La caída de Godoy
Cuenta la Historia que un día 17 de marzo de 1808, San Patricio de Irlanda, según el santoral cristiano, tuvo comienzo el proceso de la caída del valido de Carlos IV Manuel Godoy, en el llamado Motín de Aranjuez. Los reyes Borbones de la época podían reinar y gobernar, pero era su costumbre reinar y renunciar voluntariamente al gobierno de la nación eligiendo un “valido”, lo que hoy sería un presidente de gobierno o un primer ministro. En nuestros días el rey reina, pero no gobierna porque ya no es una elección, sino un imperativo legal.
Pensaríamos que en la elección del valido se habrían sopesado concienzudamente todas las opciones para nombrar a este Godoy, un cúmulo de sobresalientes cualidades, que le capacitarían para dirigir el destino de los dos mundos, sí, porque en aquel entonces América era España. Pero fatalmente no fue así.
Godoy era un personaje sin mérito, sin preparación, sin excelencia de ningún tipo. Godoy no fue querido por su pueblo, y menos que nadie por el pueblo de Madrid.
¿Cómo pudo alzarse sobre los demás para llegar tan rápido a tales alturas? No tenía nada; bueno, nada más que al parecer una gran habilidad para tocar la guitarra y otras habilidades que la reina de España debía conocer según dichos de la época.
Lo más interesante del personaje, que ahora, a los 150 años de su muerte quieren rehabilitar algunos, fue su personalidad; basada ésta en tres cosas esenciales. Es difícil comprender su ascenso frente a personas más preparadas, mejores que él. Y sin embargo lo hizo, puesto que nadie; ni mejores, ni iguales, ni peores tenían lo que enumero a continuación:
1 – Una absoluta falta de empatía, una incapacidad para distinguir entre el bien y el mal. Un desprecio chulesco hacia el resto de las personas. Su egoísmo le impidió ver el horroroso mal que hizo a sus semejantes. Así es fácil hacer lo que sea en su exclusivo interés. La pérdida de Trafalgar, y por lo tanto de las posesiones americanas, el abrir las puertas de España a las tropas del enemigo Napoleón Bonaparte, que tanta sangre nos costó el cerrarlas de nuevo. La destrucción y la ruina del país en la guerra de la Independencia. Poner en peligro a la Monarquía Hispánica y al Imperio Español, y tantas innumerables fechorías y corruptelas.
2 – Una maestría única para la manipulación y el engaño, para enredar a propios y a los contrarios. Es como jugar al ajedrez anticipando las siguientes nueve jugadas. No sentir nada mintiendo y destruyendo. Defender una cosa hoy y hacer la contraria al día siguiente. Y si algún atrevido le amonestaba diciéndole: “pero has dicho esto y has hecho esta otra cosa”, con el mayor desparpajo, sin pestañeo contestaba, “bueno ¿y qué?”.
3 – Estar prendado de sí mismo, siendo un maestro para todos aquellos Narcisos pasados, presentes y futuros. Amarse hasta la náusea. Yo soy genial y todos los demás sois mentecatos manipulables. Yo estoy aquí porque me lo merezco todo. Los demás no merecéis nada. Soy único, nadie llegará nunca a mi portentosa altura.
Estas son las 3 cualidades que alzaron a Godoy y de las que carecían todos los demás. Por eso pudo llegar. La educación y los principios éticos y morales frenan a los mejores talentos y constituyen un impedimento enorme para la promoción de cualquier excelencia.
Hoy día, si seguimos a los franceses, hablaríamos de un Psicópata, un concepto éste individual referido al que se hace daño sólo a sí mismo. Pero en el concepto anglosajón es más correcto hablar de Sociópata, aquel que además de a sí, es capaz de hacer el mal a las demás personas, a la sociedad entera.
No podemos decir que D. Manuel anduvo huérfano de seguidores. Aquellos que viendo subir a un don Nadie, pensaron que también ellos podrían lograrlo. A fin de cuentas, con un par de “contactos” y ciertas habilidades pardas, podrían llegar “arriba”. Eran legión los aspirantes a “choricero”, que así era como se le conocía en la corte y entre el pueblo.
Pero Godoy cayó; por su propia falta de valía y por la determinación de un pueblo como el de Madrid, valiente y decidido como pocos pueblos en España. Y así del mismo modo que ascendió como meteoro en un día, también cayó estrepitosamente en un día. Tan obscenos fueron el ascenso, como la caída. Qué gusta en España ver caer a un poderoso. Ese día, cuando se da, es día de Fiesta Nacional.
Una lección debería ser para los futuros aspirantes a Godoy de nuestra Patria, prestar atención a la caída del famoso valido. Todos los que lo apedreaban sabían que habían elevado a un mediocre desde la nada. La Historia de España está cansada de ver que en un solo día, en la alcoba de una reina o con una moción de censura se eleva al poder a un Godoy cualquiera. Este pésimo ejemplo desmoraliza a la nación para trabajar, estudiar, investigar, emprender, crear riqueza. Cuando la gente ve de qué manera llegan arriba estos perversos personajes, se desaniman de cumplir con su deber, con su trabajo, con su familia.
Cuando cayó Godoy, los que más lo atacaron no fueron sus enemigos naturales, a fin de cuentas fue un alivio, un enemigo caído en desgracia. Tampoco los tibios, que siempre van a medrar con el poderoso de turno, la caída del felón sólo les supuso un cambio de amo. Los que peor se portaron en la caía fueron aquellos a los que más había favorecido. Estos últimos, temerosos de las represalias que justamente se merecían, tenían que hacerse perdonar sus execrables complicidades, siendo los que hicieran más sangrante la derrota. Nadie quedó para defenderlo. Bueno, nadie tampoco, hay revisionistas de la Historia a los que hoy en día les encanta blanquear sepulcros.
Cuando miro a mi Patria en los días presentes, me acuerdo de este ángel caído, de la mano del genial D. Benito Pérez Galdós. Los actuales favorecidos por el poder, los que todo se lo deberán siempre al Godoy de turno; periodistas, banqueros, empresarios, militares, y hasta algún filósofo que hay por ahí, estoy persuadido que llegado el momento funesto que nadie prevé pero que siempre llega, el de la caída (precisamente lo más previsible de este mundo), serán los primeros en marcar las distancias, los que lo atacarán con más saña, asustados de que el pueblo recuerde cómo hasta ayer lo defendieron y mañana no verán la manera de hacerse transparentes como el cristal de roca, y con la cara más dura que el hormigón armado.
Empecé este artículo con el título de “La Caída de Godoy”. Pero después de haber ido reflexionando por el camino, me he dado cuenta de que es verdad que la Historia se repite una y otra vez, y que las personas preparadas no pueden nunca ocupar el puesto que les corresponde en nuestra amada Patria. Que son los más inhábiles, los menos idóneos quienes ocupan las mejores posiciones de la sociedad.
Por eso me he arrepentido del primer título, y creo que este otro sería quizás más oportuno “Godoy no ha muerto, Godoy vive”.
Ese Godoy del que usted habla, y que retrata tan bien, me parece la viva imagen de Pedro Sánchez…