La guerra civil hoy
A la constante invocación de la guerra civil y el franquismo por la izquierda y los sepas, suele contestar patéticamente la derecha hablando de que fue una guerra fratricida, que todos fueron muy malos, no solo los nacionales, y que más vale olvidar el asunto y dejarlo a los historiadores y curiosos.
Frente a ese enfoque, izquierda y sepas tienen razón en sacarla a relucir de forma constante. Porque la guerra no fue un simple episodio, cruel pero intrascendente, una especie de locura colectiva y ocasional, un paréntesis en una historia más amplia. Fue un suceso que marcó un antes y un después en la historia de España desde entonces, y sus consecuencias llegan con plena fuerza hasta nuestros días. Negar esta realidad es renunciar a la política, convirtiéndola en mera palabrería.
La guerra civil, es decir, la victoria de los nacionales, ha significado nada menos que la permanencia de la unidad nacional y de la cultura histórica de España, la salvadora neutralidad en la guerra mundial, la reconstrucción del país sin deudas exteriores, la casi extinción de los odios políticos que imposibilitaron la democracia en la república y finalmente una democracia en principio no convulsa; y bastantes cosas menos importantes, pero significativas. Todo ello bajo un régimen llamado convencionalmente autoritario, forzoso por la ausencia de oposición democrática después de la desastrosa experiencia republicana y del frente popular.
Claro está que todas estas consecuencias son, precisamente, las que quieren abolir izquierdas y sepas, nuevamente aliados como en el frente popular, con la colaboración de unas derechas cuyas cualidades ha definido Stanley Payne como una mezcla de “crasa ignorancia, ineptitud y simple cobardía”. Y los españoles deben elegir nuevamente, antes de que la dinámica propia del dilema nos lleve a un desastre mayor.
Una democracia pierde su legitimidad cuando la verdad para reivindicarla, el valor para defenderla, la honestidad para ejecutarla, y la justicia para preservarla , la abandonan. En cuanto al “antes y el “después” de España : El “antes” no puede ser otro que aquel tiempo de oro en el que la grandeza y el honor de la casa de Austria en la persona del emperador Carlos, nieto de los Reyes Católicos y después sus descendientes, forjaron el imperio español, asombro del mundo,. durante su mandato, y el “después”, tampoco puede ser otro que su decadencia, demostrada en las concesiones, pérdidas… Leer más »
Bien el artículo menos eso de “una democracia en principio no convulsa”. Creo que esta ¿democracia? actual es altamente convulsa, si es que se puede llarmar democracia a la tiranía ejercida por el mayor enemigo actual de España.