Necesitamos políticos prémium. ¡Fuera mediocres, despistados y malvados!
Tenemos que ser mucho más exigentes con los políticos. No podemos ser tan condescendientes y flexibles como antes de la era COVID, con todo lo que “esconde” este concepto: una enfermedad para algunos, y la instauración de una nueva humanidad para otros. Todo ha cambiado. El entramado covidiano es como una gran telaraña que aprisiona nuestros cuerpos y nuestras mentes. También es cierto que, de alguna manera, el escenario pandémico es un resorte que ha descorrido el velo que nos impedía ver la realidad de un sistema que se ha ido conformando a lo largo del tiempo, más en concreto, desde la creación de la ONU, con un sprint en las últimas décadas. Éramos prisioneros, pero no lo sabíamos; ahora lo somos, pero estamos conscientes de ello; al menos, un sector amplio de la sociedad. Hay que hablar de un antes y un después.
En los últimos dos años, gracias a la pandemia, una serie de conceptos, organizaciones, corporaciones, organismos y foros han salido a la luz y, al menos en los medios alternativos, incluidas las redes sociales, se han incorporado al discurso diario. Nadie se atrevía a hablar de la ONU como de una organización corrupta, como tampoco de sus organismos internacionales, como la OMS, al dictado de la industria farmacéutica, o UNICEF proabortista y fomentadora del poliamor y la pederastia. No se hablaba tan asiduamente del Foro de Davos y de los múltiples flecos y estrategias de las élites globalistas. Nadie hablaba de Bill Gates, de George Soros o de Rockefeller, salvo como magnates filántropos que aman a la humanidad. Todo apunta a que se está produciendo el despertar de una parte de la sociedad que, hasta ahora, había permanecido fiel al sistema, creyendo en los políticos, en las instituciones –incluidas las sanitarias— y en la ciencia. ¿Pero están los políticos a la altura de las necesidades? Me atrevo a decir que no. Sus intervenciones indican que ellos siguen en su juego, del escaño al foco, y del foco al escaño, eludiendo lo esencial. Están obsoletos, caducados, sin ideas para afrontar lo que se nos viene encima; sin espíritu de lucha contra el enemigo.
¿Cuántos políticos conocen la intención de los globalistas del Nuevo Orden Mundial, de someter a la humanidad y robarle su esencia, su libre albedrío y su alma, transformándola en simple rebaño esclavo, zombificado y transhumano? ¿Cuántos políticos han reflexionado sobre el Evento-201, por si tuviera alguna relación con la realidad actual? ¿Cuántos políticos han indagado sobre el personaje Klaus Schwab y su obra maestra “El gran reinicio”? ¿Cuántos políticos han investigado sobre la vida y “obra” de los grandes magnates que se presentan como benefactores de la humanidad?
¿Cuántos políticos han leído la letra pequeña de la Agenda 2030 y cuántos de ellos lucen el pin de colores en la solapa? ¿Cuántos políticos han seguido las investigaciones de científicos alternativos sobre la realidad de la pandemia, más allá de las tesis oficiales impuestas? ¿Cuántos políticos han cuestionado a la OMS y a sus dirigentes? ¿Cuántos políticos saben que algunas naciones están practicando bioterrorismo? ¿Cuántos políticos se han preocupado de conocer la investigación del doctor Pablo Campra Madrid sobre el contenido de óxido de grafeno en las vacunas y otros componentes extraños relacionados con la nanotecnología? ¿Cuántos políticos se han preocupado en comprobar los códigos MAC address de los vacunados, que se registran en el bluetooth del teléfono? ¿Cuántos políticos han examinado los estudios de científicos independientes –no adscritos al sistema— sobre la irradiación de las antenas de telefonía, en especial la red 5G? Eludir esto es más grave de lo que parece, porque están evitando que el ciudadano se proteja contra los campos electromagnéticos. ¿Cuántos políticos saben que la industria farmacéutica y la agroquímica mueven más dinero que el narcotráfico y todo lo proveniente del mundo del hampa, incluido el tráfico de personas?
En relación a este último punto, lo más bochornoso es que muchos de estos dividendos los destinan no solo a financiar campañas electorales, sino a comprar voluntades de políticos y funcionarios importantes. Los lobbies de los laboratorios farmacéuticos y agroquímicos –son los mismos—tienen sus oficinas en las inmediaciones del Parlamento Europeo y el cabildeo es continuo. Así se entienden muchas de las leyes y normativas que atentan contra la sociedad. ¿Tienen los políticos de este presente convulso conocimiento de esto? Si no lo tienen, su despiste es descomunal y, por tanto, no están preparados para enfrentarse a los problemas reales de la sociedad y resolverlos. Hablamos de cuestiones mollares, no de sus politiquerías diarias de distracción y sus pactos de conveniencia. Y si lo saben y callan, deberíamos sentarlos en el banquillo y hacerles pagar por estos crímenes. Sí, he dicho crímenes. Estamos hablando de algo que mata.
