El suicidio de Occidente: el libro de Raúl González imprescindible para conocer el mundo que viene (Una religión socialdemócrata)
Raúl González Zorrilla.- El catolicismo se disuelve en nuestro convulso presente de la misma forma en la que el mundo que conocemos, que siempre habíamos tenido como seguro e inamovible, se desvanece entre nuestras manos. No pocos analistas temen que el catolicismo desaparecerá en las próximas décadas, en Europa y América, fundamentalmente por la presión demográfica y la fuerza expansiva del islam y de otras confesiones más agresivas a la hora de captar adeptos.
Otros muchos, entre los cuales se encuentran destacados expertos en la historia de las religiones, temen que el catolicismo en particular, y el cristianismo en general, se diluyan en el gran mosaico del presente deconstruido por las novísimas, y siempre constantemente renovadas, tendencias espirituales, de los apologetas de la new age a los creyentes en los alienígenas ancestrales, pasando por los fieles seguidores del espíritu Gaia, los nuevos iluminados de la fuerza cósmica o los apologetas del alma de las cosas, entre otros muchos. Nada de esto es cierto.
El catolicismo no desaparecerá porque previamente acabará transmutado, si es que no lo está ya, en la gran religión “oficial” de este nuevo orden mundial que padecemos y que mezcla con inusitada precisión dos partes de neocomunismo totalitario, un chorro generoso de ecologismo fanatizado, notas poderosas de globalismo económico, aderezos intensos de ideología de género, bondad vacua a mansalva, sentimentalismo barato que se contagia con la velocidad de un tuit y chorritos al gusto de ingente propaganda anti-occidental.
¿Cuándo comenzó todo esto? Vamos a hacer un poco de memoria. Nos dijeron que la historia había finalizado el 9 de noviembre de 1989 junto con la gran polvareda que levantó el Muro de Berlín en su caída. Nos lo creímos y, a partir de entonces, nos dedicamos a mirarnos el ombligo con la misma complacencia bobalicona con la que los nuevos ricos admiran su descapotable recién comprado y aparcado en la puerta para deslumbrar a los vecinos. Poco a poco, atorados en la complacencia, en la incompetencia y en el pensamiento débil, comenzamos a ver cómo nuestra renuncia a defender los valores tradicionales que un día nos situaron a la cabeza del desarrollo ético universal y nuestro empeño por dinamitar los principios judeocristianos y grecolatinos que habían llevado a nuestras naciones a liderar el gran relato vencedor nos sumía en un abismo moral difícilmente descriptible. Se trataba de un pozo oscuro, relativista, líquido e intelectualmente inane en el que la libertad de pensamiento y de expresión comenzaba a ser pisoteada por los nuevos puritanos de lo políticamente correcto y en el que los derechos individuales empezaban a ser arrasados por los presuntos y tiránicos derechos colectivos de nuevos y casi infinitos grupos, tribus, comunidades y colectivos siempre dispuestos a socavar la familia tradicional, la democracia liberal, el capitalismo como base de nuestra economía, la nación como contenedor crucial donde se encierran nuestra historia y nuestras raíces espirituales.
El Papa Juan Pablo II, primero, pero, sobre todo, el Papa Benedicto XVI, se dieron perfecta cuenta de que lo que comenzaba a ocurrir podía ser una quiebra histórica trágica, por supuesto, para la Iglesia católica, pero, sobre, para todo Occidente. Y, de hecho, lo advirtió muy claramente el cardenal Ratzinger en la misa que se celebró 24 horas antes del cónclave que lo elegiría Papa el 19 de abril de 2005: “Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios!, ¡cuántas corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas de pensamiento!… La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir a error (cf. Ef 4, 14). A quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, dejarse ‘llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina’, parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos”.
