El final del sanchismo pasa por Cataluña
Francisco Marhuenda.- Los catalanes votarán el 12 de mayo en un escenario marcado por el enfrentamiento entre Junts y ERC, las cesiones de Sánchez a los independentistas y el repugnante escándalo de las mascarillas protagonizado por Koldo y sus compinches que confirma la corrupción sistémica que afecta al socialismo español. La gobernabilidad se negocia en Suiza con los enviados de Puigdemont que es un delincuente político. Es todo muy ejemplar. El declive del sanchismo alcanza unas cotas de indignidad que jamás hubiera imaginado. Al margen de la sucesión ininterrumpida de mentiras que nos ofrece con el aplauso de sus voceros, la realidad es que la paralización del proyecto de ley de Presupuestos para 2024 muestra que Sánchez no tiene aliados, sino una colección de buitres que revolotean alrededor suyo. Ahora no les interesa apoyarle y se paraliza la tramitación. Por ello, la batalla de las catalanas es fundamental para acabar con este espectáculo deleznable. La opción para los constitucionalistas, tanto de izquierdas como de derechas, es apoyar masivamente al Partido Popular. No se puede votar a un socialismo que es una marioneta de Puigdemont.
El PSC no tiene ninguna autonomía. Está al servicio de los intereses personales de Sánchez que hará lo que le digan los independentistas. Es imposible que ERC o Junts acepten un presidente socialista en la Generalitat. Es una opción absurda. No entiendo que nadie que conozca la política catalana pueda pensar que Junqueras o Puigdemont votarán a un candidato del PSC. Por tanto, la única opción para acabar con el sanchismo e impedir la destrucción de España pasa porque el PP consiga un gran resultado. La continuidad de Sánchez es un riesgo objetivo para la separación de poderes y el Estado de Derecho. Es mantener las redes clientelares, el despilfarro público y los aviones para uso personal. Una derrota del sanchismo el 12 de mayo es la mejor garantía para que se emprenda una profunda renovación del PSOE que le haga regresar a la centralidad y los pactos de Estado. Es el voto útil de los que quieran una España que no esté sometida a los independentistas, los comunistas y los antiguos dirigentes del aparato político y militar de ETA.
España vive tiempos aciagos en los que se utiliza la Agencia Tributaria para destruir a Ayuso. Es una deriva autoritaria en la que el Estado se pone al servicio de un partido y sus aliados para amordazar a la oposición. Es intentar amedrentarla para que no ejerza su labor. El sanchismo desarrolla la misma estrategia que la izquierda radical y populista en Iberoamérica. El comunismo ha evolucionado del modelo soviético, impuesto a todos los países bajo su influencia tras la Segunda Guerra Mundial, así como los partidos «hermanos», a la estrategia actual donde busca un modelo de autoritarismo que se desarrolla en el marco de una democracia asediada y un Ejecutivo que quiere someter al resto de poderes del Estado. No hay más que ver lo que sucede al otro lado del Atlántico con los países que gobiernan los amigos de Sánchez. El líder del PSOE ha dejado de ser el socialista liberal de antaño, para convertirse en la marioneta de sus socios preferentes.
Ningún presidente del gobierno de una democracia aceptaría negociar la gobernabilidad con unos delincuentes políticos en Suiza. Es una indignidad que debería motivar que el constitucionalismo catalán votara masivamente al PP y diera la espalda al PSC. Ningún demócrata puede apoyar a un partido y un líder que son y seguirán siendo marionetas de Puigdemont. Los votantes y militantes del socialismo catalán se equivocan si lo hacen, porque los independentistas no tienen ningún deseo de reconciliación o concordia. No es verdad. Al margen de la inconstitucionalidad y la inmoralidad de la amnistía, se hace en contra de la inmensa mayoría del país y con el desprecio manifiesto de los futuros amnistiados. No han hecho ningún gesto de agradecimiento o de reconciliación, sino que anuncian que ahora viene el referéndum. Por ello, no entiendo que alguien esté dispuesto a votar al PSC en estas circunstancias, porque es mejor que lo haga directamente a ERC o Junts si quiere que Cataluña sea independiente.
El voto al PSC en las elecciones catalanas es hacerlo en contra de España, la Constitución, la separación de poderes y el Estado de Derecho. Es aceptar que Sánchez asuma los chantajes de Puigdemont, Junqueras y Otegi para seguir como presidente del Gobierno. No nos podemos creer nada de lo que diga o haga el líder del PSOE. Ha demostrado que se rige por la máxima de que «la única verdad es la realidad». Los que acepten el asalto a las instituciones para imponer políticas clientelares y la corrupción sistémica que ha confirmado las mordidas con las mascarillas en plena pandemia, pueden votar al PSC. La comparación con la izquierda radical y populista iberoamericana no es ninguna exageración. Es una inquietante realidad que se puede constatar con el día a día del Gobierno, así como con lo que sucede en el Congreso. Europa está dando la espalda a lo que representa Sánchez, como se ha visto en Portugal, y las europeas serán la consagración de la victoria del centro derecha que representa progreso, buena gestión y ética política. Es la Europa de la verdad frente a la mentira. La defensa del Estado de Derecho frente a los populistas, como sucede con el sanchismo, que quieren acabar con él, porque les molesta la separación de poderes. Por ello, Cataluña tiene la oportunidad de sumarse a la defensa del ordenamiento constitucional y estatutario que representa el PP frente al oportunismo de unos aventureros que solo buscan su interés personal.