Alcance histórico y político de las leyes de memoria
La futilidad cultural e ignorancia histórica de nuestros políticos, casi sin excepción, les impide ver que las leyes de memoria marcan un cambio de rumbo histórico en España con respecto a la transición. Por eso, o no se oponen o lo hacen “como una cosa más”:
1. Las leyes de memoria pretenden deslegitimar al franquismo y depositar la legitimidad en el Frente Popular, identificando a este con la II República y la democracia en general. La transición desde el franquismo habría sido un fraude que habría llegado la hora de anular, pasando a un nuevo régimen impuesto por quienes se consideran herederos de aquel frente popular, es decir, separatistas y sovietizantes.
2. Por consiguiente, estas leyes no afectan (ni pueden) al pasado, sino al presente, y futuro, son todo un proyecto político basado en una concepción de la historia. No obstante, hay en ellas un doble fraude: el Frente Popular no continuó la república, sino que la destruyó en dos golpe sucesivos: la insurrección de octubre del 34 la dejó malherida; y las elecciones falseadas del 36 arrasaron su legalidad y abrieron un régimen de terror. Importa decir que el proceso fue favorecido por un sector minoritario de la derecha, encabezado por Alcalá-Zamora
3. Estas leyes plantean, por tanto, un dilema histórico: o la transición, y por tanto el franquismo del que procede, son legítimos, o lo fue el Frente Popular. El intento de hacer al Frente Popular depositario de la legitimidad democrática fracasó en 1976, después de una fallida huelga general y una campaña de boicot al referéndum de diciembre de dicho año. Referéndum “de la ley a la ley”, reconociendo la legitimidad histórica del franquismo. El referéndum aprobó la transición por abrumadora mayoría.
4. El fracaso de la nueva alianza de facto entre separatistas e izquierdas no impidió una continua y cada vez más abrumadora propaganda de fondo negando legitimidad al franquismo otorgándosela implícitamente a “la república”, es decir, a Frente Popular. De este modo la opinión pública fue moldeándose poco a poco en contra de la opinión que decidió la transición en el citado referéndum.
5. Lo más perjudicial de este proceso fue que la derecha PP fue uniéndose a él con la condena oficial, en 2002, del alzamiento del 18 de julio de 1936, de donde procede el franquismo. Aquella condena implicaba la condena de la transición, la la unidad nacional, la democracia y la monarquía provenientes precisamente del franquismo. Condena que lógicamente tenía que desarrollarse de modo explícito en las leyes de memoria “histórica” y después “democrática”.
6. Esta historia entraña una doble paradoja: el franquismo se declaró católico no solo confesionalmente sino también políticamente. Cuando el Vaticano II le negó ambas cosas, el régimen entró inevitablemente en descomposición. Sectores de la Iglesia pasaron a apoyar los separatismos, incluso el terrorismo, y las organizaciones comunistas, emprendiendo un “diálogo con los marxistas” que ya se negó al franquismo.
7. Por las razones que fueren, en aquellos “diálogos” los católicos mostraron mayor debilidad intelectual y política que los marxistas, pese a ser estos por entonces muy minoritarios en España. En nueva paradoja, siguió siendo el sector católico del franquismo, de carácter democristiano, el que organizó la transición. Las concesiones peligrosas de carácter histórico, en la misma Constitución y en los estatutos, a los separatistas vascos y catalanes –también democristianos para más ironía– y a quienes se decían depositarios de “cien años de honradez”, iniciaron un proceso que vuelve a plantear hoy una situación similar a la de 1936.
8. La causa evidente de este proceso radica en la debilidad intelectual y escasa o ausente conciencia histórica del sector democristiano; unido ello a la ceguera de sectores minoritarios del franquismo que no habían entendido bien el vaciamiento ideológico de este por el Vaticano II y seguían aferrados a una crítica mal fundada de la democracia. Hallaríamos cierta similitud entre la política funesta de Alcalá-Zamora y la del PP.
9. Por desgracia, varias décadas de propaganda falsaria sin oposición han creado una amplia opinión pública desconcertada y una situación crítica en la que todo lo positivo de la transición está siendo amenazado. En todo caso, estamos ante una alternativa: someternos a la alianza antidemocrática de izquierdas y separatistas, o rechazarla.
Clarificar la historia es obligatorio, aun si partimos de una posición de gran inferioridad, y a ello queremos contribuir con este manifiesto: