De la crisis de misiles al temor actual de guerra nuclear
Durante 60 años la crisis de los misiles cubanos recordó lo cerca que estuvo el mundo de una guerra nuclear y cómo un liderazgo hábil logró evitarla, pero ahora que la amenaza ha vuelto los expertos ignoran cómo acabar con ella.
El presidente estadounidense, Joe Biden, advirtió sin rodeos a principios de octubre que el mundo corría el riesgo de una destrucción nuclear por primera vez desde 1962, y dijo que su homólogo ruso, Vladimir Putin, “no bromea” sobre el uso de armas ultradestructivas, dado que su ejército está “considerablemente por debajo del rendimiento” en su invasión de Ucrania.
Biden aseguró que está buscando “salidas” para Putin, pero no hay señales de que este último tenga prisa por tomar alguna.
“Creo que esta situación, más que cualquier otra desde 1962, podría escalar al uso de armas nucleares”, afirma George Perkovich, del centro de estudios Carnegie Endowment for International Peace.
“Llevo trabajando en este campo durante 40 años y esta es la situación más desafiante porque tienes un Estado con armas nucleares, Rusia, cuyo líder ha definido una situación como existencial”.
A diferencia de 1962, el mundo ahora se enfrenta a una serie de focos de tensión nucleares: indicios de que Corea del Norte se prepara para otra prueba atómica, persistencia de las tensiones entre India y Pakistán, ambos con armas nucleares, y aumento de las actividades atómicas en Irán desde que Estados Unidos se salió de un acuerdo multinacional.
Pero Ucrania plantea peligros únicos ya que el conflicto enfrenta a las dos potencias nucleares más grandes del mundo.
De usar armas nucleares se cree que Rusia optaría por las tácticas (usadas en el campo de batalla) pero el propio Biden advirtió que es difícil que se pueda recurrir a armas nucleares sin “terminar en un Armagedón”.
Putin, que cuestiona la legitimidad histórica de Ucrania, proclamó la anexión de cuatro regiones y dijo que un ataque al territorio “ruso” anexionado o una intervención de potencias occidentales directa podría llevar a Rusia a utilizar armas nucleares.
¿Subir las apuestas?
La guerra librada desde hace ocho meses en Ucrania (mañana entra a su noveno mes) es sustancialmente diferente a la crisis cubana, donde la pregunta era cómo evitar que se intensificara una confrontación de la Guerra Fría por el descubrimiento de armas nucleares soviéticas.
El entonces presidente estadounidense John F. Kennedy, en una de sus deliberaciones grabadas y analizadas detenidamente por historiadores, dijo que los aliados europeos pensaban que Washington estaba “loco” por su fijación con Cuba, una isla a unos 140 km de Florida con una larga historia de intervencionismo de Estados Unidos.
“Ucrania es significativamente más importante para los aliados de Estados Unidos que Cuba”, afirma Marc Selverstone, historiador de la Guerra Fría en la Universidad de Virginia. “Putin parece estar dispuesto a reorganizar las fronteras de Europa, y eso es aterrador para los europeos”.
Los motivos del líder soviético Nikita Jrushchov eran menos rígidos que los de Putin, ya que Moscú buscaba cerrar la brecha en misiles que tenía con Estados Unidos y ganar influencia.
Kennedy se jugaba mucho: estaba en aprietos por la fallida invasión de Bahía de Cochinos de la CIA un año antes para derrocar al revolucionario Fidel Castro y además se hallaba a escasos días de elecciones al Congreso.
Pero Kennedy rechazó el consejo de ataques aéreos e impuso una “cuarentena” naval, evitando el término bloqueo, que habría sido un acto de guerra.
Moscú se retiró después de que Kennedy prometiera no invadir Cuba y desmantelar los misiles nucleares estadounidenses en Turquía.
“Para Kennedy, lo más importante era disminuir la posibilidad de un choque nuclear”, dijo Selverstone. “No sé si eso es lo más importante en la mente de Vladimir Putin en este momento. De hecho, parece estar subiendo las apuestas”.
‘Líneas rojas’
Tanto en 1962 como ahora la incertidumbre era máxima.
El 27 de octubre de 1962, justo cuando Jrushchov y Kennedy intercambiaban mensajes, un avión espía estadounidense U-2 fue derribado cuando sobrevolaba Cuba. Murió el piloto estadounidense: el mayor Rudolf Anderson, de 35 años.
Kennedy ignoró los llamados a tomar represalias y supuso (correctamente, lo demostró el registro histórico) que la orden de disparar no provino de los soviéticos, sino de Cuba.
