RTVE y la Sexta, una historia repugnante contada por Carnicero (I)
Reproducido.- Carlos Carnicero era cuñado de Chiqui Benegas en tiempos del dominio guerrista y, aunque carlista en su juventud, evolucionó hacia ideas socialdemócratas. Ha tenido graves desencuentros con Zapatero y su corte, en la cual se encuentra Jaume Roures y la ministra Chacón. Tomen nota del “afecto”. Dice así en una serie de 3 capítulos: “Tengo que hacer unas aclaraciones previas que en una sociedad más reposada serían innecesarias. Ignacio Escolar, un periodista con amplia experiencia en redes sociales y una breve estancia en la dirección de Público, dijo ayer en Twitter que yo mentía. Y se metió en una historia que no es suya, porque aunque a él le parezca imposible, él no es el diario Público. Es un colaborador más y ha sido su efímero director.
No tengo nada contra él y se metió donde nadie le llamó. Creo que tiene un prestigio merecido en las redes y no es mal columnista. Por eso me llama la atención que diga que miento en algo que él ni siquiera conoció.
Luego salió Juan Ramón Lucas y formaron una cuña de Rugby para defender el honor supuestamente mancillado de Luis Fernández. Aquello convirtió Twitter en un torneo medieval en el que estos dos caballeros, sin tener ni idea, sin haber asistido a los hechos, dijeron que yo mentía cuando hablaba de algo que ellos no pudieron conocer. De repente Luis Fernández se convirtió en “su dama” y se batieron por su honor. Ellos sabrán.
Juan Ramón Lucas llegó más lejos. Según publicó, llamó a Luis Fernández y se convirtió otra vez en su portavoz o mayordomo. ¿Cuál es la relación de servidumbre que tiene Juan Ramón Lucas con Luis Fernández para salir sin que venga a cuento a defender a aquel?
El caso es que estos dos periodistas, por mucho que se empeñen, no tienen sitio en la historia que voy a contar, porque entre otras cosas no estaban en el escenario cuando ocurrieron los hechos. Ignacio Escolar era –y es- un brillante periodista de las tecnologías y José Ramón Lucas venía de fracasar en todos los proyectos de televisión en que había participado cuando la ambición de ganar más dinero le hizo apartarse de Tele 5.
Hay una verdad que no se puede cuestionar: a Juan Ramón Lucas le ha ido bien siempre que ha estado a la sombra de Luis Fernández. En Tele 5 y en RTVE. En cuanto llegó el cuate de José Miguel Contreras, Miguel Barroso y García Ferreras al puesto de mando le dio a su eterno protegido dos programas, uno en Radio Nacional, en el que todavía anda, y otro en Televisión Española. Fernández es generoso con sus caballeros. Le conozco desde los tiempos de Tele 5.
Bien, basta de preámbulos. Me han llamado “mentiroso” y me dispongo a contar toda la verdad, nada más que la verdad y solamente la verdad. Y quien se haya forrado con las historias que voy a contar, que lo goce con salud si la Justicia no le alcanza.
Empezaré por el principio. Bueno, por la segunda parte del principio.
Corría el año 2005 y vivía yo tranquilo en La Habana, cuando asistí como ponente a un congreso en La Rioja sobre la lengua española, organizado por el ex presidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo. Asistió el presidente José Luis Rodríguez Zapatero a la inauguración y en esos “vinos españoles” que tan ranciamente les gusta organizar a nuestras autoridades, el presidente se fijó en mí.
Nos saludamos y estuvo atento y amable conmigo: no nos conocíamos mucho y ahora tampoco. Me dijo: “llama a Miguel y nos vemos en La Moncloa”. Le dije: “¡claro; faltaría más!” Pero me quedé perplejo: Miguel (Barroso) ya no era secretario de Estado de Comunicación. Le habían buscado acomodo en la Casa de América, para un periodo de descompresión después de que Miguel Barroso en su condición de secretario de Estado hubiera preparado el reparto de las televisiones públicas: la Cuatro para PRISA y La SEXTA para su socio de toda la vida, José Miguel Contreras, Globomedia y un tal Jaume Roures, un izquierdista catalán que había estado ganando mucho dinero enganchado a la cadena de televisión catalana, en donde él y el Grupo Lavinia han tenido mando en plaza sobre todo con el tripartito.
Lo cierto es que yo, que soy de todo menos ingenuo, no llamé a Miguel Barroso sino a Fernando Moraleda, recién nombrado secretario de Estado de Comunicación. Le dije a Moraleda. “Fernado, el presidente ha debido tener un lapsus porque me ha dicho que le llame a Miguel Barroso para quedar con él (el presidente) y si el presidente me quiere ver, creo que te corresponde a ti organizarlo”. Fernando y yo sabíamos que el presidente no se había confundido porque Miguel Barroso siguió y sigue siendo –no sé cómo han quedado las cosas después de la aparatosa renuncia de Carme Chacón a las primarias- el hombre de comunicación del presidente.
Nunca se produjo encuentro en La Moncloa y yo, desde luego, no lo reclamé. Sí comí con Fernando Moraleda en el restaurante Solchaga, en la glorieta de Alonso Martínez, en una mesa por cierto incómoda.
Aquello se puso complicado. Notas cuando te halagan pretendiendo darte una satisfacción utilitaria.
Me dijo Moraleda.
-Carlos, el presidente y yo creemos que estamos en deuda contigo. No se han hecho todas las cosas bien en Moncloa con periodistas como tu.
