Pamplona-Iruña, la Jerusalén del abertzalismo
Pamplona es para el abertzalismo,–en expresión suya– lo que Jerusalén es para los judíos, es decir su «capital eterna», como es definida por la Ley israelí de 1980. Tras la fundación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948, Tel Aviv fue la capital «oficial», en tanto Jerusalén era el sueño anhelado y nunca oculto para esa misión. Ese sueño se pudo comenzar a hacer realidad el 7 de junio de 1967, tercero de la «Guerra de los Seis Días», cuando el ejército israelí regresaba triunfal de su campaña contra Egipto en el canal de Suez y la península del Sinaí. Llevado de su entusiasmo, entró en combate contra la «legión árabe» jordana que estaba de guarnición en el Jerusalén este –más propiamente, el Jerusalén histórico–, y la victoria significó su anexión, calificada por ellos como «eterna».
Este sucinto recorrido por la Historia ayuda a interpretar lo que significa para el nacionalismo separatista abertzale que Pamplona esté en sus manos, apoyado por el PSOE y Geroa Bai, que es la versión navarra del PNV. La anexión de la comunidad Foral de Navarra al País Vasco es, salvando las distancias, equivalente a lo que representó para los israelíes aquella anexión de Jerusalén en 1967. Pamplona, «Iruña» para ellos, tiene pues un valor político y simbólico de gran relevancia.
A partir de ahora, la campaña de «euskaldunización» de Navarra va a ser un eje fundamental de la estrategia política para poder conseguir la aplicación de la controvertida Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución, que establece un procedimiento para la incorporación de Navarra al País Vasco.
Sánchez, derrotado en las urnas, está vendiendo su alma al diablo para mantenerse en el poder, colocando a España en almoneda pública. Todo lo conseguido por los separatistas catalanes y vascos, es «tan sólo» el anticipo exigido para ser investido como «su» presidente, algo que unos y otros jamás podían imaginar y que no están dispuestos a desaprovechar. Tras «comprar» el relato separatista del Procés, amnistiando a sus responsables y concederles grupo parlamentario a ambos –ERC y Junts– cediéndoles diputados del PSC para ello, deben sumarse las concesiones que día a día deberá otorgarles para poder saciar su incontenible afán de poder. Eso sí, conociendo el «acreditado valor» de su palabra, previo examen presencial en el extranjero ante el prófugo de la Justicia española Puigdemont con un verificador con experiencia en mediación de las FARC.
Para su Frankenstein, el control al Gobierno en el Congreso y el Senado será un mero formulismo. Lo decisivo para su permanencia es el personaje de Waterloo y el próximo inquilino de Ajuria Enea.