Jordan Peterson
Hemos estado dormidos demasiado tiempo, ocupados en “lo nuestro”, mirándonos al ombligo, confiando en el Estado del bienestar con todas sus distracciones adictivas, permitiendo que otros pensaran por nosotros y nos impusieran ideas y teorías falaces y genocidas. Nos hemos dejado arrastrar por los políticos psicópatas de turno, por los ambiciosos científicos vendidos, por los médicos renegados del juramento hipocrático, por los medios de comunicación apesebrados y sembradores de mentiras, por las fuerzas del orden al servicio de la tiranía impuesta por los sociópatas elegidos ad hoc para esta etapa de fin de ciclo, de una humanidad herida de muerte que se desangra, agoniza y bebe de su propio vómito. Ahora, la bomba nos ha estallado en la cara, sin saber qué hacer ni qué decir, a dónde ir y dónde guarecerse, porque casi todo está prohibido, censurado, envenenado y contaminado. Mientras dormíamos al arrullo del canto de sirenas, los enemigos se abrían paso con su caballo de Troya de mil colores, mucho mayor y más repleto y dañino que el de los aqueos del Peloponeso protagonistas del evento mítico histórico.
¿Recuerdan cuando hace meses se decía, sin ningún rubor, en las filas socialcomunistas que los jueces tenían que ser aleccionados en talleres de “reeducación” para saber cómo juzgar los casos de género, los delirios del sí es sí, los desequilibrios trans y el universo foucaultiano en general? No se trataba de una ocurrencia o una metedura de pata de politiquillos de vía estrecha y neuronas calcificadas, sino de una intención en toda regla, para imponer la inversión de valores que exige la dictadura mundial que lidera la, hasta hace poco, sacratísima ONU y que poluciona cualquier ámbito humano. La sombra negra y alargada de la Agenda 2030 entenebrece cualquier resquicio de lo manifestado en este plano. Por eso nos vemos obligados a nombrarla en cada texto, cualquiera que sea el tema. Pues todo lo abarca este programa genocida y distópico de los maquiavélicos amos del mundo, ideado en las cloacas infernales de los adoradores de la Bestia; todo lo inundan estas tablas de la ley con sus esculpidos 17 mandamientos satánicos para destruir a la humanidad y convertirla en una masa deforme de seres movidos por circuitos, monstruitos desconocedores del Bien y el Mal, desprovistos de espíritu, desconectados de la Luz y carentes de la mínima reminiscencia de Gracia.
Lo expresado en párrafos anteriores nos afecta a todos, seamos conscientes o no, sobre todo, a quienes tenemos algo que decir, algo que perder, y no nos doblegamos ante la manipulación y la mentira. Los psicólogos del mundo deberíamos sentir una punzada en el corazón cuando a un colega se le humilla públicamente, se le censura y se le amonesta, no por incumplir el código deontológico sino por discrepancias políticas y no emplear el lenguaje inclusivo, o “utilizarlo mal”, según la secta del género. Es el caso del canadiense, Jordan Peterson, psicólogo, profesor emérito de psicología en la Universidad de Ontario y escritor de libros de autoayuda, a quien la propia universidad le conminó a someterse a un Programa de Educación Continua o Remediador Específico (SCERP, por sus siglas en inglés), so pena de perder definitivamente su licencia para ejercer y evitar una multa millonaria del Estado. En el 2018 había aceptado someterse a un plan para mejorar su práctica clínica. Lo curioso es que estos “adoctrinamientos” son impartidos en el propio Colegio de Psicólogos, por parte de “expertos” en lenguaje inclusivo y profesionales de la salud mental, es decir, por los propios colegas, pero debidamente aleccionados; una prueba más de las presiones y tentáculos del Poder en las instituciones.
La triste realidad es que existe toda una campaña difamatoria y legal contra Jordan Peterson, supuestamente, con denuncias falsas y “actores” de reparto que nunca han sido sus pacientes. Ante esto, el profesional de la salud mental ha amenazado con hacer “totalmente pública cada palabra de esta batalla legal”. Así están las cosas. En honor a la verdad, hay que reconocer que nuestro gremio pasa por un desprestigio merecido, al haber integrado toda la falacia feminista. No les falta razón a quienes dicen que somos unos vendidos, ya desde la Ilustración, cuando la psicología dejo de ser una ciencia del alma para unirse a la medicina materialista.
