí, es aglutinar a tres países musulmanes: Turquía, miembro de la OTAN; Azerbaiyán, rico en hidrocarburos y con capacidades militares cada día mayores; y Pakistán, que dispone de armas nucleares.
El eslogan “Una nación, dos Estados” ha cobrado especial relevancia luego del apoyo militar y logístico turco a Azerbaiyán durante el conflicto de Nagorno-Karabaj del año pasado, que acabó con grandes ganancias azeríes a costa de Armenia. Azerbaiyán se ha convertido en un cliente cada vez más importante de los sistemas de armamento turcos. Turquía ha invitado a Azerbaiyán y a Pakistán a su programa TF-X, que tiene el ambicioso objetivo de construir una nueva generación de aviones de combate.
Las ventas de armamento de Turquía a Azerbaiyán se han incrementado en los últimos años. En 2020 las exportaciones de defensa y aeroespaciales turcas a Azerbaiyán se multiplicaron por seis. De igual forma, entre 2016 y 2019 Turquía se convirtió en el cuarto mayor suministrador de armas de Pakistán, sobrepasando a EEUU, mientras que Pakistán se ha convertido en el tercer mercado de armamento para Turquía.
En 1988 Turquía y Pakistán establecieron un Grupo Consultivo Militar (GCM) para reforzar sus relaciones militares y de defensa. A medida que la cooperación se intensificó, el GCM evolucionó para transformarse en un Consejo de Cooperación Estratégica de Alto Nivel (CCEAN). A principios de 2020 Erdogan y el primer ministro pakistaní, Imran Jan, copresidieron la sexta sesión del CCEAN y firmaron 13 memorandos de entendimiento (ME), cinco de ellos relacionados con las industrias de defensa. Al amparo de uno de ellos, Turquía construirá y venderá a la Armada pakistaní cuatro corbetas multipropósito. Previamente, en 2018, las Industrias Aeroespaciales Turcas (IAT) firmaron un acuerdo por valor de 1.500 millones de dólares para la venta de 30 helicópteros de ataque T129 a Pakistán.
No es casual que Erdogan haya visitado Azerbaiyán más de 20 veces desde que es presidente.
En septiembre del año pasado los ejércitos de Azerbaiyán, Turquía y Pakistán realizaron en Bakú unas maniobras conjuntas de ocho días de duración denominadas Tres Hermanos 2021. También en 2021, Ankara, Bakú e Islamabad analizaron cómo impulsar el comercio, las inversiones, el transporte, la banca y el turismo entre sus países tras firmar la Declaración de Islamabad, que pretende reforzar la interacción económica entre ellos.
Por otro lado, para conseguir influencia política sobre el futuro de Afganistán, Turquía está trabajando estrechamente con su aliado del Golfo, Qatar. A principios de diciembre, Erdogan y el emir de Qatar, jeque Tamim ben Hamad al Zani, firmaron 12 ME atinentes a ámbitos como el militar, el sanitario, el turístico y el educativo. El ministro catarí de Exteriores, jeque Mohamed ben Abulramán al Zani, explicó: “Qatar trabajará con el aliado turco y con oficiales talibanes para asegurar que el aeropuerto internacional del Kabul, lugar de escenas caóticas tras la toma talibana [del poder en Afganistán], continúe funcionando”.
Por lo visto, Ankara confía en que la salida norteamericana de Afganistán haya creado un espacio para que Turquía y Pakistán ejerzan un rol de liderazgo. Algunos expertos coinciden.
«Durante 20 años, EEUU ha sido una fuerza extrarregional pero con presencia sobre el terreno. Y ahora que se ha ido hay un vacío político (…) Hay dinámicas geopolíticas”, sostiene Rabia Ajtar, que dirige el Centro para la Seguridad Estratégica y la Investigación Política de la Universidad de Lahore. “Pakistán está en el centro de todo eso. Y no sólo Pakistán, sino Irán y Turquía”.
El 23 de diciembre, tras un hiato de diez años, un tren de mercancías partió de Pakistán hacia Turquía atravesando Irán, en la denominada Línea Islamabad-Estambul. Representó un impulso fenomenal para las relaciones comerciales de los tres fundadores de la Organización de Cooperación Económica y se produjo luego de varios años de política de máxima presión norteamericana sobre Teherán, que tenía por objeto su aislamiento mediante la interrupción de todo tipo de comercio internacional con la República Islámica.