Jruschov anunció un acuerdo al día siguiente. Su hijo escribió más tarde que él temía que la situación se estuviera saliendo de control.
En Ucrania, el presidente Volodímir Zelenski ha prometido aprovechar el impulso y recuperar todo el territorio, negándose a aceptar las exigencias de los invasores rusos.
Estados Unidos ha enviado miles de millones de dólares en armas a Ucrania, pero evitando proporcionarle misiles que pudieran atacar a Rusia para no arriesgarse a una “Tercera Guerra Mundial”, en palabras de Biden.
“Tanto Zelenski como Putin han tomado posiciones maximalistas, elevando sus líneas rojas, mientras que, en 1962, Kennedy y Jruschov las bajaban”, explicó Selverstone.
Perkovich asegura que Biden, para quien trabajó cuando era senador, es tranquilo y dispone de bagaje histórico a la hora de manejar una crisis. Pero 2022 es muy diferente, añadió.
En 1962, Rusia acordó mantener en secreto el acuerdo de Kennedy de retirar los misiles estadounidenses de Turquía, consciente de los riesgos políticos para el presidente.
“Muchas crisis en la historia se resuelven mediante la diplomacia secreta”, asegura Perkovich.
“¿Te imaginas ahora en esta era de los medios, con inteligencia de código abierto y redes sociales, mantener en secreto un trato como ese?”
“Íbamos a quedar en cenizas”
Oscar Larralde, que tenía 17 años cuando ese 27 de octubre de 1962 estalló el avión espía estadounidense sobre Cuba recuerda: “a las 10 y 17 siento arriba de mi cabeza dos explosiones, muy cerca, muy fuerte… Al escuchar el estruendo no sabía qué era, pero luego un oficial nos comunica que un grupo antiaéreo operado por soviéticos había derribado un avión yanqui”.
Larralde era entonces un simple empleado bancario que acababa de alistarse en el ejército. Este coronel retirado de 77 años recuerda cada detalle de aquella mañana en que caminaba por una remota playa de la oriental provincia de Holguín, donde estaba emplazado su batallón.
“La reacción de los combatientes”, que llevaban días “cavando trincheras, alistando el armamento de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)” donado por Moscú y soportando el acecho del “vuelo rasante” de la aviación estadounidense, “fue de entusiasmo, de alegría”, evoca, al igual que cómo esa semana el mundo estuvo a punto de entrar en un conflicto nuclear.
Desde que el día 22 el presidente estadounidense John F. Kennedy (1917-1963) ordenó el bloqueo total de la isla y puso a las fuerzas estadounidenses en estado de alerta máxima, la tensión no dejó de escalar, pero la crisis alcanzó su apogeo con el derribo del avión espía y la muerte de su piloto, el mayor Rudolf Anderson, de 35 años y su única víctima mortal.
“Íbamos a quedar convertidos en cenizas”, porque “los halcones” del Pentágono “exigían a Kennedy dar un golpe (nuclear) inmediato a los grupos antiaéreos y a los cohetes nucleares”, precisa Larralde.
A diferencia de lo que ocurrió en los días previos de la crisis, el 27 de octubre los soviéticos encendieron los radares de sus 24 bases antiaéreas desplegadas en la isla, a instancias de Fidel Castro. El líder cubano creía que habría una inminente invasión con aviones estadounidenses violando el espacio aéreo para realizar vuelos de reconocimiento a baja altura.
Larralde pasó años en la base soviética de La Anita y conoció detalles del derribo.
Al detectar el U-2 por el radar, “el jefe del grupo, Iván Guerchenov, da la alarma de combate” y “pide permiso a sus superiores para derribar el avión”. Luego “pierde la comunicación con el mando” y “ordena disparar”.
“A Anderson no le dio tiempo a nada”, explica el coronel retirado, aunque reconoce que sobre ese evento hay varias versiones.
Tras el derribo del avión de reconocimiento, Washington y Moscú empezaron a comprender que se aproximaban peligrosamente a un punto de no retorno.
La esperanza de una salida a la crisis surgió la noche del 26 de octubre cuando el número uno soviético, Nikita Jruchov, propuso secretamente a Kennedy retirar los misiles a cambio de la promesa de no invadir Cuba. Al día siguiente, exige públicamente a Washington que retire sus misiles de Turquía.
Ante el actual peligro nuclear, Larralde apuesta por el diálogo: “es importante negociar en los tiempos actuales para garantizar la paz mundial o la humanidad se seguirá enredando en la posibilidad de un nuevo conflicto nuclear”.