¿Debería preocuparnos una nueva guerra en Oriente Medio?
Tras la invasión de Gaza por Israel, podríamos asistir a la desestabilización del Líbano e Irán por métodos expeditivos lo que representará el inicio de un gran conflicto regional que marcará el devenir de la zona en los próximos años y que podría provocar un escenario de estanflación secular en la economía mundial.
Así, aprovechando que Rusia está ocupada con Ucrania, China rodeada por el arco de crisis nuclear del AUKUS para proteger a Taiwán y que las reservas estratégica de EEUU están en máximo, Biden se serviría de un inicial ataque sorpresa de Israel a Irán para iniciar una nueva Guerra en Oriente Medio con el doble objetivo de secar las fuentes energéticas de China y de remontar su índice de popularidad para ser reelegido en las futuras Elecciones Presidenciales del 2024.
Dicho conflicto podría involucrar a las tres superpotencias (EEUU, China y Rusia) contando como colabores necesarios a las potencias regionales (Israel, Siria, Egipto, Jordania, Irak, Arabia Saudí e Irán) y abarcaría el espacio geográfico que se extiende desde el arco mediterráneo (Israel, Siria y Líbano) hasta Yemen y Somalia con el objetivo confeso de diseñar la cartografía del Nuevo Oriente Medio favorable a los intereses geopolíticos de EE.UU., Gran Bretaña e Israel.
¿Hacia la estanflación secular?
La posible escalada bélica en Oriente Medio tendría como efectos directos el cierre al trafico marítimo del Estrecho de Ormuz y del Canal de Suez y como efecto colateral una nueva crisis del petróleo tras alcanzar el crudo los 150 dólares el barril. Ello provocará incrementos del precio del dinero por parte de los Bancos Centrales lo que tensionará hasta el paroxismo las tasas de inflación en EEUU y la UE y conllevará la asfixia económica de incontables países con una Deuda Pública estratosférica.
El incremento espectacular del precio del crudo podría originar una psicosis de desabastecimiento que tendrá su reflejo en un salvaje encarecimiento de los fletes de transporte y de los fertilizantes agrícolas. Ello, aunado con inusuales sequías e inundaciones en los tradicionales graneros mundiales y la consecuente aplicación de restricciones a la exportación de commodities de dichos países para asegurar su autoabastecimiento, terminará por producir el desabastecimiento de los mercados mundiales, el incremento de los precios hasta niveles estratosféricos y la consecuente crisis alimentaria mundial.
Asimismo, la escalada brutal de los precios de energéticos y carburantes acabará lastrando la incipiente y frágil recuperación económica mundial y desembocarán en escenarios de estanflación secular (secular stagflation), ya que el fenómeno de la globalización económica ha conseguido que todos los elementos racionales de la economía estén interrelacionados entre sí debido a la consolidación de los oligopolios, la convergencia tecnológica y los acuerdos tácitos corporativos. Todo ello terminará por dibujar en el horizonte del próximo quinquenio un escenario de proteccionismo económico, con la subsiguiente contracción del comercio mundial, posterior finiquito a la globalización económica y ulterior regreso a los compartimentos estancos en la economía mundial.