A principios del pasado diciembre Irán, Azerbaiyán y Georgia alcanzaron un acuerdo para el establecimiento de una ruta de tránsito entre el Golfo Pérsico y el Mar Negro. Ruta que tiene el potencial de quedar conectada al ferrocarril Islamabad-Estambul y reforzar la conectividad regional, dado que Pakistán y Turquía son estrechos aliados de Azerbaiyán y tienen fuertes relaciones comerciales con Irán.
Todo esto luce prometedor. Pero no lo es.
Tomemos, por ejemplo, el acuerdo turco-paquistaní sobre los helicópteros de ataque T129. Esa venta no ha salido adelante porque IAT no consiguió las preceptivas licencias de exportación norteamericanas. El T129 se fabrica con una licencia de la compañía italo-británica AgustaWestland, y los motores los elabora LHTEC, joint venture entre la norteamericana Honeywell y la británica Rolls-Royce.
En resumidas cuentas: el acuerdo militar turco-pakistaní ha sido víctima de una disputa turco-americana por la adquisición del sistema defensivo ruso S-400 por parte de Ankara.
Y luego está China. Tras la toma talibana del poder, China fue el primer país en comprometer ayuda humanitaria de emergencia para Afganistán. Pekín considera esencial la seguridad de su frontera occidental y de sus proyectos de la Ruta de la Seda en Asia Central y Pakistán. Asimismo, necesita un sistema de seguridad regional favorable para proyectar sus intereses económicos. La tradicional alianza sino-pakistaní se está desplegando en Afganistán, donde quizá Turquía sólo pueda desempeñar un papel limitado. “Es probable que haya una mayor cooperación estratégica entre China, Pakistán, Afganistán, Rusia e Irán en lo relacionado con el antiterrorismo y la represión del tráfico ilegal de droga”, apunta Mercy A. Kuo, vicepresidenta ejecutiva de Pamir Consulting.
Por otro lado, China se ha mostrado tradicionalmente suspicaz ante el apoyo encubierto del Gobierno turco a su minoría túrquica musulmana, la uigur, a la que el Partido Comunista Chino considera una amenaza de seguridad de primer orden. A principios de año, el Consejo de Cooperación de Países Turcófonos, también conocido como Consejo Túrquico, cambió su nombre por el de Organización de Estados Túrquicos, reforzando las suspicacias chinas (y rusas) ante un potencial separatismo pantúrquico. La apuesta de Ankara por pasar de la cooperación entre los Estados túrquicos a una unidad política que podría debilitar la influencia de Pekín y Moscú en Asia Central sin duda será sometida a estrecha vigilancia por parte de China y de Rusia.
Además hay que tener en cuenta la ambigüedad iraní. Las maniobras Tres Hermanos 2021 cebaron la tensión entre Azerbaiyán e Irán, dado que la República Islámica las percibió como una amenaza a su seguridad, sobre todo debido a la participación de Pakistán. En respuesta, el 1 de octubre los iraníes emprendieron sus propias maniobras, denominadas Fatehan Jaybar, cerca de la frontera con Azerbaiyán. Poco después, Azerbaiyán clausuró en Bakú una mezquita y una oficina operadas por el representante del Líder Supremo iraní, ayatolá Alí Jamenei.
Teherán está asimismo afrontando la amenaza del separatismo etno-nacionalista entre su propia población túrquica azerí. La minoría túrquica, la mayor de Irán, se compone de entre 14 y 20 millones de personas en un país que tiene una población total de 84 millones.
Los contratos de reconstrucción tras la guerra de Nagorno-Karabaj son otro motivo de fricción entre iraníes y azeríes. Y es que Teherán se ha disgustado por las generosas recompensas de Bakú a proyectos de compañías turcas y pakistaníes, en detrimento de los presentados por firmas iraníes.
En teoría, Irán es un hermano musulmán de Turquía. En realidad, la Turquía suní y el Irán chií mantienen una rivalidad histórica y disputas transfronterizas en el Irak chií y en la Siria gobernada por chiíes.
Finalmente, Azerbaiyán sigue tirando más a Rusia que a Turquía. Son más los azeríes que hablan ruso que los que gustan de proclamar el eslogan túrquico “Una nación, dos Estados”. En cuanto a Pakistán, sigue siendo el más poderoso aliado chino y parece contento de considerarse territorio chino.
La ambición pantúrquico-islamista de Erdogan será beneficiosa para los intereses rusos y chinos, pues ahondará en la deriva oriental de Turquía y en el debilitamiento de los ya maltrechos lazos de Ankara con las instituciones occidentales, muy especialmente con la OTAN. Moscú y Pekín no dudarán en sacar tajada del juego sucio en que pueda incurrir el bisoño bloque túrquico-musulmán.