Por Carlos Pérez- Roldán Suanzes*.- En enero de 2022 la deuda pública española ascendía a la nada despreciable cifra de 1.424.467 millones de euros, es decir un 118,21% del PIB, siendo la deuda per cápita de 30.099 €. Estas cifras colocan a la Deuda Pública española entre las más altas del mundo, aunque quizá para ser conscientes de dichas magnitudes es suficiente referir que en 1980 la deuda pública suponía un 16,58% del PIB, y en 1975 tan solo un 10 % del PIB.

Con estos datos solo se puede calificar de falso patriotismo la de aquellos políticos (y me refiero muy especialmente a los del Partido Popular y VOX) que creen que el patriotismo es estar con los deportistas españoles, presumir de bandera en sus actos, o criticar sin ofrecer medidas concretas a los nacionalistas catalanes y vascos.

Es necesario recordar que el deber del verdadero patriotismo consiste, ante todo y sobre todo, en defender la soberanía de la patria, y esta soberanía hoy por hoy no esta cuestionada militarmente, a pesar de la amenaza marroquí, ni socialmente, a pesar de la amenaza de la inmigración no hispana, sino que ante todo y sobre todo está cuestionada precisamente por aquello que nadie se atreve a criticar: el capitalismo.

Efectivamente, nuestra deuda pública no esta en manos de los españoles, ni siquiera está en manos de otros países, circunstancia que ya de por si sería condenable, sino que está en manos del apátrida capital, de aquellos de los que no sabemos sus nombres, ni su paradero, pero si conocemos que no tienen otra nación, ni otra lealtad, que no sea la del propio dinero.

Del Partido Popular poco cabe añadir sobre su amor globalista, sobre su dependencia a intereses económicos bastardos, no obstante se hace necesario resalta las incoherencias de VOX, que dice luchar contra el globalismo, contra la Agenda 2030, pero que en su programa político, y en su praxis, defiende eso que algunos llaman neoliberalismo, como si este fuera diferente al liberalismo de toda la vida, o perdón, de todo la muerte, pues desde su irrupción en el siglo XVIII, aunque con los precedentes de la Revolución Protestante del siglo XVI, el liberalismo negador de la libertad y de la humanidad ha sido y será el mismo.

Por mucho que ondeen la bandera patria, por mucho que honren a los «esos héroes modernos que son los deportistas», por mucho que no abandone la palabra España sus labios, jamás podrán ser calificados como patriotas, por cuanto estos han de dar la lid política en defensa primeramente del patrimonio familiar, y después del patrimonio nacional.

Solo puede ser verdadero patriota aquel que impugne en su totalidad el sistema económico capitalista (y con ello el comunismo, pues este no es más que una forma de capitalismo estatal). Ninguno podrá levantar la bandera del patriotismo sino grita a los cielos que la acumulación de riquezas no ha de ser el objetivo de una sana economía nacional ni empresarial, que el único objetivo moral de la economía es hoy, como siempre, el bienestar real del pueblo, bienestar que solo se logrará con el respeto a la propiedad familiar, y el fomento del consumo razonable.

No se puede pretender ser antiglobalista y militar bajo las banderas del capitalismo, pues este por su propia naturaleza es internacional y globalistas dado que el dinero no tiene patria, aunque si propietario, y la vergonzante deuda pública que mantenemos solo tiene un significado: España ya no es de los españoles.

*Editor de Tradición Viva