Fernando Sánchez Dragó
En la soledad de la más dura sierra soriana, pasado ya lo que queda en Renieblas de la división Littorio –columna- de la CTV o Corpo di truppe volontarie, camino de Oncala, dejado ya atrás el cerro de la Muela que fuera Numancia, muy próximo a Aldealseñor con su bello palacio, habita un personaje de los que entran pocos en el kilo. Bien es cierto que nunca se sabe, porque ha culebreado durante toda su ya larga vida con todo lo establecido, descabezando títeres en todo tiempo, pero no hay duda alguna de que es un ilustre soriano autoproclamado repetidas veces, un auténtico celtíbero indagador, con zapatillas de cuadros barojianas tirando a Ferlosio, que se ha adherido a esta fría, ingrata y desabrida tierra voluntariamente. Se le ve cómodo en la suerte.
Doctorado en España, en lo que es la piel de toro, con su archiconocido y premio nacional de literatura, ensayo de 1978, Gárgoris y Habidis, Una historia mágica de España, algo heterodoxo y rompedor, que ya va en su 80ª edición, nació en Madrid en el 36, nada menos, se ha asentado muy sólidamente en Castilfrío, en el corazón de la más profunda Celtiberia, vive en libertad y lejos de la Academia y del CSIC, al amparo de su fuerte iglesia y en la proximidad del más acogedor, accesible y cuidado cementerio. Tiene gatos, mujerío y un niño encantador y guapo. Le faltan gallinas y quizás un gallo para Asclepio, o para Esculapio, no sé bien.
En él prepara, en una paz octaviana –beatus ille- su “huesa” al modo más conservador y tradicionalista de las buenas gentes que habitan la zona, con su cruz griega de dejes celtíberos. No merece menos. Le auxilia en la banda el ático y bíblico Simeón de Aldealices, en quién confía.
Es responsable de más de sesenta libros filosóficos, de viajes, transgresores y liberales y tiene apilados -lo más ordenadamente posible en infinitos plúteos y anaqueles- más de ciento treinta mil, en una enorme biblioteca que es su casa y su vida. En ella teje sus escritos y en ella habita lleno de silencio. Es todo loable y digno de una mentalidad respetable y rica de contenido.
Pienso en Soria y por más que quiero desechar la pesadilla, veo a tres monos opinando. Uno de ellos que antes se tapaba los ojos, mira ahora para cualquier otro lugar en el horizonte protegiéndoselos con la mano, porque le deslumbra el sol de la estulticia, a la que se pone a lo lejos, y no ve a Fernando y lo que significa o pueda significar para esta provincia querida a la que se ha adherido de por vida, digo.
Los otros dos monos, siguen tapándose los oídos y la boca para no oír, para no decir algo que moleste al caciquillo de turno, al CEO político, el Chief Executive Officer –¡no confundir con el CO que es el venenoso monóxido de carbono, el que se llevó a Ataulfo Argenta!- sino el que lleva las riendas de verdad en una empresa importante bajo la férula de un Presidente. Al día de la fecha, resuena ¡Ya! la orquesta del Titanic a todo meter ya en la provincia completa, y se escucha en cada rincón al aplicar el oído. No saben, no contestan, no entienden, no les dice nada.
¿Qué hacemos? ¿Bailamos esta música tan persistente? se preguntan estos valientes de las rotondas ¿Dónde tiramos otros cincuenta millones de euros que se vean bien? ¿Qué enterramos en cemento esta vez para salir adelante? ¿A quién hacemos rico? Como buenos calamocanos no aciertan con la mano en su nariz pese a su insistencia y el sol se va poniendo, inexorable… Se acaba el tiempo, el descuento y la prórroga.
Atardece. Suenan los móviles y se les escucha una grandilocuencia estúpida… más propia de pavos. Todo son ocurrencias… como lo de las vacas de Noviercas. Quienes les rodean se muestran aburridos y desesperanzados y dejan caer los brazos. Son los sorianos de toda la vida, los del orden y la disciplina de voto… Los sodomizados.