Por Magdalena del Amo.- El inefable señor del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, siempre es portador de buenas noticias. Su amor hacia la humanidad y el deseo de felicidad por encima de todo, son bien conocidos. Por eso, cada palabra que sale de su boca regocija nuestros corazones y nos llena de alegría. Mucho tenemos que agradecerle a este ser de luz y alma blanca, benefactor de la humanidad y auténtico enviado de Dios para alumbrar esta etapa de oscurantismo. Así se expresaría cualquier emisario de “el gran engañador”. Así alabaría al servidor de los destructores de lo más noble de la humanidad: su dignidad, tendencia al bien –aunque no lo parezca— y derecho a la libertad.

Esta entradilla en tono sarcástico viene al caso de las conclusiones de un reciente estudio de la Universidad de Michigan, sobre los huertos urbanos y su incidencia en el cambio climático. Según los supersabios, financiados por el Foro de Davos –ojo al dato—, estos pequeños pulmones verdes que se vienen desarrollando en las grandes ciudades en los últimos años, en forma de huertos o construcciones de terrazas llamadas “granjas”, son una amenaza para el medio ambiente y una rémora para cumplir los objetivos de la Agenda 2030 en cuanto al Net Zero.

La nueva ocurrencia de estos engendros con vocación de dioses creadores es que el cultivo de frutas y verduras en las ciudades contribuye al aumento de la huella de carbono, además de ser menos ecológicas que las de los cultivos intensivos. ¡Será porque les falta el glifosato al por mayor y otros carcinógenos declarados! Perdón por la ironía. Aluden también al daño ambiental producido por los vehículos que transportan plantas, macetas y otros elementos de jardinería, así como el compost y otros insumos sintéticos. Incluso dejar caer el inconveniente de tener plantas en casa.

Hay que acabar con la gran falacia del cambio climático, que, en realidad, no es una mentira, sino una verdad a medias. El clima está cambiando, pero no debido a causas naturales, ni por culpa del ser humano y la mala utilización de los recursos del planeta, sino de una manera provocada. Necesitamos que los científicos honrados, independientes, sin conflicto de intereses, defensores del bien y lo justo, alcen sus voces contra todos estos profesionales del engaño.

En vista del resultado de las investigaciones, el gran sátrapa mental de Davos, Klaus Schwab, partidario de la pedofilia y otras aberraciones, lanza una recomendación a los gobiernos del mundo para que prohíban los cultivos privados en las ciudades. ¡Menudos cretinos estos enemigos declarados! Les molesta la vida, lo verde, la naturaleza en general y la alegría. Les atrae lo inerte, el cemento, la ceniza, la destrucción y la muerte. Todo lo tenebroso. Son satánicos con diploma. ¿Es tan difícil verlo?

No obstante, nada de esto es nuevo. Las investigaciones citadas no tienen otra intención que llevar el mantra de lo sostenible al extremo, para poder implementar la “letra pequeña” de la doctrina del llamado Códex Alimentarius, un corpus normativo completamente disparatado y antihumano, una especie de oficialización del Mal, para favorecer a las industrias farmacéutica y agroquímica. Hablaremos de ello en el próximo artículo.

Dice el proverbio clásico citado en obras como El Guzmán de Alfarache o El Quijote: “La codicia rompe el saco”, Nuestra esperanza es que de tanto estirar se les rompa la cuerda. Decir que estamos en manos de psicópatas del inframundo es poco.

*Psicóloga, periodista y escritora