No seamos cómplices de un genocidio
La sórdida comisaria de Cultura, González Sinde, ha ‘invitado’ a los artistas a “no opinar sobre el genocidio del Sáhara, porque ellos no son expertos en la materia”. Una forma poco elegante, como la propia sujeta, de llamarles “ignorantes” y pagarles así el inmenso favor que le hicieron al PSOE los saltimbanquis del ‘NO A LA GUERRA’ tras los atentados del Once de Marzo.
Por su parte, el mezquino correveidile Rubalcaba, el que fuera portavoz del Gobierno socialista que perpetró los crímenes de Estado del GAL, ha declarado que “da por buenas las explicaciones de Rabat” sobre lo que está sucediendo en el Sáhara. Y ¿qué es lo que está sucediendo? Pues que Marruecos está llevando a cabo una limpieza étnica y perpetrando un genocidio contra los saharauis en su propia tierra. Luego, si este infame homínido ‘da por buenos’ estos crímenes, debemos colegir que se declara cómplice ‘intelectual’ de estas fechorías, como ya lo fue de otras.
Espero que triunfe la decencia en España y, aun en el caso de que este incombustible ‘presunto’ pueda ser designado candidato a la presidencia, no sea elegido. Que coseche el estrepitoso fracaso que merece por sus muchas felonías. Zapatero, Rubalcaba y toda su patulea de mediocridades y charlatanes de feria, sabrán qué le deben a Marruecos. Pero quienes no le debemos nada, no tenemos ningún motivo para mordernos la lengua y convertirnos en cómplices de un genocidio. Diga lo que diga la andrógina Sinde, o la seseante nulidad Jiménez.
Los palmeros y tramoyistas del ‘NO A LA GUERRA’ disponen ahora de una oportunidad pintiparada para demostrar que no son un puñado de paniaguados y ‘estómagos agradecidos’ y comparecer en los medios de comunicación para decir qué piensan sobre los atropellos que Marruecos está cometiendo en el Sáhara. No se trata ya de ser de derechas o de izquierdas, de declararse gratuitamente progresista o conservador. Se trata de ser decentes o indecentes. No se puede ser cómplice de “un Gobierno que miente” y que demuestra palmariamente su desvergüenza y obscenidad facilitándole coartadas a un atocinado reyezuelo de pantomima que, primero mata de hambre a su pueblo, y ahora pretende matar a palos a los saharauis.
No seamos cómplices de un genocidio. Ya no se trata de criticar al Gobierno por su política social o económica, o por la pésima gestión del Estado. Ahora se trata de decidir si queremos estar al lado de un asesino llamado Mohamed Vil, o de un pueblo indefenso al que ya hemos dejado en la estacada en demasiadas ocasiones. No podemos refugiarnos en nuestra cotidianeidad para decir melifluamente que ‘no es nuestro problema’. Ésta es una ocasión única para devolverles a las cloacas de las que surgieron. Para arrojar al contenedor de los desechos políticos a estos residuos orgánicos de otras épocas. A esta metástasis política del falso ‘buenismo’ de charanga y pandereta. Del mariconeo, y el orgullo de proclamarlo. Del aborto institucionalizado, y de un zafio compadreo con todas las perversiones y depravaciones, que sólo ha servido para propagar un tumor canceroso y maligno en los órganos vitales de una adormecida y narcotizada sociedad española, y que ahora amenaza con destruirla.
Nuestra muerte moral y ética está siendo lenta y dolorosa. Con nuestra cobarde indiferencia, no hemos detectado la ‘enfermedad’ a tiempo y hemos pasado del hedonismo y la frivolidad, a convertirnos en cómplices de asesinato.