He nombrado al actual jefe de gobierno como “el Doctor Saunas”, o, más brevemente “El Saunas”. Ello me ha valido algunas críticas: “Sánchez nunca tuvo una sauna, por lo que llamarle “el Saunas” es una infamia”. No lo creo: su relación con ese negocio es indirecta, familiar, lo que ya basta en un político. En ninguna democracia habría hecho carrera alguien en esa circunstancia, máxime con un doctorado falso.

Otra crítica: “Llamarle el Saunas” es como cuando le llaman a usted Míster Hammer” (en referencia a un martillazo a un policía muerto) Pero hay una diferencia: lo del martillazo es comprobablemente falso, mientras que lo de las saunas y otros burdeles es comprobablemente cierto.

En Usa, una historia como la de las saunas hundiría de entrada a un aspirante a carrera política; en España, en cambio, el hombre gobierna. Y es que en España se tiene mucho respeto a lo que no es respetable, razón por la que no se lo pierde a lo que sí lo es.

Se vanagloria el Saunas de que pasará a la historia por haber exhumado los restos de Franco. Bueno, sí, lo ha hecho, pero ha necesitado la ayuda de los obispos, el monarca, los jueces del Supremo y el PP. Fue un trabajo de Hércules, uno solo no habría podido.

La profanación de la tumba ha convencido al Saunas de que vale mucho más que la cúpula eclesial, que el monarca y sus asesores, que el Tribunal Supremo y que el PP. Y tiene razón, nadie puede negarlo: a todos los ha dominado, humillado y convertido en ayudantes.
Insisto, o el Saunas va a la cárcel o convierte a España en una cárcel. No cesa de dar pasos en ese sentido.