Mimí L’ amour (relatos de amor y quereres)
Mª Victoria Palacios*.- Pensaba hacer un prólogo a alguno de los libros del autor, y me he decidido ahora, antes de que pudiese ocurrir algo inesperado, no sólo por la pandemia en la que vivimos inmersos, y por los achaques propios de su edad, sino también porque él cree que no llegará a los 80, bajo el razonamiento de que ningún hombre miembro de su familia ha llegado a esa edad, y es ya septuagenario. Esto suena sorprendente, pero estamos en 2022 en un año aún fatídico que, junto a los dos anteriores, tantas inquietudes y desgracias están produciendo, por ello me decido, por fin, a contribuir con este proemio a presentar este libro de relatos cortos, género y divertimento en el que mejor se desenvuelve, en razón a su carácter y estilo y con la esperanza de que no se cumplan sus temores.
De los que ha escrito, este, su último libro, bajo el subtítulo “Relatos de amoríos y quereres” está repleto de erotismo y sensualidad y aunque hubiese preferido prologar otro más acorde a mi manera de ser, es un honor para mí el hacerlo.
A mi juicio, Pelayo que es, a veces, un escritor surrealista y que se desliza en el pantanoso absurdo creado por André Breton en su manifiesto de 1924, que encaja en las películas de Buñuel, como El perro andaluz, y sintoniza con los humoristas Groucho Marx y más cercano, Luis Sánchez Polack (Tip), en cambio, como pintor, su pintura tira a impresionista, cálida y entrañable, lo que podemos apreciar en las portadas de sus libros que han sido iluminadas con sus sugestivas acuarelas, prescindiendo de los óleos, para su decoración.
Dado que te has propuesto leer estas páginas, querido lector, te advierto de que no se inspiran en hechos verdaderos. Algunos pueden haber sido vividos de refilón, pero la mayoría son producto de sus viajes a mundos paralelos a través de la imaginación, viajes repletos de un sinfín de posibilidades que existen en las profundidades del inconsciente para quienes saben zambullirse en ese territorio y que además gozan en ello. Sólo hay que mezclar después la realidad con la ficción.
Habla de sexo naturalmente, de amoríos y quereres, sin ningún remilgo, porque según dice, lo inventó Dios, y porque ese es el título del libro y a él se debe. Crea situaciones como la vida misma y también disparatadas, le divierte muchísimo. En sus historias, se refleja su admiración por la mujer, lo que las lleva a protagonizar la mayoría de sus cuentos, en un alarde a veces exagerado de belleza y pasión desbordante, apareciendo idealizadas porque todas son hermosas y atractivas. También su admiración por los viejos trenes, por la gastronomía, la música –no en vano ha sido tuno- y la lectura y, sobre todo, ¡le gusta que le quieran! Muy posiblemente, algunas lectoras puedan tacharle de machista en estos tiempos que corren tan truculentos, pero es lógico debido a la educación recibida en la época a la que pertenece, lo que no quita para que sea un admirable caballero.
Sus verdaderos maestros no han sido tanto las personas, como las lecturas procedentes de las nutridas librerías entre las que ha vivido. Eran las de su casa familiar entonces y ahora las propias. Allí habitan multitud de libros de autores clásicos como Pla, Miró, Azorín, Balzac, Anatole France, la Pardo Bazán, Chejov, etc., porque ha sido un prolífico e incansable lector y a ese valioso amparo aprendió a amar la libertad y a ser un fervoroso conservador de lo bello y lo bueno, que huye de la vulgaridad, del colectivismo y del adoctrinamiento como los males por antonomasia. En palabras de Gerardo Diego, amigo de mi suegro, es amante de la literatura hecha y estrecha, como debe serlo la poesía.
La mayoría de sus relatos se armonizan con y responden a las convicciones del autor y a los entusiasmos de su corazón. En él, en ese apasionado corazón y en lugar preferente figura el cariño por nuestro hijo y nuestra nuera, como por su pequeño perro Epifanius, a los que queremos por encima de todo. Pelayo se declara fiel católico apostólico y romano, como yo. Es importante su ensayo sobre Filosofía, Dios y la Vida, que da cumplido testimonio de ello. Este ensayo lo distribuye gratuitamente la editorial “Tradición Viva” en internet y recientemente pasado al Braille.
Nos casamos en la maravillosa villa de Medinaceli, en su colegiata de la Asunción a finales de un verano. Emprendimos juntos el Proyecto Deyna (1992) con soporte jurídico de la Fundación Desarrollo y Naturaleza, DEYNA -considerado de interés para la humanidad por el presidente mundial del Club de Roma, entonces Ricardo Díez Hochleitner y por Ángel Vian Ortuño, Rector Magnífico de la Universidad Complutense- razón por la cual nos avalaron para formar parte de dicho Club desde 1993, y posteriormente, el proyecto fue premiado con una medalla de oro en la Expo 2000 de Hannover. Pasados tantos años, hemos emprendido mil cosas más, y no deja de parecernos que fue ayer cuando nos conocimos y comenzamos. No nos ha sobrado tiempo, o nos ha parecido escaso.
Para terminar, querido lector, te diré que el primer relato de este libro, el que le da nombre, sugiere la decadencia más gatopardiana de Visconti, tanto como el mujerísmo de Fellini, en escenas que pudieran protagonizar Vittorio Gassman, Matroianni, De Sica, Alberto Sordi o sus coetáneos, llevando directamente a la carcajada sin ningún reparo. En ese mismo tono sostenido mayor, sin decaer nunca, se producen todos sus relatos.
Espero que tanto el autor, como el lector, aprueben esta presentación que escribo con el máximo cariño.
*Miembro del Capítulo Español del Club de Roma