La improbable supervivencia europea
Cuando nos planteamos la historia de Europa, como la de España o cualquier otra, investigación parte de una descripción de la realidad actual: ¿cómo se ha llegado a esta realidad? La pregunta ya nos evita remontarnos a tiempos demasiado nebulosos y especulativos. Así, tenemos que culturalmente España no puede remontarse más allá de la conquista romana a partir de la II Guerra Púnica. Antes de ella, Hispania era solo una denominación geográfica, culturalmente muy heterogénea. Pero casi siete siglos de colonización romana, combinada en su última parte con la difusión del cristianismo hicieron de Hispania una cultura bastante homogénea –nunca del todo, lógicamente– integrada en el conjunto político del Imperio romano. Solo después de la caída de dicho imperio se fue definiendo España como nación política. Sin la cual habría sido imposible la Reconquista, y desde luego hoy no seríamos lo que somos.
La II Guerra Púnica no solo da origen a la gran expansión romana, sino también a lo que hoy entendemos por Europa, aunque ello solo se haya completado después de unas catástrofes históricas en el largo período de las invasiones, en las que pudo haber desaparecido en su germen la civilización europea, como ha pasado con tantas otras. La que he llamado Edad de Supervivencia a falta de nombre mejor, impresiona como casi un milagro, y considerarla de este modo nos aleja de toscos determinismos burocrático-económicos, lo mismo que de la tendencia de algunos historiadores a creerse jueces de la historia dispensando condenas y elogios morales a diestra y siniestra. En nuestros días se plantea un nuevo problema de supervivencia de Europa, después de la era en que fue el núcleo impulsor de la historia humana, por decirlo así.
En mi ensayo sobre Europa he querido transmitir esa extraña sensación, común a la biografía de cada cual: lo que ha ocurrido no tenía por qué haberlo hecho.
Antes de ocurrir había otras muchas posibilidades, pero una vez sucedido queda tal cual, como un hito, inapelablemente, y genera a su vez otras posibilidades entre las que solo alguna se cumplirá. Quien no se asombra de estos hechos no puede ser buen historiador, en mi opinión.
Se me permitirá una comparación, salvando las grandes diferencias, con nuestra propia vida: la unión del espermatozoide concreto con el óvulo concreto de la que ha resultado cada cual, fue un hecho fortuito, improbable en extremo, y sin embargo, determina biológicamente nuestra existencia, aun si solo condiciona nuestra historia vital. A pesar de ello solemos creernos necesarios en el mundo.
Desde una visión analítica de la Historia, está clara la lógica secuencia de eventos que podemos contemplar a veces asombrados y otras veces consternados, que han marcado indeleblemente la trayectoria de la Humanidad. Esto conlleva la inevitable pregunta de si existe una Causa generadora de todo ello, puesto que se trata del más inextricable y profundo misterio si partimos exclusivamente de las respuestas de nuestra razón, que evidentemente no puede darnos. Pero esta Causa está ahí, silente,inmutable en Su propósito.: ” El Espíritu se cierne sobre las aguas..” .siempre, constantemente. Porque nada ocurre sin que sea permitido por esa Causa… Leer más »