¿Quién engañó a España Rabbit?
Laureano Benítez.- En la Antigüedad, se creía firmemente que el nombre de una persona influía decisivamente en su vida, pues expresaba su misión y su destino, hasta el punto de que de él dependían circunstancias determinantes de la existencia como la manera de ser, la profesión, la elección de pareja, e incluso la longevidad.
Aunque esta manera de pensar parezca una superstición, en la actualidad hay cada vez más evidencias que demuestran la posibilidad de que esta creencia se apoye en criterios «científicos», que son estudiados por la psicogenealogía.
Si esto es así, ¿puede aplicarse también esta creencia al nombre de los países? En el caso de España, el nombre de nuestro país parece derivarse del fenicio «i-span-ya», que significa «tierra de conejos». Incluso en algunas representaciones y monedas acuñadas en Hispania solía aparecer una dama con un conejo a sus pies.
Ciertamente, siempre hemos sido una tierra muy cuniculosa, pero si atendemos a nuestro papel en la Historia, la teoría hace aguas, pues el español siempre ha sido considerado como un pueblo gallardo, valeroso, arrojado y bizarro, muy lejos de la melindrosidad de los conejos.
… Hasta que llegaron los nuevos milicianos, ectoplasmas de los matacuras del 36, podemitas, galgos y podencos que cazan a los españolitos como se baten liebres por esos montes y riberas, con sus secuaces al frente de laSexta de caballería, a cuyo frente se encuentra Sánchez como si fuera “Conejo Bill”, descerrajando sus «Winchester» por estepas y praderas.
De repente, unos españoles leoninos, que bramaban como búfalos para afirmar su lugar en la Historia, que embestían como bisontes para arrollar a sus enemigos, se han convertido en conejitos «Tambor» sacados de «Bambi», en «pussyconejitos» completamente amaestrados, en gamusinos de circo y fábula, en «rabbits» totalmente engañados y lobotomizados.
Como el fenicio ya no se lleva, hoy España podría llamarse mejor con el inglés «rabbitland». Sí, tierra de conejos saltarines que van de terraza en terraza mientras los francotiradores rojos nos tienen en su punto de mira; territorio de conejos sumisos paseados impunemente por cofradías de madresnuestras y pussyfeministas; país que ha devenido en conejero por la pérfida labor de los cojoneros de la izquierda radikal.
Si somos ―por fin― un pueblo conejero, y estamos sufriendo el mayor engaño de nuestra Historia por parte de la mafia globalista, la película de hoy está más que clara: «¿Quién engañó a Roger Rabbit?» (1988). En ella, se entremezclan personajes reales con dibujos animados, justo lo mismo que está sucediendo ahora en nuestro país, al que unos embusteros redomados han embaucado prometiéndole Disneylandia. O sea, que ya sabemos quién engaña a España Rabbit, y cómo lo hace.
Roger, el conejo protagonista de la película, está casado con la despampanante Jessica, una humana con acusado aspecto de mujer fatal. Cuando le preguntan por qué se casó con Roger, responde: «Me hace reír». Si se le preguntara a los votantes de la izquierda por qué lo hacen, pues igual dirían algo parecido, pues no en vano el Sánchez saca conejos de su sombrero de copa como si tal cosa, prestidigitador como es, Houdini de la política, vendedor de pócimas mágicas con las que hacer crecer el pelo de la dehesa. Y no me digan que no es divertido tener a un mago amenizando nuestras terrazas cerveceras.
El engaño perpetrado a los pobres «rabbits» españoles por esta jauría de hierofantes se podría explicar con una expresiva cita bíblica: «A todos los sedientos: venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche» (Isaías. 55:1). O sea, que de ser «tierra de conejos» pasaríamos a ser con esta chusma bolivariana «tierra de leche y miel». Y es que los fenicios no podían imaginarse un futuro tan luminoso para nuestras tierras.
Aunque más prosaicamente, también se podría describir la monumental estafa a los conejitos españoles con esta memorable declaración de Marylin Monroe en «La tentación vive arriba»: «¡Es fantástico!: ¡Un hombre casado, aire acondicionado, champán y patatas fritas! ¡Una fiesta maravillosa!». Ole y ole.
Pero cuidado, que en la película hay dibujos animados que matan a personajes reales tirándoles pianos a la cabeza. ¿Qué nos tirará esta horda?: ¿El IVA al 25 %? ¿Un monstruoso déficit? ¿Referéndums de autodeterminación? ¿Inmigración libre? ¿Persecución del catolicismo? ¿Prensa amordazada? ¿El Ministerio del Conejo Insumiso?
Así que, aunque hayamos tardado dos mil años, podemos decir que la profecía inscrita en nuestro nombre fenicio se ha acabado cumpliendo en nuestro país, que por fin ha hecho honor a su etimología cuniculosa. Mas me temo que no acabará aquí esta evolución, porque a la vuelta de la esquina los navegantes izquierdosos nos darán otro nombre más adecuado: «Tierra de borregos». Y se representaría a nuestro país con cualquier Sánchez con un borrego a los pies, o sea.
Cuando se descubra la trampa y España sea una ruina cenicienta, Sánchez pretenderá excusarse, diciendo ―como Jessica Rabbit― que «Yo no soy malo, es que me han dibujado así» ―o sea, George Soros y la plutocracia mundial―. Y también podríamos decir los españoles que «no somos conejos, es que nos han nombrado así».
Mas la clave del engaño a España Rabbit es a la vez sencilla y devastadora, y se encierra en este dialogo adaptado de la película:
«No sabéis lo difícil que es ser un demócrata cuando se está hecho como yo», se excusa Sánchez, dirigiéndose a España Rabbit.
A lo que yo replicaría: «Y no sabe usted lo difícil que es ser un español cuando se mira a un engañador como usted».
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Obras publicadas por el autor:
http://www.laureanobenitez.com/laureano_benitez_grande_caballero.htm
Existe otra teoría del significado etimológico de la palabra “España”. I-span-ya significaba en fenicio tierra donde se batían los metales, ya que los fenicios encontraron gran cantidad de oro y plata en nuestro territorio. Quiero quedarme con esta segunda acepción y pensar que el espíritu hispano se forja aguantando las grandes presiones que se producen entre el martilleo de la maza y el anvil, y que de ese trabajo se forja un espíritu que, cuando se lo propone, puede con todo.