La España cuántica (o los mundos de Schrödinger)
Laureano Benítez.- Fue el poeta francés Paul Eluard, fallecido en 1952, quien dijo aquello de «Hay otros mundos, pero están en éste; hay otras vidas, pero estar en ti» , frase que han pasado al acervo popular a raíz de constituir las palabras de cabecera de la serie «Expediente X».
Y es realmente un expediente X insertar desentrañar el sentido de esas palabras enigmáticas del poeta francés, adscrito al dadaísmo y al surrealismo, que se casó con Gala, la misma que se emparejó con Salvador Dalí. Lo bien relacionado que estaba Paul Eluard con lo español, que se casó con una mujer que había sido modelos del mismo Picasso.
Al hilo de la frase del poeta francés, podríamos decir que «hay otras Españas, pero están en ésta». ¿Cuántas Españas?
A la hora de explicar esas palabras un tanto surrealistas, lo primero que se nos viene a la mente es afirmar que tenemos el poder de crear muchos mundos y muchas vidas, dependiendo de las decisiones y elecciones que hagamos en el transcurso de nuestra existencia. En efecto, según sean los caminos que tomemos, podemos acceder a un mundo y a una vida determinados, o a otros distintos, lo cual sería una demostración palmaria de que estamos dotados de libre albedrío.
Según otra hipótesis, eso de que hay otros mundos se puede aplicar a la existencia de vida en otros planetas, conformando mundos alienígenas cuya relación con el nuestro es problemática, si hemos de creer que esos mundos también están en la Tierra, compartiendo nuestro tiempo y espacio, habitando con nosotros.
La tercera vía de solución consiste en conjeturar que esos mundos no tienen una existencia física, sino que pertenecen a unas dimensiones preternaturales y sobrenaturales, por lo cual estarían habitados por entidades que escapan a la materialidad de nuestro. Al ser entidades desencarnadas, podrían estar perfectamente interactuando con nosotros en el mismo tiempo y espacio, pero con una frecuencia vibratoria que los hace invisibles a nuestros ojos.
Pero sin duda la teoría más científica para explicar eso de que hay otros mundos en el nuestro es la que se conoce con el nombre de «Multiverso» —término acuñado en 1895 por el psicólogo William James: no confundir con «Metaverso»—, término usado para referirse a la existencia de un conjunto de universos diferentes al nuestro, que comprendería todo lo que existe físicamente: la totalidad del espacio y del tiempo, todas las formas de materia y energía, y las leyes físicas y constantes que las gobiernan.
Los diferentes universos dentro del multiverso son a veces llamados universos paralelos. En otros contextos, también son llamados «universos alternativos», «universos cuánticos», «dimensiones interpenetrantes», «mundos paralelos», «realidades alternativas» o «líneas de tiempo alternativas».
En estrecha relación con el multiverso está la teoría de los universos paralelos o mundos paralelos, basada en la «interpretación de los muchos mundos», de Hugh Everett (1930-1982) , postura filosófica acerca de la relación entre las matemáticas de la mecánica cuántica y la realidad física, que asegura todos los posibles resultados de las mediciones cuánticas se materializan físicamente en algún “mundo” o universo. La IMM ve el tiempo como un árbol con muchas ramas, en el que se realizan todos los resultados cuánticos posibles, ya que cada posible resultado de un suceso cuántico existe en su propio universo.
La paradoja más popular de la física cuántica es la conocida con el nombre de «El gato de Schrödinger», formulada por el premio nobel austríaco Erwin Schrödinger en 1935. Es un experimento mental que muestra lo desconcertante del mundo cuántico.
El experimento consistía en encerrar a un gasto dentro de una caja de totalmente opaca, en cuyo interior había un mecanismo capaz de detectar electrones, que estaba unido a un martillo, debajo del cual se colocó un frasco de cristal con una dosis de ácido cianhídrico, que mataría al gato en el caso de que éste lo inhalara. Si el detector captaba un electrón, se activaba el mecanismo, provocando que el martillo cayera y rompiera el frasco, lo cual mataría al gato.
