Los alemanes lo han entendido: solo la derecha identitaria puede salvar Europa y la Civilización occidental
AD.- El partido conservador Unión Cristiano Demócrata (CDU) ha sido el ganador de las elecciones regionales en el estado de Sajonia con un 31,5 por ciento de apoyo, ligeramente por encima del partido de la derecha identitaria, Alternativa para Alemania (AfD, 30 por ciento), mientras que la formación identitaria ha sido la más votada en Turingia (30,5 por ciento), con la CDU en segunda posición (24,5 por ciento). Este gran triunfo de los identitarios alemanes se produce solo días después de los acuchillamientos múltiples en varias ciudades alemanas. Lo más inquietante ha sido la falta de respuesta de la clase política o el sinsentido de la respuesta en ese consenso suicida de la estupidez compartido por socialistas y conservadores.
Estos asesinatos pudieron haberse evitado, como tantos otros en aras de la ceguera autoimpuesta por lo políticamente correcto a un Occidente que se tambalea por ese consenso suicida de la estupidez.
La desprotección en Europa es una imposición del sistema, un corolario perverso de la declaración de los políticos respecto a a algunos grupos. Desde la masacre en Londres del 7 julio de 2005 se han incrementado sustancialmente los presupuestos de los servicios de información, pero lo que no ha variado ha sido ese velo que cubre a muchos potenciales asesinos contra todas sus evidencias genocidas. Nunca en la historia de la Humanidad se ha producido una impostura tan colosal, una desprotección moral e intelectual tan completa.
En Francia, la llegada masiva de inmigrantes fue una decisión consciente de los socialistas, un proceso de ingeniería social para descristianizar la nación, para modificar sus bases o regularidades, su textura vital, para convertirla en una sociedad multicultural; es decir, para destruirla. Están publicados los papeles en su día secretos del partido de Mitterand. En España llegaron con Aznar y con Pujol (frente a los castellano-parlantes) y al reclamo del falso Estado asistencial con la renta mínima de inserción montado por Eduardo Zaplana, en los tiempos en que Mariano Rajoy era ministro de Interior.
La inmigración masiva como proceso de ingeniería social es general en Europa. Arde Estocolmo, la pacifista, atrapada en su generoso derecho de asilo, con los violentos incendiándolo todo ante la pasividad de la policía y la ineptitud de los políticos, que nunca van a reconocer su culpa en la situación artificialmente generada. Por toda Europa, por sus ciudades más emblemáticas, hay guetos donde ha desaparecido el imperio de la Ley, polvorines armados con subvenciones y ayudas, que no se pueden mantener y que nunca debieron existir. Hay un chantaje de la violencia irrestricta para saquear y desarmar a las sociedades europeas con la complicidad de sus falsos líderes morales y con la protección de los gobiernos.
Por eso, cómplices tanto socialistas como conservadores del suicidio, partícipes del consenso suicida de la estupidez, no queda otra opción que la derecha identitaria, sea como revulsivo, como la ruptura de ese consenso, como el grito de unas sociedades que no están dispuestas a morir.
Porque lo que se han generado son las bases de un conflicto sangriento de grandes dimensiones que es preciso parar y aún hay tiempo. Esos guetos subvencionados, esos grupos mimados por la asistencia social no se pueden seguir sosteniendo mediante la depredación de las posibles víctimas y, por ende, por este camino, bajo estos políticos, tanto socialistas como conservadores, la situación tenderá a empeorar y mucho.
Turingia, sin embargo, ha dicho ‘basta’. Es necesario que Europa despierte y exija responsabilidades por esta inmensa traición y, aquí y ahora, ese despertar sólo puede darse por un ascenso significativo de la derecha identitaria en todas las naciones, también en España, que ponga coto y fin al consenso suicida de la estupidez. No lo decimos como provocación, sino como llamamiento, desde el amor a la libertad y a la Europa posible, a la civilización occidental a la que nos honramos en pertenecer.
Cada día más europeos perciben que se les está llevando, desarmados, a un suicidio colectivo y se han hartado de ese consenso suicida de la estupidez.
Es imperio no caer en el error de las generalizaciones. Hay inmigrantes honestos y ejemplares que buscan dar un futuro mejor a sus familias. Estas gentes merecen todo el respeto. Combatimos las ideas, no las razas, ni los orígenes nacionales. Otro absurdo histórico es el de una emigración que supuestamente huye del fracaso de sus sociedades pero que quiere imponer sus fracasadas costumbres. Es por eso que la derecha identitaria, en su ascenso necesario, se presenta como el grito de rebeldía de una sociedad, de unas naciones que no quieren sucumbir y para ello deben arrumbar tanto a socialistas como a conservadores, a ese consenso de lo absurdo degradante.
Porque vemos que se radicaliza la segunda generación, sin futuro, drogodependiente de unas ayudas estatales que nunca debieron existir y que ahora, simplemente, no pueden mantenerse. Ni se puede conceder ni se puede permitir mantener la nacionalidad a quien predica o es partidario del asesinato de los europeos. Los viejos europeos están sufriendo el racismo y la xenofobia contra ellos en sus propias naciones y encima están siendo todo el día acusados por sus políticos y sus medios de comunicación prostituidos de racistas y xenófobos. La casta política no puede seguir aplicando la práctica del avestruz cuando cada día cientos de europeos están tomando conciencia de que solo un avance imparable de la derecha identitaria puede dar la voz de la rebelión contra el consenso suicida de la estupidez mantenido por una casta parasitaria que ha jugado al multiculturalismo y a la ingeniería social y que lejos de enmendar su error, y reconocer su fracaso, persiste en sus anatemas abracadabrantes, en sus admoniciones inconsistentes y cegatas.
En España sería deseable o una nueva oferta superadora e integradora o una coalición articulada de partidos identitarios, sobre puntos comunes, dejando en el desván las viejas rencillas y los debates ora históricos ora de pureza ideológica esterilizante cuando se trata de abrir puertas al sentido común y sobrevivir. Lanzamos el guante porque, aquí y ahora, frente al consenso suicida de la estupidez de socialistas y conservadores, en esta infame etapa sanchista, con un PP que defiende la regularización de 500.000 ilegales, con una ultraizquierda cada vez más encanallada y con el PSOE moribundo sin renovación posible, no hay otra opción que la derecha identitaria.
Una conjura contra el goy desde 1945. Eso estamos sufriendo en toda Europa.