AD.- Macarena Olona no ha aprendido nada de la severa lección que le dieron los andaluces el 19-J. A decir verdad no debe ser fácil pasar de ser la diputada con más futuro del parlamento español a convertirse en el hazmerreír general tras la campaña sobreactuada y artificial en Andalucía. Como ha sido apuntado, Olona se pasó de frenada en las elecciones recitando sus retahílas más conocidas, desnaturalizadas con su tono impostado, a veces arrogante, a veces insolente. Y ahí patinó. La alicantina tiene empaque y oratoria, pero en Andalucía gusta la naturalidad y se detesta el postureo. Pero Macarena no parece haberse enterado y sigue en lo mismo. Su desprecio a los símbolos andaluces lo aprovechó el PP distribuyendo banderolas blanca y verdes, en todos sus mítines. Una cosa es que yo me identifique más o menos, o menos que nada, con la bandera regional andaluza (por cierto, del mismo verde califal que la de Vox), pero otra bien distinta es que una mayoría abrumadora de andaluces la siente como propia, en feliz y estrecho consorcio con la de España. Esto es lo que todavía no han aprendido dirigentes como Macarena Olona, que cometen el mismo error que los líderes separatistas cuando pretenden patrimonializar la representación de los símbolos.

La España de Vox, en el mejor de los casos, nunca superará al 18 por ciento de la población. Políticas como Macarena Olona no ayudan precisamente a ensanchar esa magra franja electoral. Y mucho menos con actitudes como las de ayer. El partido liderado de Macarena Olona tildó ayer de “lunático islamófilo” al político andaluz Blas Infante, padre de la Patria Andaluza.

“En Andalucía Vox tenemos claro que este radical que buscaba dividir a los españoles no merece ningún tipo de homenaje. Andalucía no le debe nada”, condenaban en un mensaje desde su cuenta oficial de Twitter. No obstante, la formación ya ha borrado el tuit.

A pesar de que ya no puede encontrarse en los perfiles oficiales de Vox, su contenido ya ha trascendido y ha provocado una fuerte reacción crítica. La crítica que más ha resonado en las redes ha sido la entonada por Juan Ignacio Zoido, eurodiputado y exministro de Interior durante el Gobierno de Mariano Rajoy.

“Lo que es no entender nada. Macarena Olona debe de escuchar bien y acelerar en comprensión de Andalucía. No han sido capaces de ver que lo suyo del ruido y el grito no gusta en esta tierra”, subrayaba el político. “Entiende que habéis borrado el tuit”, ha matizado a la par que condenaba la nula rectificación por parte del partido. “Tengo una duda: ¿Qué tipo de impulso os entra para cambiar de criterio a tal velocidad? Tardáis menos en cambiar de criterio que en saltar el levante en Cádiz”, concluía cerrando su crítica.

De nuevo siguen sin enterarse. Quienes acusan a la izquierda de querer imponer una visión restringida de la historia, intentan hacer lo mismo. Pese a no estar de acuerdo con casi nada de lo que Blas Infante defendió pacíficamente, debemos aceptar que el de Casares es una figura histórica admirada y respetada por muchos más andaluces que a los que Vox logrará representar nunca.

De entrada, Blas Infante fue un hombre bueno, que defendió sus ideas con la fuerza de sus pacíficas convicciones. Nunca hizo mal a nadie ni utilizó su sólida formación jurídica (era notario de profesión) para enfrentar a las personas hasta hacerlas irreconciliables. Para componer el himno de Andalucía, Blas Infante se inspiró en la música de un canto religioso titulado «Santo Dios» que entonaban segadores de Cantillana. Fue ejecutado en la madrugada del 10 de agosto de 1936, al principio de la guerra civil. Sus verdugos no hallaron más lógica y razones que la arbitrariedad de hacer desaparecer a la persona y silenciar así su ideal.

Sostiene Macarena Olona que Andalucía nada debe a Blas Infante. Se equivoca. A Blas Infante le debemos sobre todo que avivase un sentimiento compartido, de orgullo andaluz, de reivindicación y compromiso con una región singular, maravillosa y compleja como Andalucía, entendida entonces y hoy como modelo solidario entre las distintas comunidades autónomas de España. Aquel sentimiento de orgullo y compromiso confirió sentido a la vida de muchísimos andaluces que sufrían los embites de una existencia miserable en una región latifundista marcada por profundas desigualdades y por el poder de una clase dominante que vivía del acceso prioritario al principal recurso económico del momento (la tierra) y de la explotación de unas masas de trabajadores campesinos que les transferían rentas y productos. No cuesta imaginar a esos ociosos latifundistas hallando en Vox la fuerza inspirativa que Olona dijo haber encontrado en la pirada de Giorgia Meloni.

A Blas Infante se le pueden refutar sus ideas políticas, pero no su compromiso ni su amor desinteresado por Andalucía, que es lo que nadie alcanzará a escribir nunca de una mala política y peor persona como Olona acredita ser cada día.