Se dispara un electrón. Por lógica, pueden suceder dos cosas: que el detector capte un electrón y ponga en marcha el mecanismo, con lo cual encontraríamos al gato muerto al abrir la caja; o también podía suceder que el electrón cogiera otro camino y el detector no lo captara, con lo cual, al abrir la caja, el gato seguiría vivo. Es decir, que había un 50% de posibilidades en de encontrar al gato vivo o muerto.
El problema es que el electrón es al mismo tiempo onda y partícula: sale disparado como una bala, pero al mismo tiempo se mueve como una onda, por lo cual puede tomar dos caminos distintos a la vez, que no se excluyen, sino que se superponen, de tal modo que al mismo tiempo puede tomar el camino del detector, y el contrario.
Es decir que, en la mecánica cuántica, ambas posibilidades se producen de forma simultánea, por lo cual el gato está a la vez vivo y muerto, siendo los dos estados igual de reales. Sin embargo, al abrir la caja nosotros sólo lo veríamos o vivo, o muerto.
La explicación a este fenómeno está en el hecho de que el experimento aplica las leyes cuánticas, pero el gato no es un sistema cuántico, ya que éste actúa a escala subatómica y sólo bajo determinadas condiciones, en partículas aisladas, con lo cual cualquier interacción con el entorno provoca que dejen de aplicarse.
Conclusión: cuando el sistema cuántico se rompe, la realidad se define por una de las opciones. Sólo veremos al gato vivo o muerto, nunca ambas. Este proceso de tránsito de la realidad cuántica a nuestra realidad clásica se llama decoherencia, y es la responsable de que veamos el mundo tal y como lo conocemos. Es decir, una única realidad.
Volviendo al interrogante que planteábamos al comienzo de este artículo sobre cuántas Españas hay, si consideramos la España cuántica, habría un número infinito de Españas, coexistiendo ahora mismo, en este espaciotiempo, pero de esa infinitud la mecánica cuántica nos ha hecho desembocar en ésta, la España de Schrödinger, que está a la vez viva y muerta, que a la vez es España y no es España, en un galimatías imposible de explicar, pues el país que tenemos ahora es la España de siempre, pero pasada por el arco del triunfo de las sectas luciferinas, que se dedican a matar gatos para ofrecerlos a Moloch y Bafomet.
Hemos tenido 6 vidas a lo largo de nuestra historia, y aún nos queda esta última, que vivimos bajo una balacera de electrones que buscan matar al último gato que nos queda, la última vida que nos resta en este siniestro experimento de Schrödinger.
La maldición cuántica nos cayó como un meteorito a mediados del siglo XVIII, cuando los venenos del jacobinismo masónico comenzaron a martillear a la España tradicional, la España imperial, la España católica, introduciendo a nuestra Patria en una España paralela, que creció como una metástasis, la cual se quiso abrogar el derecho de ser la auténtica, España jorobada que explosionó con la gabachería masónica de la invasión francesa, el liberalismo de las logias, y el frentepopulismo luciferino, que nos fueron robando vidas, que fueron envenenando a la España de siempre, hasta crear el mito de las dos Españas, que coexistían cuánticamente en multiversos, Españas paralelas que se enfrentaron en la Guerra Civil.
Mas ahora han vuelto los milicianos cuánticos, y han encerrado a la España una, grande y libre en una urna de acero, bajo una lluvia letal de ideología globalista, izquierdista, oscuramente cuántica, dispuestos a acabar con la única vida que nos queda.
Sí: es la España de Schrödinger. De nuestras decisiones, de nuestras elecciones, de nuestras luchas depende que nuestra Patria abandone el muladar repugnante del frentepopulismo antipatriota y anticatólico, dejando el universo de horror satánico que nos acongoja, confinándolo a la dimensión paralela del Averno, y podamos acceder nuevamente al mundo que siempre fue nuestro hogar, para siempre jamás.
Obras publicadas por el autor: https://www.laureanobenitez.com/laureano_benitez_grande_caballero.htm
Canal de Telegram: https://t.me/laureanobeni