Y es que casi cuatro años antes se habían producido los atentados islamistas contra Nueva York y Washington del 11 de septiembre de 2001. Pero Occidente, olvidando su germen en la vieja Cristiandad, había seguido mirando hacia otro lado mientras, poco a poco, fuerzas extrañas seguían avanzando en su discurrir por una agenda global muy concreta: reescribir el pasado y dibujar los primeros esbozos de un nuevo planeta groseramente globalizado, intercambiable y uniforme, en el que nuestra forma de vida, nuestra cultura, nuestro pasado, nuestra religión, nuestras conquistas históricas y nuestras libertades tan duramente trabajadas a lo largo de los siglos comenzaban a valer nada frente a una incipiente mundialización vacua y a una nueva forma de pensamiento débil, tan bien descrito por el filósofo italiano Giovanni Vattimo, que hoy contemplamos ya crecido y convertido en el gran pensamiento único que promueve el totalitarismo socialdemócrata actual, de Angela Merkel y Emmanuel Macron a Ursula von der Leyen y al peor de todos ellos, Pedro Sánchez, pasando por George Soros o la idiocia política que arrasa países otrora modélicos como Suecia, Canadá o Nueva Zelanda, y hoy devastados por una caterva de personajes e instituciones tan “progresistas” como miserables. Y ese viaje raudo en el que en apenas una década dimos la espalda a más de 2.000 años de historia, tradiciones, valores, costumbres y creencias, también lo ha realizado la Iglesia Católica en un tiempo similar, en los algo más de siete años que van desde la renuncia al Papado de Benedicto XVI, el 28 de febrero de 2013, hasta la actualidad, en el que el Papa Francisco parece estar respondiendo perfectamente a las pretensiones y los objetivos de quienes tan bien y tan meticulosamente prepararon su apostolado.
Y es que debemos recordar que el 20 de enero de 2018, un importante grupo de líderes católicos ponía en manos del presidente norteamericano Donald Trump un completo dosier informativo, obtenido a través de un profundo análisis de datos extraídos de la red Wikileaks, que revelaba que Barack Obama, Hillary Clinton y el especulador George Soros, mecenas de numerosas causas “progresistas” defendidas por la entonces responsable del Departamento de Estado norteamericano, orquestaron una estrategia en el Vaticano para derrocar al Papa Benedicto XVI. Para ello, utilizaron la enorme presión ejercida por la poderosa maquinaria diplomática y financiera impulsada por el Gobierno de EE.UU., en manos entonces del Partido Demócrata, y el Papa Benedicto XVI se convirtió en el primer Pontífice en renunciar desde el Papa Gregorio XII en 1415, y el primero en hacerlo por iniciativa propia desde el Papa Celestino V en 1294. Los denunciantes del escándalo basaban sus afirmaciones en conversaciones extraídas de los miles de correos electrónicos de John Podesta, asesor de Barack Obama, íntimo amigo de George Soros y jefe de campaña de Hillary Clinton, hechos públicos por Wikileaks, en la que había sido una de las mayores filtraciones realizadas por la red de Julian Assenge.
Según esta filtración, el trío Obama-Clinton-Soros, con la bendición del Partido Demócrata, buscaba cambiar para siempre lo que literalmente definía como “el régimen medieval en el que la Iglesia vivía bajo la influencia de Benedicto XVI” y buscaban “una completa revolución en el Vaticano, que habría de llegar de la mano del Papa Francisco”. El “progresismo” norteamericano que giraba alrededor de Barack Hussein Obama estaba especialmente interesado en conseguir que el Vaticano se sumara a todo tipo de iniciativas ambientalistas globalistas (como así lo hizo el Papa Francisco tras su nombramiento hasta el punto de dedicar una Encíclica a la cuestión) y que la Iglesia se abriera, especialmente con su silencio y mirar hacia otro lado, a los postulados de la ideología de género más radical.
Los firmantes de la iniciativa para investigar estos hechos explicaron a Donald Trump cómo John Podesta reveló en un correo electrónico de 2011 que él y otros activistas estaban trabajando para llevar a cabo una “primavera católica” dentro de la Iglesia de Roma, una referencia obvia a los desastrosos Golpes de Estado que bajo el calificativo de “primaveras árabes” fueron impulsados ese mismo año por el Gobierno de Barack Obama, con el apoyo humillante e ignorante de todos los Ejecutivos socialdemócratas europeos, y que terminaron con el nacimiento de la milicia terrorista del autodenominado Estado Islámico, con el estallido de la guerra de Siria y llevando al poder de algunos países de Oriente Medio a movimientos islamistas radicales y grupos terroristas.
El correo electrónico de Podesta respondía a su vez a otro enviado por Sandy Newman, fundadora de Voices for Progress, otra iniciativa de extrema-izquierda financiada por Georges Soros, en el que ésta pedía consejo al asesor de Hillary Clinton sobre la mejor manera de “sembrar las semillas de la revolución” en la Iglesia católica. Podesta, incluso, explicaba que ya había puesto el tema en manos de Kathleen Kennedy Townsend, antigua gobernadora del Estado de Maryland (EE.UU.) y responsable entonces de los montantes económicos que el Partido Demócrata dirigía a las causas afines y a las acciones en las que quiere dejar su sello rojo.
