El peligro de bloqueo en Cataluña es real
En una semana conoceremos la distribución del Parlamento de Cataluña y las posibles combinaciones en virtud de la aritmética, pero, con toda probabilidad, estaremos lejos de saber si hay opciones reales de conformar una mayoría robusta para sostener una legislatura que se antoja clave dada la incidencia de la política del Principado en la gobernabilidad del conjunto del Estado.
Hacer vaticinios a partir de la evidencia demoscópica de estas semanas se antoja imposible, porque los intereses cruzados son tales que las derivadas refuerzan la incertidumbre y obturan un enfoque claro sobre el porvenir.
Si además agregamos como variable determinada que la mayoría de los agentes en liza no se han caracterizado precisamente por su respeto a la verdad y a la palabra dada a los ciudadanos, todas las hipótesis están abiertas, lo que no favorece precisamente a la sociedad. La estabilidad que Cataluña pide a gritos desde que arrancó el proceso soberanista hace más de una década debería ser la meta de las grandes fuerzas políticas, y a ese propósito, que es también el que mejor responde al interés general, tendrían que supeditar su cortoplacismo particular. En el caso de los grupos separatistas, han exhibido de manera sobrada que ni han aprendido de sus gravísimos errores ni por supuesto se han planteado por un minuto la normalización y la institucionalidad camino de la concordia que el sanchismo ha vendido para justificar los indultos, la amnistía y el largo etcétera de gracias con que se ha mercadeado el apoyo al presidente en Madrid. Ni su fondo ni su forma han evolucionado hacia un discurso pragmático y de reencuentro, sino al contrario, su apuesta es la exclusión, el supremacismo, el privilegio, la insolidaridad y el chantaje a costa de España. Salvador Illa, que muy probablemente será el ganador, ya ha descubierto su intención de buscar un gobierno amplio y transversal para dotarlo de consistencia parlamentaria.
La recuperación del tripartito con ERC y los Comunes respondería a ese fin, pero Puigdemont se convertiría de inmediato en una amenaza para el futuro de Sánchez en las Cortes. Para el PSC, contar con el líder de Junts pasaría por regalarle la Presidencia que facilitaría el porvenir a Moncloa, pero que sería un suicidio para los socialistas catalanes.
Así que la opción indeseada del bloqueo y la repetición electoral, con todos los riesgos aparejados a la parálisis y la interinidad de la administración en funciones, no solo resulta real, sino que gana peso. La encuesta que publica hoy La Razón se mueve en los parámetros conocidos que definen la encrucijada catalana: Triunfo del PSC, con Junts aproximándose mientras ERC baja. El PP multiplica por cuatro su representación y su voz se escuchará con más fuerza, con Vox cerca. Que los separatistas no sumen mayoría absoluta, ni con el impulso del resucitado Puigdemont, invita a que reflexionen, pero no lo harán. Mientras, los problemas de la gente crecen y empeoran en un territorio inmerso en una degradación crónica.