La mentira como hoja de ruta
Cuando reniego de la existencia de auténticas verdades absolutas como que la familia es una, como que el sol es sol y el cielo tirando a azul, me lleva a afirmar que existen entonces verdades relativas, verdades de “aquella manera” y éstas, por tanto, de verdad poco. Una vez negada la verdad, se me quedan las manos repletas de falsedades. No me extraña que los españoles den la espalda a estos personajes de talante relativista y laicista que desean guiarnos a la jaula de los buitres leonados. Desde la Unesco, pasando por la UE y restos de compromisarios, te llevan a pensar que la principal fuerza que gobierna el mundo es la mentira y, no una mentira cualquiera, sino una mentira absoluta. Se desea destruir la verdad para abrir demasiados caminos a la mentira, que es lo políticamente correcto. Por tanto, estamos pasmados ante los diversos eclipses de verdad y medias verdades.
La democracia a la que aspiramos, si lo piensan, no está vacunada contra tales virus como la mentira, pero tampoco lo estamos en las democracias totalitarias ni en los mausoleos de lo políticamente correcto. España es un país que desde hace años la hemos dejado en barbecho absoluto de verdades a través del mundo del conocimiento tanto en IES como en la misma Universidad. El haber ladeado el mundo de la filosofía, el saber razonar, la crítica y el tener pensamiento propio ha sido la razón absoluta de un submundo procedente de los inicios del 1900 con la Escuela de Fránkfort.
Sobre las mentiras acompañadas de desfachatez deslumbrante tenemos a nuestro Presidente del Desgobierno Español. Con él, con Pedro I “El Mentiras”, ésta ya no está siendo tan categórica y tajante como en tiempos de tranquilidad, sino que hoy día va envuelta en supuestas críticas hacia terceras personas, así nos lo dice nuestro buen periodista Luis del Val. Hemos visto recientemente como los cañones de la Moncloa se han dirigido a D. Luis de Guindos y su equipo, como los retorcidos autores del informe que deja a la España económica de nuestros días a la altura del tobillo. Todo un “mentiroso de aúpa, moncloista” es capaz de insultar a las grandes cabezas del Banco Central Europeo, de reconocida valía internacional, y que no tienen nada que ver con la Mª Jesús Montero o con la descrépita Nadia Calviño, quien parece haber aceptado el uniforme de chica para todo y lleva camino de quitarle el puesto al aventurero Pedro Solbes.
Este Desgobernante moncloista, primo hermano de la mentira, desea aspirar a ser el próximo presidente de la UE, donde ataca, dispara y critica a una de las instituciones más importantes de Europa por el hallazgo de éstos en los tejemanejes al estilo de los TOC, trastornos obsesivos compulsivos , dándonos cuenta del enorme peligro que supone que este aranoso personaje ponga los pies tras los Pirineos.
La democracia por tanto no tiene el valor suficiente para otorgarse decir cuestiones de verdad o falsedad e incluso acercarse a lo que podría ser justo. Ahora mismo, todo lo que rezume con fuerza, como galanes de noche o jazmineros, del modelo y paradigma de la mentira va en torno al totalitarismo, comunismo y fascismo, pero no se olviden que los del otro lado, los azules, no son monjas de clausura: la mentira, a veces sin saberlo, puede entrar de una manera muy sibilina y hasta la puedes aplaudir sin saber que tal caramelo lleva empolvado un venero afrodisíaco.
Les pongo un ejemplo. El derecho a la vida pasa a ser compatible hoy en España con el derecho a matar. Se quita la vida al embrión, al enfermo terminal, o no terminal, o ni siquiera enfermo, en nombre de la dignidad del ser humano: matar ya no es matar. Ahora, la dignidad de la muerte acaba con la dignidad de la vida. Estamos ante una mentira que se cobija bajo el disimulo y ésta, la mentira, pasa a ser un nuevo derecho fundamental. No conviene hablar del aborto pues suena fatal. Ahora estamos ante la interrupción voluntaria del embarazo. Otro derecho más. Nos situamos de lleno ante una mentira como derecho, que halaga, y una verdad como delito, una verdad que exige.
Claramente necesitamos detectores de última generación 5 G.
Otro caso de mentira angustiosa, donde sus víctimas son aún más indefensas. En Educación hemos de proscribir el esfuerzo, la exigencia y la disciplina, en beneficio de la diversión, del coleguismo, creatividad o motivaciones. Todo se trabaja por competencias sin tener idea que tales competencias es quedarse a mitad de camino. Conviene que nuestros infantes se acomoden cuanto antes a la mentira y se le oculta la primera verdad pedagógica: no es posible aprender sin esfuerzo.
Nuestros últimos gobiernos han sido los grandes gestores de la mentira, han aspirado a convertirse en los monjes de una nueva religión política que decide sobre el bien y el mal, lo que ha sucedido en el pasado y en el presente, los grandes contenidos de toda verdad. Ya, nuestro Tocqueville lo profetizaba: el futuro despotismo democrático dejará libre los cuerpos para apoderarse de sus conciencias, degradando a las personas sin atormentarlas. Nos aguardan los campos de exterminio de la verdad, veremos gasear a las almas dejándose, felices y libres, sus cuerpos.