Benedicto XVI renunció poco más de un año después de este correo electrónico, y durante esos meses ocurrieron muchas otras cosas, alentadas todas ellas por el Ejecutivo de Barack Obama, y descubiertas gracias a Wikileaks: la NSA monitorizó el cónclave en el que se eligió al Papa Francisco, que acabaría convertido en una referencia ineludible de la izquierda mundial; las transacciones monetarias internacionales con el Vaticano fueron suspendidas durante los días previos a la renuncia del Papa Benedicto, y el entonces vicepresidente de Estados Unidos y hoy nuevamente candidato a la Casa Blanca por los Demócratas, Joseph Biden, se reunió con el Papa Benedicto XVI, en un encuentro cuyo contenido nunca se reveló con claridad.
De cualquier forma, y más allá de todo esto, debemos fijarnos en los más importante: los hechos. Y la realidad nos indica que lo que escuchamos a nuestro alrededor es un silencio sepulcral de la Iglesia católica ante el hecho indiscutible de que Occidente acabará convirtiéndose en algo que todavía no conocemos porque el marxismo cultural que nos domina es la nueva Matrix que trata de adormecernos, confundirnos y esclavizarnos, cambiando el sexo por el género, utilizando el lobby LGTB como ariete contra la familia natural, empleando la corrección política como mazo para acabar con los discrepantes, destrozando el lenguaje, humillando al ‘hombre blanco’ para diluir nuestro legado y, sobre todo, recompensando siempre a todos aquellos individuos, empresas u organizaciones que ayuden a dinamitar nuestra forma de vida, nuestras tradiciones e, incluso, a nuestro Dios. Y la realidad también nos hace escuchar, en ocasiones de una forma estruendosa, los aplausos, los vítores emocionados y los reiterados alaridos de apoyo que desde este planeta de los simios socialdemócrata, multicultural, burocratizado, buenista y demagógicamente integrador se lanzan al Papa Jorge Mario Bergoglio por su compromiso a activo y su denuncia, tan lastimera como reiterada, de todos esos “males” del mundo que solamente ven quienes desde sus aviones privados, desde sus puestos funcionariales en la UE y desde sus despachos en la ONU no padecen los auténticos problemas de verdad que se viven en las calles de verdad: la islamofobia, la oclocracia, la ultraderecha, Viktor Orbán, el hombre blanco, el hombre europeo, los hombres, el pasado clásico, etc… todo esto es lo que indigna al Papa Francisco, a tenor de sus constantes tuit-declaraciones, cada vez más parecidas a las de su querida amiga, y gran “intelectual” de estos tiempos oscuros, miserables y, sin duda, finales de todo lo que un día conocimos como bello y como bueno, Greta Thunberg. Dime quién te aplaude y te diré quién eres y de qué pecas.
La guerra cultural ha estallado y nos encontramos en los prolegómenos de un enfrentamiento histórico contra un nuevo totalitarismo más o menos blando que se extiende por el mundo liderado por un marxismo cultural que es la punta de lanza de un movimiento global anti-Occidente que se construye sobre varios elementos perversos: el apoyo a la inmigración ilegal, como forma de desgastar los valores tradicionales sobre los que se levantan los Estados liberales tradicionales; la utilización de la ideología de género más aberrante como herramienta básica para diluir el papel fundamental que desempeña la familia tradicional en nuestras vidas y en nuestras sociedades; la manipulación de las minorías raciales y sociales como instrumentos de ataque contra los Gobiernos democráticamente elegidos, y la islamofilia como pancarta disgregadora y destructora del bagaje espiritual e intelectual clásico sobre el que se levantan nuestras sociedades. Y, en esta batalla, la Iglesia católica, de manos del Papa Francisco, se ha puesto de perfil frente a una indecente alianza global entre Marx y Alá, santificada por lo políticamente correcto, impulsada por las élites mundiales socialdemócratas, regada por recursos económicos de oscuros orígenes e hiperacelerada por el poder de las nuevas tecnologías de la comunicación, que se está convirtiendo, se ha convertido ya, en el principal desafío contra las democracias clásicas, contra nuestra tradición judeocristiana y grecorromana y contra los valores éticos y los mejores elementos socioculturales que han permitido a una buena parte del mundo alcanzar los mayores niveles de libertad, tolerancia, progreso y desarrollo de la historia. Sí, contra la Cristiandad.
