Tres formas en que la expansión nuclear china amenaza seguridad de Estados Unidos
El jefe del Mando Estratégico de Estados Unidos, almirante Charles Richard, alertó recientemente al mundo que “el barco se hunde lentamente” en lo que respecta a la disuasión contra China.
Esta advertencia se produjo poco después de que el presidente chino, Xi Jinping, abogara en el XX Congreso del Partido Comunista de China por “un sólido sistema de disuasión estratégica“, en probable referencia al arsenal nuclear de Pekín.
Los comentarios de Richard y Xi confirman lo que hemos estado aprendiendo sobre la acumulación por parte de China de sus fuerzas nucleares, que tienen el potencial de igualar —o incluso superar— a las de Estados Unidos.
Históricamente, China ha mantenido un arsenal muy reducido de armas nucleares como parte de una estrategia de “disuasión mínima”. En 2010, solo contaba con unos 50 misiles nucleares. Pero hoy no.
Las imágenes por satélite revelaron recientemente que China está construyendo más de 300 nuevos silos de misiles que, de llenarse, situarían su fuerza nuclear terrestre en camino de superar a la de Estados Unidos. El Pentágono predice que China aumentará su arsenal de armas nucleares a 1.000 para finales de la década, si no antes. Y sería imprudente suponer que Pekín se detendrá ahí.
China también está desarrollando capacidades avanzadas como un sistema de bombardeo orbital fraccionado que permitiría a un misil nuclear orbitar el globo antes de volar hacia su objetivo en una trayectoria hipersónica. Comparado con los misiles balísticos tradicionales, un sistema de este tipo sería difícil de detectar y rastrear para Estados Unidos.
Las armas nucleares de Pekín no se limitan a sistemas estratégicos para amenazar el territorio nacional. Sus misiles de alcance medio e intermedio también tienen capacidad nuclear y pueden amenazar a las fuerzas americanas en el Indo-Pacífico, así como a nuestros aliados surcoreanos y japoneses. En comparación, Estados Unidos no tiene armas nucleares en la región.
La expansión nuclear de China presenta al menos tres graves implicaciones para la estrategia y la seguridad de Estados Unidos:
– En primer lugar, una fuerza nuclear más potente permitirá a China asumir mayores riesgos en sus agresiones.
Tomemos el escenario de un esfuerzo militar chino para unificarse con Taiwán, por ejemplo.
Respaldada por misiles nucleares que pueden atacar objetivos tanto en la región como en territorio americano, China puede confiar más en su capacidad para librar una guerra si piensa que su “respaldo” nuclear le proporciona una ventaja.
Pekín también podría aprender una lección de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania y amenazar a Estados Unidos con armas nucleares en caso de que este país salga en defensa de Taiwán, como viene haciendo el presidente ruso Vladímir Putin desde que comenzó la guerra.
– En segundo lugar, China puede verse más tentada a utilizar realmente armas nucleares. Si Pekín piensa que tiene ventaja con sus fuerzas nucleares y duda de que Estados Unidos responda a un ataque nuclear, es más probable que vea las armas nucleares como una forma viable de lograr sus objetivos.
Por ejemplo, dada la ventaja de China en armamento nuclear con base en el Indo-Pacífico, Pekín podría apostar a que Estados Unidos se echaría atrás en lugar de responder a un ataque nuclear limitado.
Las tecnologías avanzadas de China, como el arma del sistema de bombardeo orbital fraccionado, también serían adecuadas para un primer ataque nuclear porque pueden evitar los sistemas de alerta temprana americana hasta una fase avanzada de su vuelo. Si Estados Unidos no puede ver un misil que se aproxima, resulta más factible un ataque sorpresa que paralice la capacidad de respuesta de Estados Unidos.
– En tercer lugar, el aumento de las fuerzas nucleares chinas podría dificultar la credibilidad de los compromisos americanos de extender nuestro paraguas nuclear a nuestros aliados. A medida que China mejore su capacidad para amenazar a Estados Unidos, podría percibir que Estados Unidos estaría menos dispuesto a acudir en defensa de un aliado en la región, a cambiar Los Ángeles por Taipei, Seúl o Tokio.
Y si nuestros aliados creen que Estados Unidos no acudirá en su defensa, podrían recurrir al desarrollo de sus propias armas nucleares. Este resultado perjudicaría los compromisos de Estados Unidos con la no proliferación y aumentaría la inestabilidad en la región.
Para evitar el peor de estos resultados, Estados Unidos debe dar prioridad al fortalecimiento de sus propias fuerzas nucleares. Este esfuerzo implica tanto seguir modernizando las capacidades existentes como aumentar el número y los tipos de capacidades nucleares americanas necesarias para hacer frente a la creciente amenaza china.
Dado que las armas nucleares representan la única amenaza existencial para Estados Unidos, debemos estar a la altura del desafío.