“La taberna de Epi”
He pasado 15 días en Porcuna y los he rematado con un día único, al coincidir con la celebración de dos acontecimientos: uno, histórico, como es la inauguración por parte de la ministra, de la Cisterna romana de la Calderona, pieza única en el mundo, del siglo uno, antes de Cristo; otro, tradicional, popular, costumbrista, la Misa y Verbena, en honor a Nuestro Santo Patrón, Señor San Benito, “San Benito de los Segaores”.
Pero, en la cotidianidad del día a día, ha sido especialmente significativa mi visita diaria a la “Taberna de Epi”, a la hora de tomar el vino. Y digo que ha sido un día especialmente significativo, porque ese establecimiento tiene la consideración de entrañable, no solo para mí, sino para mucha más gente; porque ahí, desde mi padre (cuando el tabernero -padre de Epi- era Pepito Moreno o Pepito Gamboas), hasta mis hermanos y amigos, hemos tomado el vino a diario. Pero es que, además, es distinto a todos los de su clase porque, contando con bastante más de cien años de existencia, conserva intactos su sabor y solera.
Evidentemente, el vino que se bebe es el de siempre: Montilla. Vino que, los parroquianos, saben paladear y saborear en los intermedios de las casqueras interminables.
En definitiva, tomar el vino en Casa de Epi constituye un ritual.
Allí nos juntábamos fisioterapeutas, abogados, militares, economistas, labradores, agricultores, músicos aficionados, un sastre (que es uno de los dos sastres, de verdad, que quedan en Andalucía) y, ¡oh, asombro, hasta un pianista!
Con tanta diversidad de contertulios, ahí se habla de todo, o de casi todo. Por ejemplo: la política, como si na; el fútbol, como si na. ¿Entonces? El primer día, apareció uno de los parroquianos con una hachuela. Naturalmente, la primera reacción de todos fue de repelús.
Inevitable e inconscientemente asociamos tan singular herramienta al duro trabajo del desvareto y, sumado eso a las horas del mediodía y al calor implacable que caía, de pleno verano, nos estremeció.
Luego, la cosa quedó en nada, porque la hachuela había sido objeto de regalo al parroquiano y, al estar este jubilado, entendimos que era para que le sirviera más de distracción y no para emplearla en esas jornadas de duro trabajo en el campo, a la intemperie.
Pero aquello trajo su cola. A partir de ahí, la conversación tomó el giro hacia las labores agrícolas y allí se nombraron y se dieron pelos y señales de los cortijos de “La Carraca” y “El Zurraque”; se habló de la “Dehesa de las Yeguas” y la “Dehesa de los Potros”; y, como no, de la próxima cosecha de aceituna.
Las innumerables Bandas de Música de toda España, a las que nuestro sastre uniforma, también fueron objeto de comentario. Es decir que, Porcuna exporta aceite de oliva, piedra labrada, productos artesanales de esparto y, ahora, además, prendas de vestir a medida. ¡Ahí es nada!
Los aficionados a la música comentaban sobre la evolución de los distintos ritmos musicales; y, también, se habló de cante flamenco: de los palos del cante, del compás, y de la Peña Flamenca “La Temporera”.
Y, claro, estando José Gascón, los toros no podían faltar: ese genuino arte español, único en el mundo. Salieron a relucir la gracia y el arte pinturero de los toreros de la escuela sevillana; los toreros de Porcuna; los aficionados Emilio “El Pastelerito”, Maximito, además de otros detalles, tales como que si aquel trincherazo; que si tal ganadero…
En fin, todo eso, y mucho más, dan de sí las casqueras en La Taberna del Epi.
Finalmente, como veréis, he tenido el privilegio de hacerme una foto con el Tabernero, El Epi. Y cuando digo privilegio, lo digo, porque él no posa con cualquiera. Me costó “Dios y ayudas”, pero lo conseguí. Ahí lo tenéis, pose de poderío, de dominio, de seguridad; delantal de riguroso negro, como se está vestido en los sitios de categoría.
Hace tiempo que estoy convencido de que el Epi estaba rozando la perfección. Bueno, pues ya llegó a ella. ¿Qué creéis que ha hecho? Independientemente de los caracoles que son de temporada, a la amplia variedad de aperitivos que tiene, entre los que destaca “El Hoyico”, ahora, le ha añadido una exquisitez: tacos de mojama ¿Sabe nadie lo que es una copa de vino frío de Montilla con un taco de mojama? ¡Insuperable!
No le digo y recomiendo que siga mejorando, porque ya llegó a la perfección, pero sí le recomiendo que se mantenga en ella; porque hay una sentencia que dice: “Que lo importante no es llegar, sino mantenerse”.
Gracias Epi, por haber alcanzado la perfección en favor de tus parroquianos/amigos.