España se planta contra el turismo masivo
“Mi hermana estaba viviendo cerca de la calle Santiago, que es una calle conocida aquí en Sevilla, pero por la demanda de alquiler de pisos turísticos en el centro le subían mucho el alquiler”, cuenta la sevillana Irene González a Infobae España. Su hermana Lucía –ambos nombres ficticios– tuvo que abandonar una de las calles más céntricas de la capital hispalense, situada en el casco antiguo, por el turismo. “Le ha pasado a varias personas que estaban de alquiler en el centro. Son personas que se están yendo a vivir en barrios de la periferia o simplemente que no estén en pleno centro por el hecho de la subida del alquiler”, añade Irene.
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Esta es una de las consecuencias de la turistificación que se ha extendido por toda España. En Sevilla, como en muchas otras ciudades, se promocionan más pisos turísticos de los que podrían hacerlo legalmente: de los 15.299 anuncios publicitados en el mes de marzo de 2024 -según los últimos datos disponibles- en páginas como Airbnb, Booking, HomeAway y Tripadvisor, solo 7.595 de ellos forman parte del Registro de Turismo de Andalucía (RTA) con un permiso en regla y en vigor.
Sevilla es solo un ejemplo de las tantas ciudades que en España han dicho basta y que no pueden más con el turismo masivo. Pero no es la única. San Sebastián, Madrid, Málaga o Alicante han celebrado en los últimos meses numerosas protestas por este mismo motivo. Bajo el lema, Menys Turisme, Més Vida, este domingo 21 de julio es el turno de Palma de Mallorca, que pretende concentrar a los residentes de la isla para manifestarse contra la saturación turística. Esta comunidad lleva años intentando frenar el número de visitas que recibe.
Esta fue la primera comunidad autónoma que implantó en 2016 un impuesto sobre estancias turísticas para el impulso del turismo sostenible, que varía entre los 50 céntimos a los dos euros por día. En 2022 congeló el número de plazas de alojamiento turístico y prohibió el alquiler turístico en edificios plurifamiliares. Además, Palma firmó un acuerdo con la patronal de cruceros (CLIA) para limitar su llegada: solo tres embarcaciones pueden atracar por día, y únicamente una de ellas con capacidad para más de 5.000 pasajeros. A pesar de esto, entre enero y abril se han rozado los dos millones de viajeros, casi 205.000 más que en el mismo periodo de 2019.
España es, desde 2017, el segundo país del mundo que más visitantes recibe, solo por debajo de Francia. El año pasado obtuvo 85 millones de visitantes, según datos de ONU Turismo.
Pero Baleares no es la única comunidad que está intentando hacer frente a esto. Cataluña también tienen medidas como la tasa turística, un impuesto que se aplica por noche al precio de la estancia. Sevilla se plantea cerrar la Plaza de España y empezar a cobrar entrada a los visitantes; y San Sebastián ha prohibido los grupos de más de 25 turistas circulando por la ciudad con guías usando megáfonos. Todo ello mientras el Gobierno pone el punto de mira en limitar los alojamientos turísticos en zonas tensionadas, ya que en comunidades como Cataluña, Andalucía y Canarias afectan ya al precio de la vivienda residencial.
Venecia o Ámsterdam: desde pagar 5 euros por entrar a vetar los nuevos hoteles
España lo intenta, y otras ciudades del mundo también. Venecia es una de ellas. La ciudad italiana recibe, de media, unos 30 millones de turistas al año, cuando su población está por debajo de los 50.000 habitantes. Solo la isla principal atrajo en 2022 a 3,2 millones de visitantes que pernoctaron allí.
Por este motivo, la ciudad de los canales lleva años buscando mitigar el turismo. En 2017, prohibió la creación de nuevos hoteles en el centro histórico, y desde el 2021 los grandes cruceros tienen prohibido fondear en su centro histórico. Los daños causados llevaron a la UNESCO a amenazar a la ciudad con incluirla en su lista de ciudades en peligro si no se prohibía permanentemente el atraque de estos barcos. Este año se han limitado los grupos turísticos de más de 25 personas y los guías no podrán utilizar altavoces, por el ruido que generan.
Además, desde el pasado 25 de abril la ciudad comenzó a cobrar 5 euros a todos aquellos visitantes que acceden al centro histórico de Venecia por un día y sin reserva hotelera. La tasa, que funcionaba como un “experimento”, comprendió desde este día de abril al 4 de mayo, más una serie de fines de semana hasta el 14 de julio (a excepción del 1 y 2 de junio). Según datos del ayuntamiento, entre el 25 de abril y el 13 de julio, 437.814 personas pagaron el billete de 5 euros, con unos ingresos muy superiores a las expectativas de la administración: casi 2,2 millones de euros, frente a los 700.000 euros incluidos en el presupuesto.
Otra ciudad que ha puesto medidas ha sido Ámsterdam. En 2023 se registraron 20,6 millones de pernoctaciones. Tres años antes, con el fin de la pandemia por coronavirus, el Ayuntamiento se marcó como objetivo contener las visitas y no superar los 20 millones de pernoctaciones, para lo que puso medidas como el veto a la apertura de nuevos hoteles en el centro, la prohibición de fumar cannabis en la calle o campañas contra el turismo de borrachera, con especial mención a los británicos, entre otros.
En el mes de abril de este año, el Ayuntamiento aumentó a otros distritos la prohibición de construir nuevos hoteles. La medida, introducida en 2016, había avanzado desde entonces con lagunas y excepciones, pero ahora tendrá carácter permanente.
París también se prepara para los Juegos Olímpicos
Francia superó el año pasado, según ONU Turismo, los 100 millones de turistas. A finales de mes, la ciudad acogerá los Juegos Olímpicos de 2024, del 26 de julio al 11 de agosto. A principios de año, el Gobierno ya anunció que la tasa turística de París aumentaría en un 200% este 2024. “Si queremos descongestionar los lugares masificados, debemos sacar a la luz otros destinos y otras rutas turísticas”, declaró Olivia Grégoire, ministra delegada de Pyme, Comercio, Artesanía y Turismo de Francia, en una entrevista a Le Figaro.
Además, para gestionar la avalancha de turistas, a partir de octubre estarán prohibidos los accesos al centro de la ciudad a los autocares turísticos, incluidos los eléctricos, en zona de tráfico limitado. Aunque ese veto para acceder al centro de la capital francesa se podrá levantar en casos excepcionales, por ejemplo si los vehículos se dirigen al aparcamiento del Louvre. Son medidas que muestran que la ‘lucha contra el turismo’ no es sencillo y aún está dando solo sus primeros pasos.