El libro de Distel Steg que revela los secretos sobre el COVID que no nos han contado
Por Distel Steg.- El conocimiento detallado de cómo un virus animal salta entre especies hasta finalmente alcanzar al humano nos ayudará a prevenir eventos zoonóticos futuros. Por ejemplo, si el Sars-CoV-2 existe y muta en otras especies animales, existe un riesgo futuro de eventos de re-emergencia. Por el contrario, si el proceso adaptativo ocurre en humanos, aunque haya transferencias zoonóticas repetidas, las mismas tienen poca probabilidad de originar una enfermedad a menos que haya la misma serie de mutaciones. Adicionalmente, identificar los parientes virales más cercanos al Sars-CoV-2 circulando en animales puede ayudar enormemente al estudio de la función viral, evidenciando las mutaciones virales fundamentales que lleven a una mayor infecciosidad y transmisibilidad.
Refieren los propios científicos del estudio mencionado que, aunque la evidencia muestra que el Sars-CoV-2 no es un virus voluntariamente manipulado, es actualmente imposible probar o descartar las otras teorías sobre su origen, a lo que se oponen las características especiales de este virus, incluyendo la optimización de los sitios de separación polibásicos y la afinidad del receptor espicular con respecto a los coronavirus salvajes.
Sin embargo, nos queda la pregunta fundamental: ¿para qué querría el gobierno chino diseñar y construir un coronavirus con incrementadas capacidades patogénicas y que tuviera una alta afinidad por las células humanas?
Se ha mencionado que el objetivo fundamental era producir vacunas contra los coronavirus y, si lo mezclamos genéticamente con otros gérmenes (quimeras) que expresen en su superficie antígenos de éstos, se pueden obtener virus super-antigénicos que permitan al sistema inmunológico humano detectar y producir simultáneamente anticuerpos contra varios gérmenes diferentes. Para ello se requiere que el coronavirus en estudio exprese en su superficie las proteínas que lo hagan suficientemente reconocible por el sistema inmunológico humano (antígenos) con el fin de generar la respuesta de anticuerpos.
Como ya se ha realizado con otros antígenos producidos sintéticamente, lo único que se requiere es la partícula antigénica (generalmente una proteína aislada, sin necesidad de un virus vivo completo) o un germen inactivado que la exhiba en su superficie. Para ello no es necesario que el virus invada la célula humana y se replique dentro de ella, con excepción de las vacunas basadas en material genético, pero en este caso se inocula solamente el fragmento viral que contiene los genes antigénicos y no aquellos que causan una infección. Por lo tanto, si lo que se deseaba era únicamente utilizar coronavirus modificados para generar anticuerpos contra este virus y, posiblemente, contra otros gérmenes, lo único que se necesitaba era un coronavirus que expusiera en su cápside múltiples antígenos, sin mayores modificaciones para hacerlo más infeccioso o transmisible.
La idea de estudiar la forma de neutralizar un coronavirus, al que se ha modificado para hacerlo más infeccioso adicionándole el receptor que le permita invadir las células humanas junto con una partícula que le permita evadir el sistema inmune, replicarse dentro de ellas, para luego ser liberados con la destrucción de dicha célula no tiene sentido, otro que aumentar el número de partículas virales infecciosas que provoquen una mayor respuesta inmune.
Sin embargo, el balance riesgo-beneficio es negativo si pensamos que usando este método se pueden causar enfermedades y síntomas severos y que, además, el material genético del coronavirus vacunal se puede integrar al genoma de la célula hospedera humana, siendo responsable de alteraciones genéticas o enfermedades autoinmunes no conocidas o inesperadas.
Por tanto, este no sería un método adecuado para generar una respuesta inmune, sin enfermar con una gravedad variable al humano hospedero. Por otro lado, si lo que acabamos de describir se realizara, no sería lógico utilizar un receptor que se encuentra en muchos tejidos del cuerpo, con lo que le daríamos al virus muchas posibilidades de invadir tejidos que no ocasionan una adecuada respuesta inmune, sirviendo como escondite para el virus (como en el cerebro o los testículos, así como la placenta y el embrión o el feto). Por el contrario, se debería seleccionar un receptor de superficie para la cápside del virus que sea afín con proteínas específicas de tejidos especializados y, ojalá, con alta vascularización y que puedan generar una gran respuesta inmune.
Es así como al modificar un coronavirus haciéndolo más infeccioso, al dotarlo con una proteína que se una a un receptor humano y que le permita ser introducido dentro de la célula para replicarse dentro de ella, y posteriormente ser liberado con la destrucción celular no tiene ningún sentido en el campo de la producción de vacunas.
Si suponemos que lo que realmente se deseaba realizar en el Instituto Virológico de Wuhan era potenciar el virus para hacerlo más antigénico y así desarrollar una vacuna con un gran potencial inmunológico, que se presentó una falla y que el virus se liberó involuntariamente generando una pandemia, el gobierno comunista chino podría aún ser acusado de negligencia por no haber informado de sus experimentos, del problema de bioseguridad generado y de la liberación del virus con posibilidad de afectación de seres humanos, por lo que sería responsable de todas las consecuencias de su posible “descuido e imprevisión”.
Basado en el libro COVID-19 – CÓMO UTILIZAR POLÍTICAMENTE UNA PANDEMIA por Distel Steg. https://www.amazon.es/dp/1914576500?ref_=pe_3052080_397514860