¿Sabremos convivir con la biarra?
El vocablo biarra se traduciría como necesidad y habría pasado a formar parte del substrato léxico de amplias zonas de la zona media de Navarra en la cruda postguerra española y aunque tras el milagro económico de los años 70, la niebla del olvido la cubrió con su manto, la previsible crisis económica mundial que se avecina para el próximo quinquenio, volverá a poner dicho vocablo de plena actualidad.
Así, el shock traumático provocado en la sociedad por la irrupción de coronavirus y la posterior entrada en recesión de las economías obligará a una profunda catarsis y metanoia de la sociedad en su conjunto que hará revisar los fundamentos que lo sustentan tras el hundimiento de la torre de la globalización universal y el final del consumismo compulsivo. La metanoia sería transformar la mente para adoptar una nueva forma de pensar, con ideas nuevas, nuevos conocimientos y una actitud enteramente nueva ante la irrupción del nuevo escenario pandémico lo que implicará la doble connotación de movimiento físico (desandar el camino andado) y psicológico (cambio de mentalidad tras desechar los viejos estereotipos vigentes).
El retorno a escenarios de recesión económica provocará el vertiginoso tránsito desde niveles de bienestar hasta la cruda realidad de la pérdida del trabajo, inmersión en umbrales de pobreza y dependencia en exclusiva de los subsidios sociales, con lo que el retorno al medio rural se perfilará como una alternativa seria. Así, según CCS (Centro de Colaboraciones Solidarias), “no es posible seguir creciendo de forma indefinida pues seguir por esa senda tan solo producirá más miseria social y más destrucción ecológica y para ello hay que gestionar de forma sostenible nuestra riqueza natural” y en este contexto de retorno al sector primario, España basará su fortaleza en la tríada mediterránea ( cereal, vino y aceite) así como en la explotación pesquera, agropecuaria y forestal.
Agricultura, ganadería, pesca y explotación forestal son sectores que llevan décadas en decadencia, ahogados por la competencia desleal que impone la economía global y sin embargo tienen un enorme potencial para crear eco-empleo pero para ello sería necesaria apoyar la producción ecológica de alimentos, incentivando el consumo local de productos pesqueros, agrícolas y ganaderos autóctonos y promoviendo la conversión de la actual industria forestal hacia explotaciones que cultiven especies de mayor valor añadido o que produzcan de forma sostenible la biomasa que necesita el país para reducir su dependencia de los combustibles fósiles.
Así, la escalada de los precios del gas y la electricidad habría sorprendido a Europa con las reservas de gas en mínimos históricos (60% ) y habría escenificado el fracaso rotundo de las políticas energéticas de una Unión Europea incapaz de lograr la utópica autosuficiencia energética. En este contexto, emerge la energía verde como alternativa energética lo que implicará la conversión de la actual industria forestal hacia explotaciones que cultiven especies de mayor valor añadido o que produzcan de forma sostenible la biomasa necesaria para reducir la dependencia de los combustibles fósiles y de lo que sería paradigma la planta de biomasa de astillas de madera de Aoiz (Navarra) que estará operativa en el 2022.
Asimismo, dada la actual coyuntura de emergencia energética y que la producción de astillas de madera es más barata que la de pellets, no sería descartable la instalación de nuevas plantas de biomasa de astillas en zonas de montaña que utilizarán la madera de aprovechamientos forestales en población próximas para fomentar la economía circular, minimizar la huella de carbono y optimizar la cadena de valor, con la consiguiente creación de puestos de trabajo fijos que posibilitarán el crecimiento demográfico de los despoblados enclaves montañosos.
En consecuencia, la biarra forzará al imaginario colectivo a adoptar una nueva forma de pensar y una actitud proactiva ante la irrupción del nuevo escenario de crisis mundial que tendrá como efectos benéficos el redescubrimiento de valores caídos en desuso como el esfuerzo, el decrecimiento, la economía circular, el auzolan, la solidaridad, el respeto por el medio ambiente y la búsqueda de una nueva utopía. A pesar de su carácter no real, la utopía permite reconocer los ideales de una sociedad o comunidad en un momento concreto de su singladura histórica así como los obstáculos que impiden cristalizar su sueño idílico. La utopía así concebida sería el camino para alcanzar un sueño que llevaría implícito en su potencia la facultad de devenir en acto concreto (en el camino está la meta), siendo preciso transitar por la senda marcada por il poverello d´Assisi: “Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible”.