¿Qué consecuencias legales tendría para un español de origen la publicación de un video en internet animalizando a una mujer, a la que soba los pechos y el trasero? Es seguro que su reprobable conducta tendría para él severas consecuencias? A la más que previsible denuncia de la Fiscalía de la Mujer, se sumaría el clamor en su contra de los medios y las organizaciones feministas. Las abyectas imágenes se reproducirían en las televisiones una y otra vez, en medio de las consabidas críticas al heteropatriarcado, y en general, a los varones. Ejemplos los hay para dar y tomar. Sin embargo, cuando la infame conduta tiene como protagonista a un joven de raza negra, su actitud denigratoria y más que presuntamente delictiva contra una mujer sin demasiadas luces, caen en saco roto. De nuevo tenemos que subir un video del mismo joven de raza negra realizando una escatológica ‘entrevista’ a una chica española. La sociedad española ha llegad a tal punto de estulticia moral que se le da distinto tratamiento político, legal y mediático a hechos idénticos, dependiendo de la raza del presunto delincuente. Si un español de rigen piropea a una  mujer, puede acabar denunciado por un supuesto delito de acoso sexual; en cambio, las imágenes vomitivas que les ofrecemos difícilmente tendrían consecuencias punibles, dado que son ya incontables los videos donde el mismo canalla reduce el valor vital de las mujeres a un ámbito escatológico. Resumen del contenido del video que pueden ver en la parte inferior:

– ¿Qué llevas: tanga, braga o nada?

Nada, porque vengo de follar

– Qué parte de tu cuerpo te gusta más?

Mi culo y mi coño

– ¿Me dejas probarlo?

A continuación, el joven de origen africano manosea los pechos de la mujer y a continuación le baja el pantalón y palpa sus nalgas.

El video es el mejor escaparate del éxito que han tenido los planes de ingeniería social para la metabolización moral de la juventud española.

Todo el video es una apología de la depravación. El asqueroso sigue actuando impunemente sin que los órganos jurisdiccionales supuestamente defensores de los derechos de la verdad quieran tomar cartas en el asunto. De haber tratado de un español de origen, las feministas ya habrían logrado su encarcelamiento.

Es preciso volver a preguntar qué esperan los juzgados de violencia sobre la mujer para tomar cartas en el asunto. ¿Acaso no queda claro que el interés del africano no es otro que denigrar a las jóvenes españolas, sin que al caso nos atrevamos a aventurar qué ocurre después?

¿Era esto a lo que aspiraban las feministas? ¿Qué sentido tienen los protocolos de la ministra Irene Montero en favor supuestamente de la dignidad de las mujeres frente al testimonio de una joven que dice gustarle que le peguen en las relaciones sexuales. Y no solo eso: acepta como propios los términos que en boca de un hombre serían constitutivos de delito contra la integridad moral.

El repugnante testimonio de esta joven nos muestra también, en toda su crudeza, la verdadera cara de la indignidad de España, la cobardía de los hombres españoles frente al puerco que humilla a una joven, la implantación sin freno de la estulticia y la depravación, que han echado raíces en nuestra desgraciada nación.