En el caso Peterson, llueve sobre mojado. En el 2016, el gobierno canadiense presentó un anteproyecto para reformar la Ley de Derechos Humanos de Canadá e incluir los pronombres personales “elle y vosotres” como expresiones protegidas por el Estado. En ese momento, Peterson expresó públicamente su oposición al disparate y a que la ley saliese adelante, idea que fue apoyada por miles de seguidores llegando a ser un destacado influencer de la facción conservadora. Aun así, no consiguieron revertir el proceso, y la Ley C16 fue promulgada en 2021. Pero el psicólogo Peterson estaba en el punto de mira de las feministas radicales y todo el conglomerado izquierdista LGTBI desde hace años. Esta ley añadió la protección de la identidad de género y el delito de odio al Código Penal, con la imposición de elevadas multas e incluso cárcel por no utilizar el lenguaje inclusivo o salirse lo más mínimo de la pauta.
A Jordan Peterson se le acusa de negacionista, sexista, transfóbico y de opositor a la mentira oficial sobre el cambio climático. Los mismos cargos por los que a muchos nos sentarían en el banquillo o nos enviarían al “campo de reeducación”. Peterson sospecha que el detonante fue su alusión en las redes sociales a la actriz Ellen Page con el pronombre femenino, dado que ella se ha hecho transexual y ahora se considera hombre. Por esta razón ya le habían suspendido su cuenta de twitter, que Elon Musk le reactivó cuando se hizo cargo de la compañía. A este respecto, el magnate de Neuralink, que tanto nos trae de cabeza con la interface transhumanista y la neuromodulación, dijo que la actitud de la universidad le parecía un asunto “extremadamente preocupante”.
En Canadá, igual que en España y en casi todo el mundo, también están prohibidas las terapias de conversión a petición del paciente. Si lo hacemos incurrimos en uno de los delitos de nuevo cuño. Hace unos días se hicieron virales unas imágenes que mostraban la detención de una mujer que estaba rezando “mentalmente” en las inmediaciones de una clínica abortista. Rezar en público es delito, salvo para los musulmanes. Son políticas globales para cumplir con la Agenda 2030, que se van imponiendo a cambio de fondos. Al final, todo es corrupción.
Aparte de todo el tema del género, Jordan Peterson se había convertido en los últimos tiempos en un pain on the neck para el gobierno de Justin Trudeau, por sus muchas críticas a las medidas restrictivas durante la pandemia y otros asuntos de calado. De su exsecretario Gerald Butts dijo que era un “tonto increíblemente corrupto e incendiario”. En la actualidad, colabora con el abogado y periodista conservador experto en temas políticos, Ben Shapiro, creador del medio The Daily Wire.
Son muchos los que suscriben que el Colegio de psicólogos de Ontario debería examinarse a sí mismo. Peterson declaró que no va a cumplir con la amonestación y ha solicitado una revisión judicial de los procedimientos disciplinarios de la universidad. Mientras tanto, el número de defensores crece, y las opiniones de destacados intelectuales también. El escritor y político Conrad Black dice al respecto del caso: “Los cargos difamatorios contra Jordan Peterson deberían ser ‘desechados como un ratón muerto’. […] Este procedimiento es una vergüenza, un ultraje y una afrenta para todas las personas pensantes…”. Por su parte, el autor y comentarista político, Rex Murphy, declaró: “los enemigos de Jordan Peterson necesitan que les examinen la cabeza”. No les falta razón en sus expresiones. Nosotros añadimos que a las marionetas y a quienes mueven los hilos habría que sentarlos en el banquillo, condenarlos y encerrarlos en un penal de máxima seguridad. Pero como eso es pedir un imposible –al menos, de momento—, debemos seguir trabajando por el bien y lo justo. Si unimos conciencias, aún podemos revertir sus oscuros propósitos. Estoy segura. No es tarde para despertar. Ellos lo saben, y por eso actúan como fieras heridas.
Bien, Magdalena. Seguimos en la brecha. La extinción del Satanismo es precisa. Es decir, de los satanistas judeomasones.