Cómo defender nuestros valores
Mientras en Irán las mujeres son golpeadas y maltratadas en las manifestaciones de protesta por la tortura y fallecimiento de la joven Mahsa Amini detenida por la Policía de la moral iraní, por no colocarse debidamente el hiyab o velo islámico, la reacción de la comunidad internacional y no digamos la del gobierno español, ha sido de una vergonzante tibieza o de un cobarde silencio.
Al mismo tiempo la Comisión Islámica de Melilla se ha opuesto a los talleres con contenido LGTB organizados por un conocido Colegio Público de aquella ciudad donde la mayoría de alumnos pertenecen a la comunidad musulmana. Las razones que aducen es considerar que la actividad organizada por ese colegio es «una flagrante vulneración de los derechos fundamentales y un ataque directo a las libertades y derechos constitucionales», amén de otras consideraciones sobre el adoctrinamiento, la moral y el derecho de los padres…
Resulta paradójico que sea en un país teocrático como Irán o en el seno de la Comunidad Islámica en Melilla, donde se invoque la libertad y el ejercicio de los derechos constitucionales para no ser tiranizados ni adoctrinados por el poder del Estado, aunque en el primer caso, sea por el fundamentalismo religioso de su régimen y en el otro por la imposición de una ideología que, como la de género, atenta gravemente contra las libertades civiles o religiosas de una comunidad.
Sin entrar en consideraciones de tipo moral que complicaría mucho más el hacer una breve reflexión sobre la reacción de la ciudadanía a las tiranías o dictaduras del pensamiento o de las ideologías, creo que los acontecimientos de Irán o de Melilla, invitan a detenerse en el protagonismo que hoy le toca jugar a la sociedad civil frente a las corrientes estatistas o individualistas. Hoy las izquierdas y derechas han intercambiado notablemente sus papeles tradicionales.
Mientras en la izquierda predomina un individualismo liberador de la persona no sujeta a ninguna regla ética, moral o incluso civil, en cuestiones como la sexualidad, aborto, matrimonio, etc., –la familia natural ha sido superada- según la Secretaria de Estado de Igualdad, la derecha se refugia en el papel de gestor eficaz de los asuntos económicos y rehúye el debate y la defensa de esas reglas éticas o morales que protegen al individuo frente a la invasión de los poderes públicos.
Aquellos que confían exclusivamente en los partidos o en sus líderes para afrontar cuestiones o problemas que afectan directamente a su autonomía personal, como son sus convicciones religiosas o sus libertades individuales, yerran porque, como en Irán o en Melilla, es la sociedad civil representada en las organizaciones cívicas, la familia o incluso las religiosas quienes sirven de contrapeso a la “ortodoxia dominante” de la izquierda o a los ” interesados silencios» de la derecha.