Catar, el Mundial de la vergüenza
Enrique Clemente.- Este domingo se inaugura el Mundial de la vergüenza, que nunca se debió celebrar. Sobre la designación por parte de la FIFA de Catar como sede pesan sospechas de corrupción más que fundadas. En las obras de construcción de los estadios y las infraestructuras, los trabajadores, en su inmensa mayoría extranjeros (más del 90 %), soportaron condiciones infrahumanas, temperaturas de 50 grados, jornadas interminables, a cambio de sueldos ínfimos. La falta de seguridad, el calor y la deshidratación, han causado numerosos muertos. (El diario británico The Guardian ha dado la cifra de 6.500 obreros inmigrantes fallecidos desde que se concedió el Mundial en el 2010).
Pero es que este pequeño país del golfo Arábigo, convertido en una potencia no solo regional sino global, con una de las mayores rentas per cápita del mundo, viola sistemáticamente los derechos humanos. Basta un ejemplo, la homosexualidad está prohibida, castigada con hasta siete años de prisión. Eso sí, a los gays se les permitirá acceder a los estadios (¡cuánta tolerancia y generosidad!), pero «sin dar muestras de afecto» en público ni portar signos que los identifiquen. Las mujeres son consideradas ciudadanas de segunda, las menores de 25 años necesitan el permiso de su tutor para viajar, estudiar fuera, ser funcionaria o casarse.
Bien es cierto que la hipocresía y el cinismo occidentales vienen de lejos. Recordemos, por poner solo un ejemplo, el Mundial que se celebró en la Argentina de Videla en 1978, mientras se torturaba y hacía desaparecer a miles de personas. No olvidemos tampoco que la Supercopa de España se celebra en Arabia Saudí, una dictadura mucho más feroz que la catarí. El comisionista Piqué sacó una buena tajada sin ningún tipo de escrúpulo moral. Pero hay un aspecto más, el deportivo. La Copa del Mundo interrumpe las demás competiciones, lo que equivale a desvirtuarlas, porque habrá jugadores que lleguen en malas condiciones para cumplir con sus clubes el resto de un calendario de locos.
Dos libros son imprescindibles para entender el papel de Catar y lo que implica celebrar allí este megaevento deportivo, que se convertirá en un acto gigantesco de propaganda para los Al Thani. Superior al que les proporciona ser propietarios del PSG, en el que Mbappé, Messi y Neymar reciben cantidades multimillonarias sin ningún tipo de mala conciencia.
Una de esas obras es Qatar, La perla del Golfo (Península), de dos reputados expertos en Oriente Medio, Ignacio Álvarez-Ossorio e Ignacio Gutiérrez de Terán, un análisis documentado y ponderado que explica el surgimiento de este país y su conversión en actor global. El otro es Qatar. Sangre, dinero y fútbol (Akal), del periodista Fonsi Loaiza, un alegato implacable, que desvela la trama de un Mundial indeseable que sirve para blanquear a la tiranía catarí, en el que da nombre y apellidos de los responsables.
Lamentablemente, cuando empiece a rodar el balón, ya solo existirá el fútbol. Pocos se acordarán de los obreros muertos, de los homosexuales reprimidos o de las mujeres discriminadas. Será de nuevo el triunfo del dinero y del circo mediático.