¿De veras es un problema que venga un fin de semana?
El festival de teatralización, desmesura, tontería, populismo y demagogia exhibido estos últimos días en España a cuenta de la llegada de Juan Carlos I ha resultado un éxito muy por encima de la expectativas: difícilmente puede concentrarse más número de idiotas en busca de su momento estelar que durante las jornadas que han precedido al aterrizaje ayer en Vigo del avión procedente de Abu Dabi que acercó a su país al que ha sido Jefe de Estado durante casi cuatro décadas. ¿Dónde estaba el problema?, se pregunta parte de la ciudadanía. ¿Por qué es indiscreto, provocador o indecoroso que venga de visita un fin de semana un hombre de 84 años que no cuenta con historial delictivo y que ha brindado los mejores años de progreso y estabilidad a sus conciudadanos, que ha sido objeto de una investigación con ensañamiento -que no ha dado resultados-, que fue expulsado de España por su Gobierno y al que no le dejan ni siquiera dormir en su casa? Se ha instalado en el discurso políticamente correcto instigado por cuatro editorialistas de carril que JC debería pedir perdón por su falta de ejemplaridad y que debería dar cuenta de sus supuestas fortunas ocultas en paraísos a los que, se ve, tienen acceso todos los acusadores, pero que luego no se sustancian en nada.
De tal modo, ayer se podía ver a un presidente autonómico conocido por no valer literalmente para nada exigir explicaciones sobre tesoros acumulados fraudulentamente o a uno de los partidos del gobierno -Podemos- escribir en las redes que JC, de ser un ciudadano cualquiera, sería detenido en la frontera y puesto a disposición de la Justicia, nada menos. Tal vómito de estupideces ¿no comporta ninguna reflexión crítica? ¿Aportan alguna prueba alguno de esos seres mutantes? No. Se ha instalado en la nube tóxica de la opinión pública que JC es culpable de no se acaba de concretar bien qué -no ha sido siquiera capaz de hacerlo la Fiscalía de Pedrito- y que no debe volver siquiera a montarse en barco con sus amigos.
Es mucho más fácil para todos ellos que viva lejos y que no aparezca por las inmediaciones ya que así satisfacen ese deseo disimulado en el hojaldre de sus ideas: acabar con la forma constitucional dibujada en España en el 78. Que nadie dude que las embestidas de Podemos, la erisipela de los ofendiditos y el silencio cómplice de Sánchez tienen un solo objeto cada vez más evidente: demoler la Monarquía constitucional. Cuando el Gobierno sin vergüenza del insultador de policías y guardias civiles acosa al padre de Felipe VI, a quien de verdad quiere laminar es a Felipe VI.
Que el Rey disfrute de un fin de semana que será agitado: él no ha llamado a la movilización mediática que se va a concentrar hoy en una aldea gallega. El lunes se irá y la próxima vez que vuelva la agitación será menor. Para los papagayos del progresismo será lo mismo, pero igual habrán encontrado otra cosa con la que entretenerse.
Fue expulsado del país por el gobierno y con la firma necesaria del también comunista/globalista de su propio hijo.