El catolicismo no muere, sino que se transforma. Y se está convirtiendo en la nueva gran religión de quienes no tienen historia porque previamente la han manipulado, la han despreciado o la han quemado; de quienes no tienen esencia espiritual porque solo tienen múltiples géneros, de quienes no tienen familia, ni pueblo ni nación porque dicen ser ciudadanos del mundo; de quienes no tienen Dios porque caminan hacia el posthumanismo, de quienes quieren convertir la nueva Notre Dame en un símbolo de encuentro multicultural y de quienes, en fin, ya no pertenecen a la civilización occidental, hundida sobre sus pilares judeocristianos y grecolatinos, porque solamente son miembros de esa enorme utopía multicultural y diversitaria que se extiende como una pandemia ética e ideológica por unas tierras plagadas de iglesias solitarias, incendiadas y derruidas.
¿Se desvanece la Iglesia católica al ritmo que se diluye ese gran Occidente siempre más ético e ideológico que geográfico que jamás hubiera podido ser grande, tan grande, sin ella? ¿Ha travestido el catolicismo sus esencias para convertirse en la bondadosa religión de cabecera del globalismo socialdemócrata? ¿Habrá un regreso al pasado? Y lo más importante: ¿volverán a necesitar los hombres y mujeres posthumanos que pronto llegarán al Dios que jamás les creó?
El Shock de Occidente. Raúl González Zorrilla
Ediciones La Tribuna del País Vasco
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PRÓLOGO DEL LIBRO (PINCHE AQUÍ)
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Este libro debería ser de obligada lectura en los colegios, porque nos metemos, sin darnos cuenta, en un mundo satánico que pronto nadie comprenderá como hemos llegado a estos caminos. Un libro de Luz
Toda la gloria de Europa viene de una sola cosa, Dios, los imperios, la ciencia , filosofos, artistas inconmensurables, escritores etc etc ,el haber moldeado el mundo viene todo de Dios, asi lo quiso, por aceptar a Cristo. Lo de ahora merece mas olvidarlo
A ver; el globalismo del NOM utiliza muy bien el marxismo cultural de la Esculela de Frankfurt y la teoría el largo camino de Gramsci,no es tan dificil de entender amigos,los de siempre entienden que la mejor forma de dominar no es otra, que destruir los valores eternos de Occidente utilizando para ello el marxismo cultural,olvidénse de la URSS y todo lo demás,en Metapedia donde aún los sionistas, no se porque, ni como, aún no lo censuran,pero lo harán, se explica a la perfección,si no se entiende esto no se entiende lo que está pasando ahora en el Mundo,es fundamental.
A ver D. Raúl, con el debido respeto por el que escribe un libro. Sigue usted mezclando y metiendo en el batido al marxismo, que estaría actuando perversamente contra “Occidente”, La llegada del neomarxismo cultural sería el crisol de todos los males, con su “ ingente propaganda anti-occidental” y habría destruido el paraíso occidental, razón por la que “comenzamos a ver cómo nuestra renuncia a defender los valores tradicionales …nos sumía en un abismo moral difícilmente descriptible..” Pues mire, siento discrepar: el marxismo -bajo cualquiera de sus formas- o no existe ya o está bastante descafeinado. Mire D. Raúl, lo que… Leer más »
Don Mario, ¿y no tienen marxismo o neomarxismo y NOM a los mismos instigadores?
A los instigadores del NOM les importa un carajo el marxismo como doctrina. Utilizan sus sistemas y estrategias, pero ni son capitalismo ni tampoco el viejo marxismo al estilo soviético o cubano. El NOM y su Agenda Globalista es algo completamente nuevo basado en el poder y el dinero. Si un gobierno cualquiera comete la irresponsable imprudencia de verse pillado por las deudas, tendrá la tentación de acudir a los poderes globalistas para decir “si bwana” a cambio de pasta. Y ellos le dirán lo que tiene que hacer. Fíjate, el aumento salvaje del aborto, o la eutanasia, es decir,… Leer más »
Interesantísimo comentario. Yo no terminaba de ver muy clara la relación entre neomarxismo, y ultra capitalismo global.
el enemigo judaico ataca, su escudo la teología del holocausto sustituyendo a la de la Resurrección. el anticristo es el sionismo