En relación con esto, hace unos días, una cadena de televisión española emitió un programa sobre la peligrosidad de algunos agroquímicos y aditivos alimentarios, incidiendo sobre determinados pesticidas, como el glifosato, altamente cancerígeno. También salieron a la luz los negocios sucios de los grupos de presión de estas industrias que, como acabamos de apuntar, tienen sus oficinas al lado de los Parlamentos y centros de toma de decisiones. Es un secreto a voces la estrecha relación entre políticos y lobistas.
Lo del glifosato es muy grave. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (que depende de la OMS) estudió el efecto del glifosato en la salud y emitió un informe, del que resaltamos lo siguiente: “Hay pruebas convincentes de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin). También causa daños en el ADN y en los cromosomas de las células humanas”. A pesar de ello, en 2017, la Comisión Europea concedió una moratoria de cinco años al uso del glifosato. España votó a favor. (Tres años después, con Ursula von der Leyen a la cabeza, el organismo daría luz verde a la experimentación con humanos, a través de las vacunas con óxido de grafeno y demás componentes, de cuyos efectos adversos nadie se hace responsable. ¿Tiene esto algo que ver con la salud? ¿En qué manos estamos? En la misma fecha, también se legalizó el rociado de nanopartículas de metales a la atmósfera. No sucedía algo así desde la creación del Código de Núremberg que prohíbe la experimentación con humanos. ¿Qué dicen nuestros políticos sobre esto? Nada. No han dicho nada.
La moratoria sobre el glifosato vencerá en noviembre de este año. En el 2019 la justicia europea falló a favor de la desclasificación de los informes secretos sobre el pesticida, arguyendo que el beneficio de la salud debe primar sobre el interés económico. Sin embargo, seguimos consumiendo alimentos contaminados con glifosato y otros productos investigados y denunciados, como las dioxinas.
Necesitamos políticos a la altura de los tiempos; políticos que vengan a servir, y no a servirse. Urgen políticos capaces, valientes y honrados. No hace falta que sean simpáticos ni piquitos de oro que nos emboben con su oratoria. Tenemos que dejar de ser frívolos e ir a lo esencial.
En próximas elecciones, deberán importarnos menos las promesas sobre infraestructuras y proyectos megalómanos de lucimiento, y deberemos tener más en cuenta que nos garanticen nuestras libertades individuales, incluido el derecho a educar a nuestros hijos y a decidir sobre algo tan importante como qué terapia elegir o si queremos vacunarnos o no. No es ninguna broma lo de la vacuna, dado que nos estamos prestando a que nos inoculen sustancias que solo conocen sus fabricantes, o incluso microchips, y no estoy hablando por hablar.
En estos momentos especiales necesitamos políticos especiales, no solo que sepan economía o que rebajen impuestos, sino políticos que conozcan ciertos entresijos de la estrategia de los globalizadores. Necesitamos políticos que dejen de mirarse el ombligo y que, por poner un ejemplo, miren a nuestros cielos y nos expliquen qué son las rayas y cuadrículas que forman los misteriosos aviones, que nos digan qué aspergen a la atmósfera que provoca que los cultivos se sequen, que las abejas se mueran y que los campesinos recojan “madejas” extrañas de no se sabe qué, aparte de las concentraciones anormales de aluminio encontradas en sus terrenos.
Necesitamos políticos que estudien el corpus de la información elaborada por científicos libres –no pagados por las multinacionales—sobre lo que supondrá la implantación de la Red 5G para la vida y la salud del planeta. Urgen políticos formados en el llamado cambio climático real, más allá del engaño de diseño que nos venden los globalistas. Necesitamos políticos que tomen como asesores a científicos éticos y no a amigos oportunistas para que les bailen el agua y les regalen el oído. En definitiva, necesitamos políticos prémium.
Sé que son deseos lanzados al infinito pidiendo desesperadamente un imposible, un milagro que nos ayude a resolver esto. Solos, sin políticos.
La democracias ha fracasado, hay que sustituirla por un órgano gestor de tecnócratas, es decir ingenieros, y técnicos en las distintas áreas que gestionen las distintas necesidades de nuestra nación. Estos podrán ser destituidos cuando el pueblo lo crea conveniente y estarán por un periodo determinado, deberán de preguntar al pueblo en caso de la toma de decisiones importantes, etc.
Nos ahorrariamos de paso mucho dinero con la disolución del congreso y el senado y de los 17 parlamentos autonómicos…
Totalmente de acuerdo con usted, doña Magdalena.
Se puede decir más alto, pero no más claro.
Ahora bien, esos políticos que usted demanda, en España se pueden contar con los dedos de la mano, y sobran dedos…