Tranquilicé a mi interlocutor, convenciéndole que su apreciación era equivocada y que no había ninguna deuda y menos del presidente constitucional del Gobierno de España conmigo.
-Insistió Moraleda: ¿Cuándo piensas regresar a vivir a España? ¿No te gustaría volver y tener algún proyecto?
Hice una pausa cinematográfica y con la mejor de las sonrisas pronuncié una frase bíblica:
-“Fernando, todo lo que se pueda conseguir desde la presidencia del Gobierno me es ajeno. Nunca he trabajado para ningún gobierno, ni en la época de Felipe González, ni en la época de Aznar. No voy a cambiar las cosas ahora.”
-“Pero si quieres saber lo que me gustaría hacer, te lo diré pero advirtiéndote que no está en tus manos: me gustaría dirigir el periódico El País; y en su defecto, el programa Hoy por Hoy que va a dejar Iñaki Gabilondo. ¿No está en vuestras manos, verdad? Entonces es mejor que disfrutemos el almuerzo.”
Se quedó pasmado Fernando, supongo que digiriendo la ironía. Y entonces pasó a darme detalles del nombramiento de Luis Fernández como máximo responsable de RTVE.
-¿Qué te parece?, me dijo.
Recordé los viejos tiempos con Luis Fernández en Tele 5. Y le dije que era una persona inteligente y probablemente idónea. Añadí:
-“Lo mismo que accedió a no renovarme el contrato en el programa “Fuego Cruzado” porque José María Aznar no me podía soportar, hará un buen trabajo en Televisión Española. Yo era demasiado socialista de González entonces para tener un hueco en Televisión y me imagino que ahora no soy suficientemente zapaterista. Luis Fernández es un hombre que sabe perfectamente donde está el poder y no os va a defraudar.”
Acabamos el almuerzo y me anunció que Luis Fernández me llamaría. Como así fue.
El encuentro con Luis Fernández se produjo a los pocos días. Ocurrió en el restaurante Currito, en la Casa de Campo. Estaban en obras todos los accesos porque Alberto Ruiz Gallardón estaba generando deuda pública con la tuneladora de la M-30 y no era fácil llegar a Currito. Luis Fernández iba mucho a éste restaurante Vasco porque le pillaba a tiro de piedra de su despacho en Televisión Española.
No puedo decir que Fernández estuvo amable porque su infinita soberbia le impide estar relajado. Su tez oscura y su estatura reducida se acentúan con una mirada huraña que te está diciendo que más te vale estar de su lado. He comprobado que es un bravucón que se apendeja.(*)
Teníamos historia compartida. Pero eso lo dejo para el capítulo de mañana o pasado.
Me dijo:
-¿Nunca has trabajado en Televisión Española?
Y yo le contesté la verdad, “nunca”. Pero añadí: “sólo la mitad del mérito es mío, porque nunca, ningún gobierno me ofreció nada. “¿Vienes a proponerme algo?”.
Seguimos conversando sin que hubiera una respuesta que yo no esperaba.
Y al final, casi en el queso y el vino, me abordó.
-¿Conoces el proyecto del periódico que se está preparando?
-¿Te refieres al que va a sacar Miguel Barroso y que está potenciado por La Moncloa?
-Bueno, no es exactamente así.
-Sí, he oído hablar de él.
-Creo que tu podrías ser un magnífico director. Te interesaría dirigir el proyecto, porque creo que serías la persona idónea.
-Sonreí como hago cuando quiero ser firme sin perder la calma. Y le dije literalmente:
-Luis, te diré dos cosas: Primera, a estas alturas de mi vida no conjugo el verbo “te gustaría”. Yo analizó un proyecto editorial, sus posibilidades de independencia política, las condiciones del contrato y doy una respuesta.Pero hay un inconveniente mayor: ¿No sabía que Público era un proyecto de Televisión Española. ¿Estás autorizado por los propietarios del periódico a hacerme esta oferta?
Eludió la respuesta directa. Habíamos llegado al café.
En ese momento nos cambiamos de mesa y fuimos a compartir un Gin and Tónic con el presidente de una poderosa multinacional discográfica y el hombre de la música en televisión española.
Nunca más hemos vuelto a hablar Luis Fernández y yo. En el tanatorio del inolvidable Carlos Llamas ostentosamente evito saludarme y allí tuve una gresca con José Miguel Contreras, presidente de La sexta. Pero eso lo guardamos para el capítulo de mañana. Continuará (II) De la “Guerra del Fútbol” a la colaboración económica entre RTVE y La Sexta.
PD: sólo me queda otra acedota real para completar el capítulo. Estaba teniendo yo una larga conversación posterior a estas fechas en el despacho de José Blanco cuando todavía era secretario de organización del PSOE. Estábamos distendidos. Cuando nos despedíamos le dije: “¿me aceptas dos sugerencias?”, “Claro –me dijo ante lo inevitable- poniéndose en guardia.”
La primera es una metáfora: “si yo fuera el padre de Zapatero no le dejaría ir a jugar a casa de Miguelito Barroso”.
Sonrió. “¿Y la segunda?”.
Protégete de Jaume Roures. Va a ser vuestro particular Javier de la Rosa.
Nos despedimos.
(*) “Un bravucón que se apendeja” es una expresión mexicana referida a un matón que se viene abajo cuando ya no tiene poder para intimidar.