El golpe contra la unidad nacional y contra la democracia
Amnistiando a los golpistas, un parlamento de mayoría mafiosa y cómplice del golpismo acaba de destruir el suelo sobre el que se asienta la democracia. Culmina así un proceso de cuarenta años, que abre ahora otro muy incierto en medio de una situación internacional en que fuerzas poderosas empujan a una nueva gran guerra europea. El origen de todo este desastre se encuentra en la falsificación sistemática de nuestra historia más reciente y de la más general. Con la colaboración del PP, de la Iglesia y de la monarquía. Baste considerar esta indudable realidad para percibir la gravedad del problema.
Por qué la unidad nacional y la democracia van juntas
1.- En todo régimen político existen tensiones entre grupos diversos con aspiraciones de gobierno: partidos en las democracias, camarillas o grupos de poder abiertos u opacos en otros regímenes. La causa, inevitable, radica en que las sociedades humanas no son homogéneas, pues en ellas pululan las diferencias de intereses, aspiraciones y sentimientos sociales, así como las rivalidades personales.
2.- Todo régimen político se sustenta sobre el presupuesto de su servicio a la estabilidad, impresión de justicia y prosperidad de la sociedad en que se asienta. Ahora bien, existe siempre el peligro de que las pugnas, rivalidades e intrigas entre partidos u otros grupos de poder, destruyan el mismo suelo social en que se desenvuelven y al que sirven o pretenden servir. El resultado solo puede ser la tiranía o la guerra civil. Esto pasó en España, claramente, en la república, hasta el frente popular.
3.- Ciñéndonos a la democracia, para que las luchas entre partidos y oligarquías no acaben por destrozar el régimen y la propia sociedad, es preciso que subsistan entre ellos unos conceptos e intereses comunes y en lo esencial intangibles, y el respeto a ellos: básicamente, la concepción del interés nacional o general y su continuidad histórica, manifestadas como patriotismo y simbolizados en la bandera, las leyes, las elecciones y la separación de poderes.
4.- En Europa esos conceptos, intereses y respetos comunes están en crisis, y en España no existen: tenemos en las Cortes unos partidos separatistas para quienes España es el enemigo. Y unos partidos PP y PSOE para los que España no es algo de especial relevancia, pese a constituir el suelo sobre el que actúan y del que viven y cobran. Por ello llevan muchos años profundizando obcecadamente en un empeño disgregador e hispanófobo.
5.- El proceso ha funcionado en nombre de la democracia, es decir, oponiendo democracia y unidad nacional. Esta oposición es, sin embargo, pura demagogia. En nombre de sus intereses particulares unos partidos mafiosos han ido corroyendo los lazos históricos y culturales que unen profundamente a todas las partes de España, cultivando odios y victimismos impostados. Y este socavamiento de la unidad nacional se ha acompañado siempre del socavamiento de la democracia corroyendo la separación de poderes, vulnerando de modo sistemático las leyes e imponiendo otras totalitarias tipo “memoria histórica” de género, etc.), atacando los sentimientos patrióticos de las gentes e imponiéndoles forzadamente normas contra los lazos de unión, utilizando el terrorismo en unos casos y aprovechándolo cínicamente en otros, extendiendo la corrupción, etc.
6.- El más somero repaso de la evolución política de estas últimas décadas revela inequívocamente que, lejos de oponerse, unidad nacional y democracia van juntas, y que el ataque a una supone el ataque a la otra. Es cierto que la la nación y la democracia pueden no ir juntas, pues existen regímenes nacionalistas y tiránicos, pero en el caso español ocurre lo contrario, de modo claro y taxativo: los enemigos de España lo son también de la libertad y la democracia, y lo han demostrado más que sobradamente.
7.- La destrucción de la democracia en la república, completada por el frente popular, produjo la guerra civil. Dada la fuerza de los partidos del frente popular, alianza de separatistas y sovietizantes, la democracia dejó de ser posible durante muchos años, pero al menos se salvó la unidad nacional, sobre la que el país se reconstruyó política, económica y anímicamente, hasta dar lugar a una democracia que nuevamente está en peligro. Por el nuevo frente popular. Y que nos obliga a todos a definirnos.
El peligro es enorme, y sin embargo puede ser fácilmente desbaratado: basta que los jueces decentes, el rey y los representantes más respetables de las instituciones declaren inconstitucional el golpismo del Doctor Saunas y sus amigachos, y obren en consecuencia.
Han sido muchos años de claudicaciones y complicidades que han llevado a esta crisis, y ha llegado el momento de que, para salir de ella, los representantes políticos de la unidad nacional y la democracia asuman sus responsabilidades y todos los riesgos inherentes.